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El Foro Económico Mundial ahora se está enfocando en la construcción de un capitalismo con capacidad de respuesta a los problemas del siglo XXI.

Davos lucha por reinventarse. El foro, que durante cuatro décadas fue la caja de resonancia de la agenda global neoliberal, pretende ser la probeta donde se producirá un nuevo tipo de capitalismo: más compasivo, más sostenible y con capacidad de rectificar luego de años de ceguera y sordera voluntarias.

¿Que pretende Klaus Schwab? El creador de este espacio de encuentros y desencuentros reconoce la gravedad de la situación actual. Las viejas respuestas economicistas no satisfacen a nadie. La estabilidad y el crecimiento no son suficientes. En la esfera económica no basta porque la riqueza generada no se reparte. En el ámbito político, porque la inequidad ha vulnerado la democracia. La sociedad ha perdido la paciencia. Se deja querer por los populistas, los extremistas y las opciones violentas.

Schwab no es un filósofo, sino uno de los más geniales organizadores de eventos del mundo. Hay miles de reuniones de negocios en todo el planeta, pero ninguna como Davos. En este pueblo al pie de los Alpes donde los hombres de traje gris se encuentran con esquiadores que visten como si fueran los X-Men, se celebra una cumbre que merece ese nombre. Hombres de 
Estado, empresarios, activistas, pensadores y artistas se dan una pausa y se dedican a pensar y discutir cómo arreglar el mundo.

Hay mucho que arreglar: medio ambiente, democracia, gobierno corporativo, sistemas educativos, medios de comunicación. En Davos se discute cada año el papel de los empresarios, el gobierno, las ONG. El gran cambio del WEF es que ha dejado de pretender ser la cumbre de la que salen las tablas de Moisés. Hay incertidumbre ante la complejidad de los nuevos escenarios. La única certidumbre es la necesidad de apertura ante los puntos de vista diversos.

Hace un poco más de un lustro, Davos ensayó el filantrocapitalismo. Este concepto, acuñado por Matthew Bishop, el editor de The Economist, ponía énfasis en la necesidad de hacer que los billonarios compartieran a través de donaciones y aportaran su know-how para el crecimiento de las iniciativas de impacto social.

El filantrocapitalismo sigue, pero hay clara conciencia de que no es suficiente. La parte más dramática de la crisis global ya terminó, pero la recuperación tiene cara de otra enfermedad. Davos era famosa a principios del siglo XX por su atención a la tuberculosis. Ahora se está especializando en enfermedades socioeconómicas.

El Foro Económico Mundial ha empezado a producir documentos conjuntos con Oxfam y habla de la inequidad como un riesgo para la democracia y la economía: genera inestabilidad y menos crecimiento. Cómo redistribuir con eficacia es el dilema. Esta cuestión se ha colocado en el centro de este foro protagonizado por millonarios y hombres de Estado. Aquí se habla de aumento de salarios mínimos y de aumentar la rendición de cuentas de empresas, grupos profesionales y del sector público, por supuesto.

¿Por qué importa esto? Si hay alguien capaz de marcar una nueva tendencia en la acción global es el Foro Económico Mundial. Hace cuatro décadas puso en el mapa la agenda de la competitividad. Ahora se está enfocando en la construcción de un capitalismo con capacidad de respuesta a los problemas del siglo XXI. No es seguro que pueda hacerlo, pero sus ensayos serán replicados en todo el mundo… hasta en México.