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Soy parte de esa generación de niños que durante los 80 tuvo la oportunidad de ir al último piso del estacionamiento del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) para ver aterrizar el Concorde de Air France.

Su sonido era único, era posible saber que ya venía en camino tan sólo con escuchar esas turbinas que rompían el sonido en el cielo de la ciudad. Y entonces, aparecía la figura estilizada de este avión supersónico que nos hacía estar seguros de que en pocos años todos los aviones serían así.

Hay muchas razones que explican el fracaso del Concorde, pero no hay duda de que la aviación comercial ha evolucionado significativamente, más en seguridad que en velocidad.

El lastre para disfrutar plenamente de las nuevas tecnologías aéreas las tenemos, al menos en México, en tierra, en un aeropuerto no sólo insuficiente, sino mal operado.

Recientemente se dio a conocer que estaría por llegar al AICM el primer vuelo de un Airbus A380 de Air France.

Si la empresa francesa decide traer este equipo a México es porque económicamente le conviene ante el incremento del mercado doméstico. La frecuencia de vuelos de líneas mexicanas y extranjeras a destinos internacionales es una muestra de un sector en plena recuperación en una economía que crece, es un buen indicador económico.

El problema está en la pobre infraestructura del AICM y en la peor conducción humana de lo poco que tiene este aeropuerto en fase de extinción. Es una terminal vieja con vicios mucho más viejos.

No hay que perder de vista que la promesa es que el primer vuelo comercial tenga operaciones en el nuevo aeropuerto de la ciudad de México en octubre del 2020, así que estamos a más de 2,000 días de cambiar de aeropuerto.

Los niños de hoy podrán ver el próximo año cruzar los cielos de la ciudad de México al enorme A380. Ellos disfrutarán de ver un aparato de ese tamaño volando bajito por los cielos de la capital, pero los que usen el servicio lo van a sufrir.

El primer problema es la falta de civismo de los usuarios. Cuando en la sala de espera anuncian el abordaje por zonas, en español mexicano entendemos: háganse bolas para tratar de pasar primero.

Después, imagine desembarcar a sus 850 pasajeros al mismo tiempo y mandarlos a ese martirio que es cruzar los servicios migratorios. Encáuselos después a una banda de equipaje diseñada para servir un vuelo del tamaño de una avioneta, donde además deberán esperar más de una hora para que llegue su maleta.

Después, una mala cara en la aduana donde un servidor público creerá que le hace el favor por dejarlo apretar el semáforo fiscal. Si le toca rojo, prepárese porque van a potenciar ese trato déspota.

Afuera, las varias marcas de casas de cambio de un solo operador, las varias marcas de taxis de una sola empresa, el monopolio abierto de maleteros y el robo en despoblado del estacionamiento.

¿Esos mismos vicios se los van a llevar al nuevo y bonito aeropuerto? Porque, hasta hoy, pasan los gobiernos, cambian los partidos y si algo han logrado es la continuidad en el mal servicio del AICM.