Elecciones 2024
Elecciones 2024

Escribí en mi cuenta de Twitter, ahora X, una frase que quiero explicar.

Dice “Ah, los maestros de los matices que no ven el bulto”.

Es lo más común que hay: no ver, pasar por alto, dar como normal la presencia del elefante en la sala y hablar de la sala empezando por los muebles y no por el elefante.

Es lo que pasa en muchas conversaciones profesionales sobre cómo van las campañas de 2024. Quién va adelante, qué encuestas mienten menos o se acercan más.

La conversación adquiere refinamientos insólitos a veces, descubre ángulos sorprendentes en los candidatos que compiten, pero no empiezan por donde deberían empezar: señalando el bulto, advirtiendo lo obvio.

Lo obvio de estas elecciones, es que no son unas elecciones normales, sino unas elecciones sesgadas en las que el gobierno interviene como nunca y el Presidente todos los días.

Este es el bulto que deberíamos señalar a interlocutores, oyentes y lectores, antes de entrar a los matices: la cancha está dispareja.

Si se tratara de un juego de futbol, los cronistas deberían decir, antes de empezar a ver alineaciones y estrategias: “No se les olvide, amigos, este juego va 1-0 a favor del equipo local. El visitante tiene que meter 1 para empatar y 2 para ganar”.

Dicho esto los comentaristas pueden entrar en los matices, luego de reconocer la realidad del bulto. A saber, que un equipo entra a la cancha con una ventaja difícil de descontar. Que el juego no es parejo.

El juego electoral mexicano de este año empieza con ventajas excesivas para el equipo local, el de los candidatos oficialistas.

Tienen más dinero legal e ilegal, bajo y sobre la mesa, la decisión del gobierno de intervenir en la elección y del Presidente de conducir la campaña a su favor.

El oficialismo entra a la cancha con una ventaja injusta. Por aquí deberían empezar nuestras conversaciones sobre la contienda electoral: reconociendo el bulto, antes de entrar a los matices.

Hay una cancha dispareja, oculta sólo para quien no quiere verla, y un marcador escondido, invisible sólo para el que no lo quiere contar.