Elecciones 2024
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Era de Atlacomulco, pero Arturo Montiel Rojas nunca destacó entre la clase política mexiquense, que en las dos últimas décadas del siglo XX generó secretarios de Estado, embajadores y procuradores a la República priista.

En 1999 llegó a la gubernatura del Estado de México, tras de ganarle al panista José Luis Durán Reveles por apenas 200,000 votos. El asalto del foxismo a Los Pinos obligaría a los mandatarios priistas a atrincherarse. En el 2003, Montiel Rojas puso a Isidro Pastor al frente del PRI y envió a su secretario de administración, al Congreso local, para negociar con los panistas y los perredistas.

Enrique Peña Nieto —por instrucciones del gobernador— comenzó entonces a trabajar su candidatura. ¿El rival a vencer? Pastor, quien había logrado enderezar electoralmente al barco priista, con una estrategia militarizada, literalmente.

El líder de los diputados priistas también era de Atlacomulco. Antes, no había tenido cargos partidistas o de elección popular, pero entonces conoció a Heriberto Galindo Quiñonez, quien junto con David López, pulió su imagen para llevarlo a la candidatura… y después, a ganar las elecciones del 2 de julio de 2005.

Montiel Rojas quiso la candidatura presidencial del PRI en el 2006. Los gobernadores priistas habían acordado un mecanismo —el famoso TUCOM— para elegir al contendiente de Roberto Madrazo. Pero otro escándalo detonado por Brozo en El Mañanero acabó con el sueño de ver a un integrante del Grupo Atlacomulco en Los Pinos.

Ese golpe mediático apenas es información contextual en el trabajo elaborado por el consultor español Aleix Sanmartín Fernández para obtener —hace dos años— su doctorado en la Universidad Complutense. Su tesis: la televisión mexicana fue determinante en apuntalar la imagen de Peña Nieto y minar la candidatura de Andrés Manuel López Obrador en la campaña presidencial del 2012.

Desde el gobierno del Estado de México —resumió— Peña Nieto había implementado una campaña permanente de publicidad y relaciones públicas encaminadas a poner en valor las principales obras de su gobierno, y construir en torno a su figura una persuasiva imagen de político eficaz, de seductor que cumple lo que promete.

Pero el candidato perfecto resultó un presidente bastante mediocre. Las pugnas al interior de su gabinete, pero sobre todo los excesos de sus más cercanos, inexorablemente afectaron su plan de reinstalar al PRI como partido hegemónico.

Para gobernar —quedó claro, incluso antes— no sólo basta un político carismático, con un proyecto bucólico y una oposición alineada. Sanmartín Fernández concluyó que la campaña presidencial de 2012 fue la última contienda electoral en México en la que la televisión desempeñó un papel preponderante, tanto como espacio privilegiado de disputa política y comunicacional, como por su influencia en la imagen de los candidatos y, en última instancia, en el voto.

La imagen de Peña Nieto nuevamente está a debate, a partir de la aparición del libro Confesiones desde el exilio escrito por Mario Maldonado. Las críticas coinciden en lo esencial: las entrevistas entre el expresidente y el periodista produjeron escasos detalles íntimos y políticos. Su enojo con Angélica Rivera por haber respondido al escándalo por su residencia en Las Lomas y la intentona empresarial por influir en la contienda presidencial en el 2018, entre los datos más destacados.

Efectos secundarios
RECLAMOS. Acaban de cumplirse 32 años de las explosiones en el sector Libertad de Guadalajara, Jalisco. Una tragedia —recordó el gobernador Enrique Alfaro— que no se puede repetir. Pemex nunca asumió su responsabilidad, aunque ya se ha formalizado un reclamo por la reparación del daño, ante la Presidencia de México. “Espero que lo hagan y lo hagan pronto”, sentenció el mandatario emecista.