La ciencia no está aclarando las dudas del caso de Ayotzinapa. Está agrandándolas. Los peritos de la PGR sostienen que los cuerpos de los desaparecidos fueron quemados en el basurero de Cocula. El perito en fuegos de la comisión independiente que estudió el caso, José Luis Torero, dice que ese fuego es imposible. En su … Continued
La ciencia no está aclarando las dudas del caso de Ayotzinapa. Está agrandándolas.
Los peritos de la PGR sostienen que los cuerpos de los desaparecidos fueron quemados en el basurero de Cocula. El perito en fuegos de la comisión independiente que estudió el caso, José Luis Torero, dice que ese fuego es imposible.
En su parte del informe, Torero dice que se requiere una “investigación de altísimo nivel, con peritos de formación y experiencia consistentes con la magnitud del problema” (p. 420).
Uno de los peritos de no altísimo nivel aludidos, el científico cubano Enelio Torres García, dice que Torero se equivoca en cosas tan elementales como la dirección en que soplaba el viento ese día (MILENIO, 14/9/15).
La semana pasada, los peritos de la Universidad de Innsbruck anunciaron la identificación de los restos de uno más de los desaparecidos aquella noche: Jhosivani Guerrero de la Cruz.
Los peritos argentinos que coadyuvaron en sus investigaciones a la PGR dijeron que la identificación no es concluyente, que se trata solo de una posibilidad.
Los restos de Jhosivani Guerrero corresponden a una de las 16 muestras enviadas para su identificación a la Universidad de Innsbruck. La PGR dice haber recogido esos restos en el río Cocula, al pie del basurero donde los cuerpos fueron quemados.
Los peritos argentinos habían dicho ya que a ellos no les consta que esos restos hubieran sido recogidos ahí, pues no estuvieron presentes durante la recogida.
Lejos de despejar las incógnitas que el caso les plantea, las conclusiones encontradas de los peritos alimentan la incertidumbre, regresan el caso a las sombras y a la elección de cada quien. Se han vuelto un surtidor de dudas más que de certezas, y pueden contaminar la credibilidad toda del caso.
Quien crea que el incendio del basurero es científicamente imposible, tendrá que dudar de la confesión de Gildardo López Astudillo, El Cabo Gil, quien dice haber mandado matar y quemar a los normalistas precisamente ahí.
La querella de los peritos ayuda a consolidar Ayotzinapa como un episodio más de esa especialidad mexicana que es creer lo que se quiere creer, en el fondo: la especialidad de no creer.