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En materia de cambio climático, México no ha hecho la tarea, porque no llegaremos a la reducción de 35% en nuestras emisiones para el 2030. No hemos hecho lo que nos tocaba, porque ni siquiera hemos elaborado documentos creíbles de cómo y cuándo llegaremos a la meta de emisiones cero. Estamos en falta, pero el mundo también. Esto no debería servirnos de pretexto, sino (pre)ocuparnos más. Las tareas realizadas no son suficientes para limitar el incremento de las temperaturas globales en 1.5 por ciento.

Hablar de alzas de 1.5 o 2 grados puede parecer poca cosa para los que no tenemos formación científica, pero sus efectos son tremendos. Según los expertos en temas climáticos: de 105,000 especies animales y vegetales estudiadas en el mundo, un aumento de 2 grados en la temperatura provocaría la extinción de 18% de los insectos, 16% de las plantas y 8% de los vertebrados.

Habría, además, una disminución severa de la nieve en los glaciares y en los picos de algunas montañas emblemáticas. También tendríamos un incremento de las inundaciones costeras y las crecidas de los ríos; daños en los arrecifes de coral y los manglares; incremento de los fenómenos de temperaturas extremas; profundización de las sequías en las zonas con estrés hídrico y una caída en el rendimiento de los cultivos de cereales de los que depende la alimentación de millones de personas y la estabilidad de las sociedades. Estarían amenazadas actividades que ahora son “normales” como el deporte al aire libre a mediodía o el turismo de sol y playa.

Mañana comienza la COP-28 en Dubai. En esta cumbre habrá un nuevo llamado para que todos los países redoblen sus esfuerzos. Los desarrollados han avanzado más en la reducción de emisiones, pero quedan a deber en su compromiso de aportar fondos para apoyar a los países en vías de desarrollo en sus tareas en contra del calentamiento global. Prometieron decenas de miles de millones de dólares y han entregado migajas.

No hay recursos para financiar la transición energética y para las acciones de mitigación de los efectos del cambio climático. Ésa es la queja de los países más pobres: lo prometido hace cinco, ocho o 10 años nunca se materializó. Muchas cosas han pasado desde la COP-21 de 2015, en París, que sigue siendo el gran referente porque allí se definió una hoja de ruta para lograr que el incremento de la temperatura del mundo no rebasara los 1.5 grados centígrados.

Aumentar la capacidad de adaptación, fortalecer la resiliencia y reducir la vulnerabilidad eran los objetivos. ¿Quién ha fallado más? Las COP son ocasiones propicias para levantar el dedo acusador. En otros momentos, Estados Unidos y Europa cruzaban acusaciones con China e India sobre quién tenía más derecho a contaminar. Esa polémica ha evolucionado y casi ha encontrado un punto final. Ahora tenemos las cosas más claras porque nos reencontramos con uno de nuestros villanos favoritos: las compañías petroleras y los gobiernos de los países productores de petróleo.

Uno de los documentos clave previo a la COP-28 es el informe sobre la producción de combustibles fósiles. Entre sus conclusiones destaca que los gobiernos planean producir 69% más de lo que sería consistente con la meta de no llegar a los 2 grados. La realidad es que la producción de gas y petróleo no disminuirá hasta después del 2040 y quizá en el 2050.

En este contexto, ¿se justifica la indignación porque la sede de la COP-28 sea un petropaís y el presidente de la cumbre el CEO de una petrolera? El primer escándalo vino de una investigación periodística en el que se develó que el sultán Ahmed Al Jaber aprovecharía el evento para cerrar tratos de venta de combustibles con China e India. En condiciones normales, esto descalificaría al organizador y descarrilaría el evento, pero estamos viviendo tiempos extraordinarios. El sultán Al Jaber es también presidente de la agencia de energías renovables de Emiratos Árabes Unidos, que promueve el desarrollo de las energías limpias en alrededor de 50 países. Tiene toneladas de dinero para hacer greenwashing, ¿podrá lograr mejores resultados que los activistas de alma pura?