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Ojalá que tanto el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, como el resto de su equipo, hayan aprovechado la visita del titular de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos para preguntarle su experiencia en eso de recortar el gasto público en México.

José Ángel Gurría se estrenó como secretario de Hacienda en el sexenio de Ernesto Zedillo con un recorte al presupuesto gubernamental por la drástica caída del precio del petróleo.

En su primera conferencia de prensa recién llegado al cargo, hoy hace exactamente 17 años, Gurría anunció una disminución de 15,000 millones de pesos del gasto porque no se cumpliría la expectativa del precio del petróleo pronosticado para aquel 1998.

Eran tiempos en que el gobierno mexicano no consideraba las coberturas petroleras como un seguro necesario para la estabilidad financiera.

Fueron al menos tres los recortes que se hicieron al presupuesto, porque también hay que recordar que los precios de la mezcla mexicana se fueron ese año hasta el sótano de los 8 dólares por barril.

Y sobre todo los recortes fueron la salida, porque el entonces presidente priísta, Ernesto Zedillo, estaba convencido que la estabilidad y la disciplina fiscal y financiera era la única manera de aspirar a un crecimiento económico.

No podría ser de otra manera cuando ese sexenio se había estrenado con una de las peores crisis de la historia reciente del país.

Zedillo y Gurría con su política de recortes presupuestales, antes que aumentos de impuestos o incremento del endeudamiento público, heredaron una economía sólida. También heredaron a un duro secretario de Hacienda que gobernó a la par del presidente panista Vicente Fox en esa línea de la disciplina. Aunque habría que reclamarle a Fox y a Francisco Gil Díaz que fueron dispendiosos con los excedentes petroleros que les tocaron.

Como sea, la herencia de aquella crisis petrolera de finales del siglo pasado fue la disciplina como método más seguro de salir adelante.

Es por ello que, como lo comentábamos la semana pasada, ya hacía falta que salieran los más altos funcionarios financieros del país a decir qué harían en caso de que los ingresos no alcanzaran.

Finalmente fue el propio Luis Videgaray el que, frente a José Ángel Gurría, dijo que la alternativa única para este gobierno era economizar en el gasto.

Tengo claro que ésa es la forma de pensar del propio presidente Enrique Peña Nieto, que a pesar de haber optado por un desequilibrio financiero durante los dos primeros años de su gobierno, sí hay la conciencia de lo importante, que es mantener sanas las finanzas nacionales.

La vía fiscal es también una alternativa, sobre todo por los boquetes que se mantienen en los impuestos al consumo. Pero políticamente es imposible que los priístas gobernantes opten por esa opción.

Por ello, saber que no van por más deuda, sino por menos gasto es como una bocanada de aire fresco para los que temíamos el camino fácil de aumentar el déficit como una alternativa para el gobierno federal.

Ya no parece haber más alternativa que el recorte presupuestal, incluso este mismo año. Lo que hay que conocer es dónde se empezará a aplicar la tijera.

Lo ideal, lo deseable, es que se aplicara lo más posible en el gasto corriente, antes que en el gasto de inversión, mucho menos en el gasto social.