Minuto a Minuto

Nacional Marina del Pilar niega acusaciones tras cancelación de visa por parte de EE.UU.
Ávila Olmeda no ha recibido una explicación oficial sobre la cancelación de su visa, pero dijo estar tranquila y confiada en que todo se aclarará
Nacional Los desplazamientos por violencia en México se duplicaron en 2024, hasta los 26 mil
México es uno de los países más afectados en América por este tipo de desplazamientos, solo por detrás de Colombia, Haití y Guatemala
Internacional Florida busca que militares deporten migrantes y que policías de carreteras hagan redadas
El gobernador de Florida propuso usar a la Guardia Nacional como jueces y a la Patrulla de Carreteras para hacer redadas migratorias
Internacional Los arrestos de migrantes en la frontera sur de EE.UU. repuntan 16.7% mensual en abril
La Patrulla Fronteriza estadounidense detuvo en abril a 8 mil 383 migrantes, mil 199 más que los 7 mil 184 de marzo
Nacional Programa ‘Salud Casa por Casa’ ha visitado a 8.5 millones de personas adultas mayores y con discapacidad
La presidenta Sheinbaum presentó avances del nuevo programa 'Salud Casa por Casa', dirigido a adultos mayores y personas con discapacidad

Por un sutil camino, Jesús Silva-Herzog Márquez nos ha ofrecido la mejor versión legible que hay, en un libro clásico, sobre la batalla con los espectros de la historia que libra el actual Presidente de México.

Se trata del libro de Marx: “El 18 brumario de Luis Bonaparte”, cuyas primeras líneas dicen: “En alguna parte Hegel observa que los grandes hechos y personajes de la historia suceden, como si dijéramos, dos veces. Se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra como farsa”.

Marx hace una salvaje crónica política del simulacro de imperio que Luis Napoleón Bonaparte quiso recrear en Francia (1852-1870) envuelto en los vapores de la grandeza de su tío. Algo semejante pasa en el baile de disfraces históricos de la llamada Cuarta Transformación: la obsesión de vestirse con tiempos y personajes mayores de la historia previa.

La historia, dice Marx, toma sus disfraces de donde los necesita, pero no se porta según el boceto de la voluntad de nadie. Imponerle disfraces es acercarla a la farsa. La voluntad de encarnar y dirigir la historia está en el centro del discurso del Presidente de México, quien no sólo pretende usar las galas mayores del repertorio nacional, sino resumirlas y superarlas.

La discordancia es evidente: Quiere ser Juárez, pero es López Obrador. Quiere ser el jefe del partido liberal, el partido histórico del progreso, pero es el dirigente de Morena. Quiere ser el reconstructor de la grandeza petrolera de México, pero es el presidente de un Pemex endeudado y disminuido.

Quiere ser el nacionalizador de la electricidad, pero es el valedor de una compañía eléctrica que ganaba miles de millones de pesos hace cuatro años y pierde miles de millones hoy.

El disfraz de Lázaro Cárdenas y de la expropiación petrolera de 1938 asoman como intención histórica bajo la presurosa ley, aprobada antier, de nacionalización del litio, mineral que ya estaba nacionalizado.

Nuevamente el efecto es visible: la gesta se vuelve gesto; la grandeza es retórica, la memoria es disfraz, la historia de cada día, algo parecido a la caricatura. “El presidente historiador”, resume Silva-Herzog, “ha quedado secuestrado por la fantasía de su trascendencia”.