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Si en la Zona Metropolitana del Valle de México no hemos tenido estos días más de 150 puntos Imeca de ozono es, simplemente, porque el secretario Tláloc del medio ambiente ha cumplido puntualmente con su trabajo de hacer llover después de las 4 de la tarde.

La política medioambiental de la capital del país, del Estado de México y de la llamada Megalópolis ha sido un fracaso rotundo. Hay un enorme temor de hacer lo correcto por miedo a una reacción colérica de los ciudadanos.

Mientras los gobernantes se sientan presidenciables no hay manera de que se animen a tomar decisiones necesarias pero impopulares. Piénselo, cuatro de los seis gobernadores de la Megalópolis ya se vieron en Los Pinos en el 2018.

Quien busca votos cuida su imagen, no el aire. Es más fácil reaccionar a una encuesta que a una crisis de salud que está costando vidas como la emergencia ambiental que vivimos.

El transporte público debería tener tarifas reales, no subsidiadas, a cambio de tener un buen sistema con unidades nuevas, más eléctricas e incluso como parte de una empresa pública.

Tener un automóvil particular en esta contaminada zona debería tener un sobreprecio y la tenencia debería ser mayor en la medida en que el auto sea más viejo y contaminante. Un pago por centímetro cúbico del motor de combustión.

Las gasolinas que se venden en la Megalópolis y en otros centros urbanos como Monterrey o Guadalajara deberían cumplir con los más altos estándares, por ejemplo de restricción de azufre que hoy no están en vigor.

Y es que si bien las gasolinas que se venden en México no son chinas, tampoco cumplen con la condición de ser de ultrabajo azufre, como lo marca la NOM-086 obligatoria desde el 2009 para el diésel.

Simplemente no hay la infraestructura en las refinerías para cumplir con esa normatividad y los impuestos que se cobran en los combustibles, vía el Impuesto Especial sobre Productos y Servicios y el Impuesto al Valor Agregado de más de 50 por ciento del costo de los combustibles se destinan a completar el gasto público.

El reciente aumento a las gasolinas tuvo un evidente carácter recaudatorio ante la imposibilidad de hacer una reforma fiscal más amplia, también por aquello de la buena fama del gobierno.

El aumento de este mes en los combustibles, en sentido contrario a la baja en Estados Unidos, confirma el carácter recaudatorio de las gasolinas. Lo que no prueba es el uso de las gasolinas como un instrumento anticontaminante, como por ejemplo sucede en el estado de California.

La contaminación ambiental y sus efectos en la salud no son temas populares entre la población. Preocupa más dejar el coche un día a la semana que lo que ocurre con nuestros pulmones. Por eso la actuación política va hacia esos intereses personales.

Por eso es posible que un personaje como López Obrador, que es uno de los grandes responsables de la crisis de circulación en la Ciudad de México, pueda salir tan campante a reclamar por el aumento en las gasolinas. Hace campaña abusando de nuestra mala memoria e indiferencia colectiva.