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He dejado de contar los días e incluso hasta los meses que llevamos viviendo en confinamiento, en realidad me entero que hemos pasado los 6 o los 7 cuando alguien lo menciona en los medios de comunicación o en las redes sociales.

He dejado de contar muchas cosas y hasta he dejado de usar aretes, por solo recordar lo más cercano y rápido que se me venga a la mente.

Todos hemos dejado de ser un poco de los que éramos antes del mes de marzo, hemos dejado de salir a comer al restaurante favorito, ya no vamos al cine a comer un combo de palomitas con refresco grande, ya no salimos con los amigos y no tenemos esos fines de semana en familia, y no se diga los que ya hemos cumplido años y nos ha tocado vivirlo diferente.

La pandemia también ha llegado para los fotoperiodistas, algunos han caído en la búsqueda repetitiva de las mismas escenas porque no quieren salir del mismo cuadrante y de la zona de confort que ya encontraron.

Eso también pasa en los trabajos creativos, pareciera que encontrando un algo que nos apaciente, es suficiente y así no nos arriesgamos psicológicamente a cambiar y arriesgarnos a perder la estabilidad en nuestras rutinas diarias.

A falta de eventos en las órdenes diarias, muchos salen a las calles a fotografiar a quienes pasan por las calles, esperando que estos les den alguna historia que seguir.

Vivir lo que estamos viviendo está resultando complicado y para algunos está siendo como un balde de agua fría, sin tener a dónde refugiarse.

La foto del día de hoy es de Elizabeth Ruiz de Cancún, quien se encontró con este señor de más de 70 años en las calles utilizando un bote de galón de plástico en la cabeza como una especie de casco protector del virus.

En su casco protector incluyó un par de leyendas importantes a sabiendas de que atraería la atención de quien lo viera caminando por allí.

“Cuídate ¡Sííííííí! Pero no te olvides del planeta, recicla”. Tan solo un orificio en la nariz por donde le entra el aire para respirar, pero debajo un cubrebocas grande estirado y detenido con cinta a su alrededor.

Al borde de la locura - lauragarzaalbordedelalocura
Foto de Elizabeth Ruiz/ Instagram: @elizabethfotocancun

¿Quién utilizaría un bote de plástico con el calor y la humedad de Cancún? ¿Quién se atreve a romper la inercia de lo que es “normal” para llamar la atención así? ¿A quién se le ocurre una manera creativa para recordar la importancia de reciclar?

Solo quienes ya están cansados de salir a las calles a trabajar y ver la irresponsabilidad de muchos que parece no creer o que les da igual si pueden contagiar o no.

Aquellos cansados de ir en la normalidad y que dentro de romper lo ordinario, viene una diversión por atraer las miradas, por reírse con otros y por qué no, por sentirse ingeniosos al resto.

En estos últimos diez días he estado en contacto con amigos que ya se sienten asfixiados, agotados y un poco frustrados por las limitantes que el COVID-19 nos ha colocado a la hora de querer trabajar y de llevar una vida social.

No es y parece que no será fácil, pero este hombre canoso, con arrugas en su piel es una muestra que tenemos muchos medios para lograrlo.

Elizabeth podrá haberse reído de la buena suerte que tiene en encontrarse a personajes curiosos en la playa y en su camino diario al trabajo, pero esta vez creo que el mensaje es claro para ella y para todos.

Vale la pena salirse de lo cotidiano y de lo que los demás esperan ver.

Un retrato con la luz de mediodía, en donde el sol quema y genera sombras en el rostro de cualquiera, con el calor de vivir en una playa y la inacabable lista de cosas que NO debemos de hacer.

Tenemos que seguir saliendo a ver qué vemos o reinventar la mirada dentro de casa, para quienes vivimos con niños o personas mayores y actuamos con mayores cuidados, estamos obligados a romper las líneas que siempre vemos, es darle sentido a lo que pareciera tan inocuo, es detenernos y crear un ambiente distinto.

Basta ver la última carpeta de las fotografías que hemos tomado y ver lo que estamos repitiendo, pero también lo que hemos dejado de ver.

Puede que estemos al borde de la locura, por lo que lo único que queda es capitalizarla y orientarla a divertirnos o a hacerla radicalmente diferente.

¡Cuídate!