A un mes de la tragedia, vale la pena reflexionar qué se ha hecho bien y qué no, y advertir también lo que no se debería hacer
Lo primero que dijo un vecino de la colonia Cuauhtémoc, en el puerto de Acapulco, cuando se le preguntó qué le hacía falta para que su vida volviera a la normalidad, a un mes de que “Otis” lo dejara prácticamente sin nada, fue “Agua para tomar, leche, una rebanada de pan, o sea despensa”. Luego corrigió: “nos urgen más camiones para levantar la basura, el olor es insoportable y los que sobrevivimos nos vamos a enfermar o a morir ahogados en los desechos”.
Y es que, tras el pasmo inicial de los tres niveles de gobierno para apoyar a la población afectada, la ayuda fluye, de manera desigual, en las calles y colonias del puerto y de su vecino Coyuca de Benítez.
A un mes de la tragedia, vale la pena reflexionar qué se ha hecho bien y qué no, y advertir también lo que no se debería hacer.
Sin duda lo que falló fue el alertamiento adecuado a la población y los turistas que, a unas horas del impacto del huracán, seguían en sus actividades. También falló el aviso a los capitanes de barcos y yates, que según la última estimación suman 345 embarcaciones hundidas.
Y de lo que se hizo bien destaca la previsión por parte de la Comisión Federal de Electricidad, para atajar los daños que podría ocasionar el meteoro.
Conforme a su “Manual de Procedimientos Técnicos para la Atención de Desastres”, dispuso desde el día previo al impacto de Otis a 846 trabajadores electricistas -en total fueron 3 mil 658 los que movilizó- y 347 vehículos, entre otros equipos, en puntos estratégicos de la región.
Según los datos recopilados por el Servicio Mareográfico Nacional de la UNAM, “Otis” tuvo rachas de hasta 329.76 kilómetros por hora y viento sostenido máximo de 182.88 kilómetros por hora, a las 00:40 horas, del 25 de octubre.
El efecto sobre la infraestructura eléctrica fue devastador. Cayeron 10,275 postes y 27 mil 78 luminarias fueron dañadas.
Pero así como el reparto de ayuda no ha sido parejo, tampoco lo ha sido la reconexión a la energía eléctrica.
Tres ejemplos:
A un vecino que vive en una zona popular conectaron su vivienda, sin pedir nada a cambio.
A otro, que vive en la parte alta del puerto, no le fue tan bien. Se tuvo que organizar con otras 10 familias y armar una coperacha de 350 pesos cada una para que acudieran a reconectarlos, porque “pasaban los días y no querían conectarlos”.
Y a otro de plano le pidieron que comprara el material que se requería para que conectara su domicilio a la energía eléctrica, que ya estaba en los postes de la calle.
La ayuda fluye leeeentamente.
Después de un mes y 4 días, el gobierno comenzará a pagar lo que han llamado “apoyo de limpieza”, que ascenderá a ocho mil pesos, y se pagará en 30 sedes en Acapulco y Coyuca. Los apoyos para reconstrucción de vivienda serán de entre 35 y 60 mil pesos según el daño, también a partir de la próxima semana.
Pero lo más delicado es la tragedia que se está gestando.
El gobierno acaba de anunciar que, como no tiene capacidad para reconstruir o reparar las 274 mil casas afectadas, se impulsará la autoconstrucción de vivienda.
El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que la reconstrucción se tiene que hacer con la participación de todos, con un sistema de autoconstrucción que “no es cosa del otro mundo porque todas las viviendas de México, la mayoría de las viviendas de México, de nuestros hogares, los han hecho los integrantes de las familias”.
El problema es que Acapulco está en una zona altamente sísmica.
Dios no lo quiera, pero ¿qué pasará si ocurre un gran terremoto y la construcción de las casas se hizo al a´i se va.
Que no sea una tragedia anunciada. Costará vidas y se lo cobrarán en las urnas.