Gracias al trabajo de todos los gobiernos mexicanos anteriores en lo que va de este siglo, las finanzas públicas pudieron resistir un gobierno como el que está por acabar
Carlos Salinas de Gortari fue un presidente tan popular como lo es hoy Andrés Manuel López Obrador al final de su sexenio.
Tal como lo hizo el régimen actual, el priista se preocupó en aquellos años noventa por hacerse de una buena imagen entre las personas más dependientes de los programas sociales y fue la realidad quien lo puso en su lugar.
Lo cierto es que estos dos mandatarios mexicanos tienen muchas más coincidencias que diferencias en sus manejos políticos y económicos, por más que, como explica la física, polos iguales se repelen.
Los dos dejan la economía prendida con alfileres y los dos presumen que dejan al país en un estado envidiable. Y los dos terminan sus mandatos con una idea de trascendencia histórica positiva que sólo ellos pueden ver.
Entre aquel 1994 y este 2024 hay, para fortuna del país, una experiencia aprendida que dio paso a avances en la transparencia financiera, controles legales, en la creación de instituciones autónomas que han blindado de las ocurrencias personales la estructura financiera mexicana.
A partir de aquella crisis heredada del salinismo, México se fortaleció y pudo conseguir esta armadura que ha resistido bien los embates de otro régimen populista como el actual.
Y a pesar del intento en curso de acabar con esos controles y con los organismos autónomos, al menos para el cierre del lopezobradorismo hay menos riesgos de una crisis que al cierre del salinismo gracias a autonomías como la del Banco de México.
Otra ventaja que tiene el cierre de sexenio de López Obrador es que el Secretario de Hacienda de la siguiente administración no correrá el riesgo de quitar accidentalmente los alfileres que le deje puestos el gobierno que se va, ¡porque él mismo los puso!
Ya veremos cómo le funciona al Secretario de Hacienda del futuro gobierno de Claudia Sheinbaum el panorama cuasi perfecto de finanzas públicas que presentó el propio Rogelio Ramírez de la O en la conferencia mañanera de ayer.
Claro, por ahora todo se trata de proyectar una cascada de éxitos inigualables de López Obrador en su sexenio, como lo hizo en su momento Salinas de Gortari, y para eso está el mundo de los otros datos.
Lo que tiene como un riesgo mayor esta transición, que no tuvo en su momento el cambio del gobierno de Salinas al de Ernesto Zedillo, es la mala condición de Petróleos Mexicanos.
Sin duda que en todos los gobiernos anteriores se tomaron muy malas decisiones respecto a las estrategias empresariales de Pemex. Apenas el sexenio pasado, el de Enrique Peña Nieto, se asumieron algunas decisiones tímidas para recomponer su situación, pero López Obrador echó todo a la basura y su apuesta para la petrolera sólo empeoró su condición.
Gracias al trabajo de todos los gobiernos mexicanos anteriores en lo que va de este siglo, las finanzas públicas pudieron resistir un gobierno como el que está por acabar.
Y la verdad es que tiene que ser visto como un hecho positivo que el actual secretario de Hacienda se aviente el paquete de guiar las finanzas de manera transexenal, porque las correcciones fiscales que vienen no serán poca cosa para recuperar la salud de las finanzas públicas.