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Este pasado fin de semana quedó sellada la suerte de la política tributaria de este gobierno.

No eran pocos los priístas que se mostraban molestos con el rumbo que tomó la llamada reforma fiscal vigente desde este año, porque el costo político ha sido alto y puede alcanzar para ser cobrado por los electores en los comicios del próximo año.

Con eso en mente, no eran pocos los priístas que sentían la necesidad de meterle mano al tema fiscal para congraciarse con los muy enojados ciudadanos, al menos con algunos de ellos. Claro que todos los planes legislativos para recular en lo fiscal eran muy a la callada, como sea se buscarían oponer a la reforma fiscal de Peña Nieto.

El tema interno no podía crecer durante los días previos a la aprobación de las reformas estructurales, primero la de telecomunicaciones y después la piedra angular del sexenio: la reforma energética.

Pasados los dos procesos legislativos, pasada la fiesta por el triunfo, otra vez empezaron a escucharse las voces de los que pretendían otorgar algún dulce fiscal a los electores, sobre todo cuando el producto atractivo de las reformas no podrá sentirse pronto en el bolsillo de los consumidores.

Hay total claridad entre los priístas, tanto los que legislan como los que gobiernan, que los cambios fiscales vigentes desde enero de este año han contribuido a la baja en la actividad económica privada de este país.

El sustancial aumento en el gasto público no ha paliado la disminución del gasto privado que derivó del aumento en la carga tributaria de muchos agentes económicos privados.

Pero si algo tienen en ese partido político es disciplina, y se toman muy en serio la línea cuando viene desde el primer priísta del país y su equipo.

Este pasado fin de semana quedó claro, con la reunión de Luis Videgaray y los senadores encabezados por Emilio Gamboa, que no hay marcha atrás en ninguna de las decisiones fiscales asumidas por el PRI de la mano de sus partidos incondicionales y algunos legisladores del PRD. Quizá algún dulcecito fiscal aislado para cacarearlo, pero nada más.

En enero de este año, cuando se sentían los peores estragos de la reforma fiscal, el gobierno federal lanzó su Acuerdo de Estabilidad Tributaria. Un pacto con ellos mismos, sin la firma de nadie más que fue suficiente para que ahora que estamos a una semana de que se presente el paquete económico del próximo año los priístas se formen derechitos en la fila marcada por la primera línea del gobierno federal.

Los que claramente le van a sacar provecho electoral y van a cosechar muy bien en las zonas fronterizas son los panistas.

De aquí y hasta el día de las elecciones, desde el Partido Acción Nacional van a machacar con el hecho de que ellos no tienen nada que ver con la reforma fiscal, van a proponer inútilmente cambios en la política tributaria y van a enarbolar la oposición fiscal como su estandarte electoral.

En México está cancelada la posibilidad de una reforma fiscal que homologue las tasas del impuesto al consumo, extienda el cobro del impuesto al producto del trabajo, disminuya sus tasas y haga que los informales de toda la vida paguen sus impuestos.

Así que, en ese escenario, lo que hay alcanza a la actual administración para mantener sus gastos, así que no le van a mover, como dice el Acuerdo de Estabilidad Tributaria, de aquí al último día de este sexenio.