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Era lo que se necesitaba. Que la señora Nancy Pelosi y su grupo legislativo pudieran salir a los medios de comunicación a decir que los añadidos que le hicieron al acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) hacen que, ahora sí, sea un gran acuerdo para su país y que nada se parece a lo que en su momento les envió la Casa Blanca.

Es exactamente lo mismo que hizo Donald Trump en su momento. Ante sus ojos, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es el peor tratado jamás firmado por Estados Unidos y el T-MEC es el más importante acuerdo que tiene su país y vienen otros que serán así.

Ni el TLCAN es esa basura, ni el T-MEC es la panacea y mucho menos los cambios demócratas hicieron irreconocible la negociación inicial. Pero así es la política, necesita de ese discurso para que les rinda los frutos que ellos quieren.

De este lado qué decir. El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador está eufórico con que finalmente haya T-MEC ante la falta de resultados en prácticamente todas las áreas económicas.

Y es que ahora todos tienen prisa, los demócratas, los republicanos y por supuesto la 4T. Todos quieren irse de vacaciones de fin de año con este pendiente resuelto.

Pero en ese proceso no se debe olvidar a los actores principales. Los que operan un acuerdo comercial despachan en el sector privado. Y al menos en esta frenética parte final del acuerdo los empresarios mexicanos parecieron marginados de las modificaciones aceptadas por el gobierno de López Obrador para lograr pasar el pacto.

No fue gratuita la diferencia que en días pasados se dio entre el equipo negociador del gobierno mexicano y el llamado cuarto de junto. La denuncia empresarial de que se planeaba aceptar inspectores estadounidenses husmeando en las fábricas mexicanas pareció desactivar esa opción, por más que fue negada por las autoridades.

Es tal el desconocimiento de esos acuerdos de última hora que la Coparmex llamó al senado mexicano a no aceptar modificaciones que cambien el sentido original del acuerdo que ellos ya aprobaron.

En Estados Unidos la presión empresarial logró que Donald Trump no acabara con el TLCAN sin antes tener un acuerdo sustituto, esos mismos empresarios lograron que los demócratas dejaran de lado un minuto su agenda del impeachment al presidente Trump para sacar adelante el T-MEC.

No sería nada alentador saber que en México, con tal de aprobar pronto un acuerdo estadounidense que dé dividendos políticos a la 4T, se marginó a los empresarios para aceptar algunas condiciones a las que se oponía la Iniciativa Privada.

Está claro que la mayoría del presidente en el Senado hará lo que le ordenen y eso será aprobar las enmiendas al T-MEC. Pero eso no significa que tales cambios no resulten onerosos para los mexicanos.

El diablo está en los detalles y esos son los que falta conocer.