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A lo largo de la historia, la democracia ha estado en permanente evolución.

Su remoto origen aristocrático cambió con el voto universal y el arribo de los partidos políticos como articuladores entre la política y la sociedad. El populismo ha abanderado la propuesta discursiva de volver la democracia más próxima al pueblo.

Esta pretensión en curso no está exenta de manipulación, pero avanza en tierra fértil porque los partidos han tergiversado su función y han prohijado un sistema ajeno al consenso y a los anhelos de la sociedad. Se habla del colapso del sistema de representación.

No comparto esa visión apocalíptica.

Sin embargo, con o sin populismo, es una realidad que los partidos dejaron de ser mediadores de la ciudadanía; la democracia representativa ha perdido aprecio en la población.

A esto hay que sumar la irrupción, primero, de la televisión y, después, de la comunicación digital lo que ha generado una democracia de audiencias. Son esas audiencias las que tienen la expectativa degobiernos más eficaces, desafortunadamente, sin importar los medios para lograrlo.

Viven desencantadas de sus representantes por el abuso de las élites y un sistema que no atiende sus necesidades y anhelos.

Hay quien busca aprovechar este hastío cayendo en tentación de aplicar una democracia directa, pero no ofrece resultados prácticos y la mayoría silenciosa casi siempre se mantiene ajena.

El problema está en los gobiernos que hacen de las elecciones no una fórmula para la definición temporal de mayorías, sino una manera de ratificar un “destino manifiesto”, elecciones aclamatorias de un proyecto que, creen, llegó para quedarse.

El reto es que a pesar de que, en el mundo, por razones económicas y tecnológicas, la libertad de expresión no vive su mejor momento y que en México se suma la autocensura y el ataque del crimen a periodistas, se deben potenciar las libertades políticas y entre éstas que la comunicación digital promueva el ejercicio responsable de los derechos cívicos.

Es un error prescindir de los partidos y de la representación parlamentaria, hay que transformarlos para hacerlos funcionales a la realidad. Los desafíos que permanentemente plantea la democracia deben resolverse con más democracia, salvaguardando las libertades.