Vale la pena preguntase si después de todo lo que aprendimos con aquel año fatídico para México nos merecemos olvidar nuestra historia y condenarnos a repetirla
Es un problema para este país que a muy pocos les provoque escalofríos recordar que un día como hoy hace 29 años en México asesinaron a un candidato presidencial y que eso encadenó muchas secuelas muy negativas para México.
Los que tenemos la edad suficiente podemos recordar lo que vivimos en carne propia en aquel 1994 cuando todo empezó a descomponerse en un país que anhelaba justo lo contrario para la segunda mitad de la década de los 90.
Ese año empezó con un levantamiento armado en Chiapas, siguió con el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta y terminó con la peor crisis financiera que recuerde este país. Fue un año tan traumático, tan determinante para México, que debería ser obligatorio para todos tener presentes las lecciones de tal descomposición.
Quizá nunca sepamos si fueron hechos coordinados para provocar desorden o si fueron terribles coincidencias, de esas que en política no existen, lo cierto es que del 94 del siglo pasado aprendimos lecciones que se pudieron capitalizar en mejoras a la vida institucional del país, pero hay otras lecciones que aparentemente hemos olvidado.
Después del lamentable asesinato de Colosio llegó al poder Ernesto Zedillo y hay que decirlo con todas las letras, uno de los mejores Presidentes que ha tenido este país.
Tras la crisis desatada en diciembre de 1994, y sufrida de 1995 en adelante, Zedillo dio estructura institucional al sistema financiero mexicano con la creación de muchos organismos autónomos regulatorios.
El Banco de México consiguió su autonomía en 1994, pero consolidó su papel de autoridad monetaria a partir de la crisis financiera y nunca más tuvo que seguir instrucciones de un Presidente.
El Instituto Federal Electoral, antecedente del Instituto Nacional Electoral que hoy vive amenazado, fue una creación del gobierno de Carlos Salinas, pero fue hasta 1996 cuando logró la ciudadanización, porque en su origen, en 1990 y durante seis años, el IFE estuvo bajo la tutela del Secretario de Gobernación.
Fue en 1997 cuando el Congreso de la Unión tuvo por primera vez mayoría opositora y con ello el gobierno priista tuvo que aprender a negociar hasta esos presupuestos que pasaba como mero trámite en lo que era su antigua oficialía de partes legislativa.
Fueron aquellos años también los primeros en los que México, Estados Unidos y Canadá echaron a andar un Tratado de Libre Comercio que en medio de esa crisis resultó ser un salvavidas para este país, no sólo porque mantuvo en movimiento la planta industrial en el peor momento, sino porque el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, decidió rescatar a México con un préstamo de 20,000 millones de dólares que mantuvieron el funcionamiento financiero del país.
Fue pues aquel terrible 1994 el que le dio un impulso a México para girar hacia la institucionalidad, la pluralidad y el orden en diferentes campos económicos, políticos y sociales.
A partir de haber entendido bien la lección vino la alternancia en el poder presidencial a lo largo de este siglo, que se ha dado en tres ocasiones sin sobresaltos violentos ni crisis sexenales.
Vale la pena preguntase si después de todo lo que aprendimos con aquel año fatídico para México nos merecemos olvidar nuestra historia y condenarnos a repetirla.