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La semana pasada China anunció una revisión en su proyección de crecimiento económico para este año, reduciendo su objetivo de crecimiento de 7.5 a 7%, cifra que representa la expectativa oficial más baja desde el 2004. El anuncio de una menor expectativa de crecimiento no constituye una sorpresa mayor, ya que el consenso de los principales economistas ya se ubicaba en ese nivel.

Sin embargo, la revisión es evidencia de que el modelo de crecimiento chino se encuentra en una etapa de transición -de agotamiento, dirían los más pesimistas- que pudiera resultar en tasas de expansión aún menores a lo esperado por el mercado.

Vale la pena recordar que la economía china ha crecido a una tasa anual promedio cercana a 10% durante las últimas tres décadas, pasando del lugar 11 al dos en el escalafón económico global.

Durante buena parte de este amplio periodo de crecimiento acelerado, el modelo económico estuvo principalmente basado en la industria manufacturera de exportación donde China ofrecía ventajas competitivas claras en términos de costos de producción que llevaron a muchas industrias de países desarrollados —principalmente de Estados Unidos— a hacer un outsourcing masivo de sus manufacturas.

Sin embargo, conforme el motor exportador ha perdido vigor, dada la desaceleración económica de los principales consumidores de productos chinos, la pérdida de competitividad de la industria manufacturera en China y el hecho de que varios países han alcanzado ya su máximo nivel de outsourcing de manufactura hacia el gigante asiático, el modelo económico chino entró a una segunda etapa donde la inversión pública se convirtió en el principal motor de crecimiento.

No obstante, este modelo de crecimiento también parece estar llegando a su fase de agotamiento.

Para varios expertos, el problema principal es que ningún país puede ser suficientemente productivo para reinvertir 50% de su PIB en infraestructura y otros bienes de capital —el promedio de inversión en otras economías en fase acelerada de desarrollo es más cercano a 30%— sin provocar un problema de sobrecapacidad y retornos decrecientes.

Este argumento es de libro de texto, ya que el retorno marginal del capital es decreciente y la velocidad a la que China ha venido invirtiendo hace que los retornos decrecientes lleguen muy rápido. El gobierno chino está consciente de esta situación y está tomando medidas concretas para facilitar la transición del modelo económico a una tercera etapa basada en el consumo doméstico como principal motor de crecimiento.

El reto es complicado, ya que los consumidores chinos mantienen una baja propensión a consumir y un alto nivel de ahorro a pesar del crecimiento observado en el ingreso disponible. Es por esto que China busca implementar reformas para disminuir la dependencia del sector público y encontrar la manera de impulsar una mayor participación del sector privado.

Sin embargo, éste es un proceso que no tendrá resultados inmediatos y el gobierno chino lo sabe. Es por esto que el banco central (Banco Popular de China) ha comenzado a relajar su política monetaria iniciando un ciclo de baja en las tasas de interés de referencia.

Adicionalmente, no se descarta que China tome medidas de expansión monetaria cuantitativa similares a las que usó la Fed entre el 2011 y el 2013 y que ahora están implementando el Banco Central Europeo y el Banco de Japón.

Una medida de este tipo ayudaría a aliviar el problema de endeudamiento de los gobiernos locales en China y además podría contribuir a incentivar el consumo.