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No son tiempos de pensar en altas tasas de crecimiento, sino de valorar la estabilidad.

México no crecerá 2.5% en el 2016. El recorte del gasto público más el enfriamiento de la economía mundial se combinarán para frenar el PIB mexicano.

El crecimiento estará alrededor de 2 por ciento. Es una maravilla, si nos comparamos con Brasil o Venezuela, cuyos indicadores económicos se están cayendo a pedazos. No es tan maravilloso, si revisamos el comportamiento de la economía mexicana desde 1990 a la fecha. En ese cuarto de siglo, México ha crecido un promedio de 2.6 por ciento. En 18 de esos 25 años, el PIB se incrementó por encima de 2.5 por ciento.

Algunos no prefieren mirar para atrás. Para darles gusto podemos enfocarnos en lo que pasa ahora y utilizar una perspectiva global. La economía mundial creció alrededor de 3% en el 2015 y está proyectado para crecer entre 2.5 y 3% en el 2016.

México crece abajo del promedio mundial, aunque por encima de los países de la OCDE, también conocido como el club de los países ricos (al cual pertenecemos, pero compartimos la última posición con Turquía). Decir que crecemos más que los países de la OCDE es una buena noticia, pero requiere un asterisco. Las naciones de esta organización han alcanzado los más altos niveles de desarrollo humano y cuentan con bajos niveles de rezago social. Países como Francia, Alemania o Canadá no necesitan crecer con altas tasas del PIB. La inmensa mayoría de su población vive bien o muy bien. México es otra historia: estamos obligados a crecer por encima de 5% para abatir significativamente la pobreza. Crecer, no un año ni dos, sino una generación completa. Para alcanzar un estatus de nación desarrollada, deberíamos crecer 6% o más durante tres décadas.

No son tiempos de pensar en altas tasas de crecimiento, sino de valorar la estabilidad. Ése es el mensaje que emite en estos días la Secretaría de Hacienda. Tiene razón, en más de un sentido. El mundo entero vive un periodo de atonía que se refleja en un magro crecimiento, una desaceleración del comercio internacional y un ajuste a la baja en los pronósticos para las principales naciones: Estados Unidos, China, Japón y Alemania.

El problema es que llevamos muchos años atrapados en un crecimiento mediocre. Somos campeones en estabilidad, pero segundones en desarrollo económico. Estamos por debajo de nuestro potencial y con los años, en vez de resultados, hemos producido una jauría de buenas explicaciones, todas ellas válidas: la violencia; la corrupción; la ausencia del Estado de Derecho; la baja productividad, la situación internacional, entre otras.

Estancamiento estabilizador, le llaman René Villarreal y Francisco Suárez Dávila, dos economistas que ocuparon altos cargos en administraciones anteriores. ¿No será más bien estabilización estancadora? El objetivo de estabilizar se ha cumplido con regularidad desde los tiempos de Zedillo, pero no hemos encontrado la forma de detonar el crecimiento.

¿Son las reformas estructurales el antídoto al estancamiento? En teoría así debe ser. Son de gran calado y gozan del respaldo de grandes empresarios y expertos reconocidos. El problema es que la realidad no siempre se somete a los grandes planes. Por el momento, no han hecho una gran diferencia. Hay que darles tiempo, recomiendan las voces más sabias. ¿Cuánto tiempo más? Ésa es la cuestión. El riesgo es que se acaba la paciencia antes de que lleguen los resultados… Que la insatisfacción se exprese por otras vías.

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