España tiene claro que el español es un arma económica y la usan con todos los músculos, incluyendo la lengua y el cerebro. En eventos como el Congreso Internacional de la Lengua Española se nota: a San Juan de Puerto Rico viajan los reyes, ministros del gobierno en funciones, y la delegación más grande de … Continued
España tiene claro que el español es un arma económica y la usan con todos los músculos, incluyendo la lengua y el cerebro. En eventos como el Congreso Internacional de la Lengua Española se nota: a San Juan de Puerto Rico viajan los reyes, ministros del gobierno en funciones, y la delegación más grande de expertos en el idioma. Además, acaparan la lista de patrocinadores y los stands de venta de libros en los pasillos del Centro de Convenciones de Puerto Rico.
Los peninsulares tienen menos hispanohablantes que México o Colombia, pero mantienen el liderazgo en influencia y consiguen la mayor rentabilidad económica y diplomática de la lengua. Son un buen ejemplo de lo que Joseph Nye llama soft power, esa capacidad para lograr poder y prestigio a través del empleo de los productos culturales. El idioma contribuye con 16% de su Producto Interno Bruto. Ese bien intangible aporta casi 200,000 millones de euros a su economía, a través de industrias como la editorial y las tecnologías de la información, además de servicios como la educación o el turismo.
En el séptimo congreso de la lengua se habla de colaboración y de la fraternidad que se genera en los 21 países que hablan el español, pero está implícita una competencia hispano-mexicana en la que México juega un papel relativamente pobre. México es el país con el mayor número de hablantes de español. Sin embargo, no tiene una estrategia comparable a la española para dar rentabilidad a esa condición. Cede terreno frente a los españoles, como si los tiempos de la Colonia siguieran vivos. Uno de cada cuatro hispanoparlantes son mexicanos, pero el español no tiene siquiera el estatuto de idioma oficial en la Constitución mexicana. En teoría, esto sirve para defender las lenguas indígenas. En la práctica, no sirve para nada.
Son nacidos en México dos tercios de los hablantes de español en Estados Unidos, aunque son los españoles los que tienen un plan más acabado para aprovechar el crecimiento del español en Estados Unidos. Los institutos Cervantes son pieza clave en esto. Se dedican a promover el español, empacado en un contexto de cultura española. Los latinos de Estados Unidos ya son la comunidad que genera más PIB en el orbe, por encima de México y España. Si se materializan las tendencias demográficas, serán también el número uno en cuanto a población. ¿Hay un esfuerzo ordenado para aprovechar esto desde México? Seguimos dependiendo de talentos excepcionales o de las estrategias de empresas que entienden el valor del mercado para los productos culturales en español, provenientes de México o intensivos en mexicanidad.
En el Congreso Internacional de la Lengua de San Juan no se define casi nada, pero sirve como escenario para mostrar la estrategia lingüística. La delegación mexicana en Puerto Rico constituye un grupo muy compacto que no viene en busca de protagonismo ni de confrontación a la hegemonía de España. Fue encabezada por Jaime Labastida, presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, e incluye a intelectuales tan articulados en el uso de la palabra como Gonzalo Celorio o Jorge Volpi. Mención aparte merece el Nobel Mario Molina, el único hispanohablante vivo que detenta un reconocimiento de la Academia Sueca en ciencias duras. Molina estuvo muy activo, trazando hilos entre las ciencias y el uso del español.
¿Cuanto vale para México el español? Si usamos como parámetro el valor de las industrias creativas y culturales, podemos hablar de 7 u 8% del PIB. Estamos lejos de 15% de los españoles, pero eso no es extraño. Ellos entienden el valor del idioma y lo usan en su favor. Nosotros nos dedicamos a flotar. En vez de estrategia, esperamos un milagro.
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