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El pez abisal que ascendió y tocó la cima, pero no estaba hecho para ella; recuerda al niño prodigio de la literatura Raymond Radiguet, muerto a los 20 años, tras escribir una obra maestra. No todos pueden vivir bajo la luz, sin arder.

Pudo ser el azar lo que empujó al pez abisal a buscar el fulgor. O quizá subió para abandonar un reino donde todo es incógnita despejada. Se atrevió a mirar hacia arriba: muchos no quieren quedarse en la existencia sin término. No debió morir.

Radiguet tampoco debió morir joven. Las 144 páginas de Con el diablo en el cuerpo marcaron las letras francesas. Pero la fiebre tifoidea lo dejó sin tiempo para volver a escribir. Como el pez abisal, Radiguet subió rápido, alcanzó la luz y la luz lo destruyó.

Lo que convirtió a Radiguet en mito no fue solo su muerte, sino lo que hizo antes de morir: retó a la juventud. No escribía como un novelista precoz. Con 18 años, parecía alguien que ya sabía todo sobre la vida, el amor y la traición.

Su libro cuenta el idilio entre un adolescente de 15 años y una joven de 18, Marthe, cuyo esposo, Jacques, está en la guerra. Sin medir consecuencias, viven un romance incendiario, arrebatado, que llega al cénit con el embarazo de Marthe.

Quien tiene el diablo en el cuerpo es el narrador, de quien nunca se sabe el nombre. Un adolescente irrefrenable en su afán de anular a Marthe, castigarla, convertirla en su esclava sentimental. Y lo consigue: arma una relación de codependencia enfermiza.

Al final del libro, Radiguet atisba el de su vida trágica. Escribe el narrador:

Un hombre desordenado que va a morir, y no lo sabe, comienza de repente a poner orden a su alrededor. Su vida cambia. Clasifica los papeles. Se levanta pronto, se acuesta temprano. Renuncia a sus vicios. Sus allegados se alegran de aquella transformación. Y por ello su muerte súbita les resulta más injusta, si cabe. Hubiera vivido feliz. Y así, la nueva paz que se había instalado en mi vida se había convertido en un presagio de mi penitencia.

La historia del pez abisal y la de Raymond Radiguet es la de Aquiles, que no quería una vida larga y gris: prefirió la gloria de la guerra y murió en su mejor momento. La de Edipo, que quiso saber quién era, lo descubrió y no pudo seguir siendo rey: la luz lo cegó.

Algunos están hechos para la sombra, vivir sin preguntas ni riesgos. Otros, como el pez abisal, Radiguet, Aquiles, Edipo, nacen para subir, ver, alcanzar algo que otros nunca tocarán. Y morir por ello.

La gloria es a veces una condena.