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Más allá de los índices bursátiles, el principal foco rojo en el mundo emergente son las monedas.

Los que ven inminente un aumento de las tasas de interés en cosa de tres meses, y los que consideran que no será este año cuando la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) aumente el costo de los dólares, tienen algo en común: realmente no lo saben.

Y es precisamente la incertidumbre lo que más alimenta la especulación financiera, por aquella necesidad de ser el primero en salirse de un mercado antes de la caída o el primero en llegar antes del rebote.

La apuesta es un poco más sofisticada que la simple fecha en que se dará el aumento en la tasa de los fondos federales. Lo que más puede angustiar es la velocidad y la intensidad con la que el banco central de la economía más grande del mundo iniciará la regularización de su política monetaria, una vez que se decida a disparar el primer cuarto de punto.

La semana pasada el dato de una creación más dinámica de plazas laborales alteró a los mercados, que elevaron su estimación de que está próximo el aumento.

El crecimiento estadounidense mostró una desaceleración este invierno; la calidad de los empleos creados es en promedio menor a las plazas perdidas tras la gran recesión; el consumo se mantiene deprimido; las malas condiciones climáticas retrasaron las operaciones de comercio exterior y se presentó una drástica caída en los montos tanto de importaciones como de exportaciones marítimas.

Es un hecho que los dólares con premio que se ofrecerán con el aumento en las tasas de interés son como miel para las moscas financieras, que huyen de otros mercados maduros que hoy mantienen políticas monetarias laxas, y los mercados emergentes son los que más sufren porque pierden atractivo ante el costo de oportunidad.

Más allá de los índices bursátiles y sus propios ritmos de alzas y bajas, el principal foco rojo en el mundo emergente son las monedas.

Hay casos de verdadera preocupación, como el real brasileño, que puede salirse de la cauda de las consecuencias de la política monetaria de Estados Unidos para convertirse en un problema autónomo que genere un nuevo efecto samba que sacuda al mundo.

La devaluación de las divisas acaba por tener afectaciones locales.

El hecho de que el peso mexicano sea un pasajero del tobogán mundial de las bajas no significa que no tenga efectos locales indeseables.

Echándole un buen ojo a la inflación, la depreciación del peso frente al dólar ya empieza a tener impacto inflacionario, paliado por el consumo deprimido y los precios de algunas materias primas, pero empieza a haber un traslado a los precios.

Por lo tanto, también empieza a ser una apuesta válida el adelantar expectativas sobre las tasas de interés en México y también esperar señales sobre la velocidad e intensidad con la que el Banco de México podría encarecer el costo del dinero.

Porque una cosa es una burbuja en la relación peso-dólar y otra son cinco meses consecutivos de depreciación sostenida y expectativas de ver los dólares a 16.