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“La represión ahoga el 15N en Cuba y extiende el malestar popular”. Con estas líneas resumió Natalia López Moya, la reportera de 14ymedio, diario digital clave de la isla, lo sucedido con la marcha cívica convocada para esta fecha, desde la euforia de las protestas del 11 de julio (ver aquí).

Con la minuciosidad característica de la dictadura que asfixia a la isla, a partir del 11 de julio la seguridad del Estado fue identificando, amenazando y deteniendo a los personajes que se hicieron visibles aquel día. Ya el 28 de julio reportó el New York Times: “En un acto notable de desafío, miles de cubanos tomaron las calles hace dos semanas gritando ‘No tenemos miedo’. Hoy, muchos están aterrorizados” (ver aquí).

Si el gobierno de la isla tuviera en sus políticas de desarrollo la décima parte de la eficacia que muestra para reprimir, Cuba sería un país menos triste y menos invivible de lo que es. Pero la especialidad de la dictadura es oprimir a sus ciudadanos y este 15 de noviembre dio una demostración de sus capacidades en la materia.

Ocupó las calles con sus piquetes de repudio, esparció el miedo los días anteriores mostrando a sus golpeadores armados con palos en pueblos y ciudades, sitió en sus casas a los líderes de la movilización con vigilancia, restringió el alcance del internet, vació las calles de todo menos de sus propios contingentes policiacos, paramilitares y de vecinos, porque la dictadura cubana es especialista en el control vecinal.

“Desde el amanecer”, escribió Natalia López Moya, “agentes de la Seguridad del Estado vestidos de civil se desplegaron en plazas, parques y tomaron las azoteas próximas al Capitolio de La Habana”.

“Agentes que simulaban estar en la cola de un comercio y grupos de vigilantes en las esquinas marcaron este lunes, en que la represión logró ahogar la convocatoria, pero también dejó un hondo malestar entre los ciudadanos, hartos del aumento de controles tras las protestas del 11 de julio”.

La represión ahogó el 15N, triunfó sobre su ciudadanía desarmada. Una triste victoria que ni el propio gobierno cubano tendrá la desvergüenza de celebrar.