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on variantes del enfriamiento indicado por los fabricantes, las fuerzas armadas han sido eficientes distribuyendo las vacunas anticovid que se aplican en México porque se ocupan de un solo producto.

Muy distinto es endilgarles el reparto de aproximadamente mil 200 tipos distintos de medicamentos –claves– hasta en los más incomunicados poblados del país.

El desafío es de tal complejidad que el proyecto perfilado por el gobierno federal probablemente fracasará y además empañará la positiva imagen social del Ejército, la Marina Armada y la incipiente Guardia Nacional (cuyo éxito en el abatimiento de la delincuencia sigue siendo su más grande pendiente). Distribuir medicinas no es como repartir papitas y refrescos.

Para Juan de Villafranca, director ejecutivo de la Asociación Mexicana de Laboratorios Farmacéuticos, el problema del desabasto se originó con los desastrosos ensayos de adquisición con que se quisieron suplir las compras consolidadas que oportunamente hacía el Seguro Social para todo el sector sanitario público.

Se intentó a través de la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda y luego pidiéndole frías a la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (la misma que de nada sirvió para la venta del avión presidencial).

La capacidad de la UNOPS es considerablemente pequeña, excepto cuando procura medicamentos para países que carecen de una industria farmacéutica sólida como la mexicana.

Adicionalmente, las pocas medicinas de que se dispone a cuentagotas desde hace casi tres años (apenas 30 por ciento de las que se necesitan) llegan con retraso a sus destinos por la pésima distribución que se arrastra.

Para superar esta desgracia, el presidente López Obrador anunció hace año y medio (julio de 2020) que se crearía una distribuidora del Estado, y para dirigirla dijo que nombraría a David León, pero los videos en que se le ve sobornando a los hermanos Pío y Martín provocaron que nombrara al diputado de Morena con licencia Pedro Zenteno, del que prácticamente se ignora lo que ha hecho en el tema de medicamentos, pero que algo parece hacer en el reparto de vacunas.

Laboratorios y distribuidores han sido recurrentemente señalados, pero en abstracto, de operar con prácticas de corrupción, razón por la que se les ha marginado sin que haya un solo caso llevado ante la autoridad judicial.

El director de AMELAF dijo el viernes con Pepe Cárdenas (en Radio Fórmula) que la práctica mundial, por comprensible “economía de escala”, se concentra “en muy pocas distribuidoras”, y ejemplificó con Estados Unidos (donde es frecuente el combate a los monopolios), en que operan “solo tres” repartidoras especializadas.

Si se pulveriza la distribución, razonó, la resultante es el caos. Por todo esto, la manera menos dificultosa de resolver el desabasto es dejar de hacer experimentos, prescindir de la UNOPS y acordar con farmacéuticas y distribuidoras nacionales cómo diablos terminar, pero en serio, con tan bochornoso como lesivo problemón.