Elecciones 2024
Elecciones 2024

Colombia le dio la espalda este domingo a “los de siempre”: a sus políticos tradicionales. Le dio el 40% de los votos a un candidato de izquierda, Gustavo Petro, que ganó la primera vuelta, y casi el 30% a un político emergente, sin partido, o con un partido inventado por él para estas elecciones, Rodolfo Hernández. La votación por Petro es una anomalía en un país que no ha tenido nunca un gobierno de izquierda.

Y, sin embargo, Petro es lo que parece más normal en el escenario, con algo que parece un programa coherente para un gobierno de izquierda, pues su primera propuesta es una reforma fiscal que añada varios puntos a la recaudación. Petro parece olvidar que fue el proyecto de una reforma fiscal lo que incendió el gobierno del actual presidente, Iván Duque, y abrió el espacio de protesta que sepultó a Duque y, al parecer, al resto de la clase política tradicional colombiana.

Todo esto, a juzgar por la manera como los votantes saltaron por encima de la candidatura de derecha tradicional de Federico Gutiérrez, Fico, y se fueron por la candidatura de derecha populista de Rodolfo Hernández, al que pusieron en segundo lugar en la primera vuelta. Fico ha dicho que votará por Hernández, un empresario cuya bandera es la anticorrupción, autor de un lapsus célebre en el que queriendo decir que su pensador alemán favorito era Albert Einstein, dijo que era Adolfo Hitler.

Las casas apostadoras dan ya un 70% de posibilidades de que Hernández gane la presidencia y la pierda Petro, en un giro de última hora hacia la querencia derechosa. Sabrá Marx si en este revoltijo colombiano las palabras izquierda y derecha dicen algo de fondo sobre los candidatos o sobre los votantes.

Lo que sí está presente aquí es la acusada tendencia, latinoamericana y global, de rechazar todo lo que huela al gobierno saliente y, de paso, a los políticos tradicionales. Vale decir: la búsqueda de un atajo para salir de “los de siempre” y echarse en brazos de algo nuevo, distinto, esperanzador, aunque proponga fantasías.

La historia no termina bien.