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No son pocos los demócratas y republicanos que si tuvieran la oportunidad de regresar el tiempo 22 años atrás no apoyarían ni de broma la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

La puerta abierta al comercio con América del Norte le redituó a México de inmediato tras su entrada en vigor, con el salvavidas que implicó el mercado de Estados Unidos tras la crisis de diciembre de 1994.

La realidad es que los resultados han sido positivos para las tres economías, aunque es un hecho que tiene claroscuros en determinados sectores. Sobre todo para Estados Unidos, que es el mercado de consumo más grande del mundo, además de uno de los más grandes exportadores de capitales del planeta.

La principal aportación de México a la sociedad era una mano de obra barata y muy cercana para el ensamble de cualquier cantidad de productos, además de la proveeduría de materias primas como el petróleo.

Hoy los políticos de Washington recuerdan el TLCAN y lo ubican a nivel de un demonio que quieren exorcizar. Barack Obama pretende recuperar aquellos poderes presidenciales de antaño que permitieron a George Bush padre usar la vía del fast track para pasar por el Congreso el acuerdo comercial trilateral.

Y Obama quiere ese poder para concretar un acuerdo comercial con Japón y países que le acompañan en el Trans-Pacific Partnership (TPP), para el que previsiblemente Obama encuentra más aliados republicanos que demócratas. Pero el freno está en el TLCAN y la promesa incumplida del presidente Obama de buscar una renegociación con México y Canadá. Además, hay facturas que también le cobran a este gobierno por el más reciente acuerdo comercial con Corea del Norte.

Es muy probable que en un balance general Estados Unidos fuera uno de los grandes beneficiarios de un acuerdo del tamaño del TPP, pero vencer resistencias internas es muy difícil para un presidente que además no goza de mayorías ni de su mejor momento de popularidad. Así que esto va para largo.

Muchos desearían tener la suerte que tiene México de contar con un acuerdo comercial con Estados Unidos del tamaño del TLCAN.

Lo que hoy es un hecho es que Estados Unidos es el mercado más atractivo del mundo. Siempre lo ha sido, pero hoy lo es mucho más por la simple razón de que es la única nación desarrollada del planeta que está comprando y consumiendo.

Justamente el TLCAN es una ventaja competitiva para México, lo es su cercanía y ciertamente la paridad cambiaria. Pero hay otras naciones deseosas de ocupar el lugar que tiene nuestro país en el corazón comercial estadounidense.

Puede ser que en algún momento se puedan dar las condiciones para completar el TPP, quizá el día que no solo uno de los firmantes tenga tasas altas de crecimiento, pero por lo pronto lo que hay que cuidar es la puerta abierta del comercio con Estados Unidos.

Porque ante la realidad de un mercado interno deprimido y los altos niveles de pobreza, otra vez el motor que mueve la economía mexicana está en el comercio exterior, específicamente en esas ventas tan importantes de manufacturas que hoy se hacen a Estados Unidos.