Un secreto que abraza lo abstracto

Hilma af Klint alumbró la abstracción antes de que Kandinsky, Malevich y que Mondrian la “inventaran.” Fue la época  que dio a luz el conocimiento sobre los rayos X que permitieron ver por primera vez el interior del cuerpo humano y las  ondas electromagnéticas que podían enviar información a través del aire y el vacío. 

Se debatía la Teoría de la Evolución de Darwin y movilizaba cambios de paradigmas y de creencias. La teoría de la relatividad de Einstein, encaminaba una revolución en el mundo científico. Eran descubrimientos que abrían la posibilidad de que la realidad fuera otra cosa, algo distinto a lo que hasta ese momento era el mapa del mundo. Un Impasse donde la ciencia se sublevaba con la espiritualidad y sus fronteras se extendían.

Impulsada por lo que leía en la gran biblioteca de su padre, abrazada de los estantes donde la geometría y el arte hacían alarde, comenzó a pensar que existen mundos paralelos invisibles. Fue ampliando su mirada en las páginas de los libros, generando una sed  por cuestionarse, así poco a poco creó un mundo interior con más preguntas que respuestas. 

Ingresó a la Academia Sueca de las Artes a los veinte años, una de las pocas que admitían mujeres. Formó parte de la primera generación de pintores europeos que montaron exposiciones y vivieron de su trabajo. 

Se amoldaba a las normas pictóricas del momento, así que vendió retratos y paisajes realistas, una obra que incluía acuarelas botánicas, mientras acariciaba el mundo de la naturaleza y esto fue muy apreciado por sus clientes.

Pero sus cuestionamientos la llevaron a que a escondidas comenzará a crear pinturas que llenaba  de manchas al azar, ordenando después ese caos basado en las estructuras geométricas de la naturaleza, que conocía bien desde niña.

Mientras sus lienzos le procuraban un ingreso y se ganaba un reconocimiento en el medio, llevaba  consigo en secreto una vida dual; sus pinceles iban tiñendo de colores una colección de más de 1,300 obras abstractas acompañadas de un centenar de libros de anotaciones que guardó en enormes cajas.

La curiosidad me invade, qué es lo que sucede en la vida íntima de alguien que incluye una mirada secreta a otra dimensión. ¿Cómo se puede esconder una obra de tal tamaño sin que nadie lo supiera?

Me he dado a la tarea de buscarla primero a través de sus lienzos, de intentar escucharla entre los colores vivos, las líneas geométricas y lo que estas me dicen a mi. 

¿Cuando encontró expresión lo que se venía gestando en ella? 

En torno a 1880 abrazó el mundo de la teosofía y la meditación espiritual que cobraban una fuerza inaudita en aquel entonces. Teosofía es un vocablo que abarca del griego Teo que significa divinidad, y sofía que toca a la sabiduría. Para quienes profesaban estas ideas nacidas en oposición al racionalismo, el camino era estar iluminados por un espíritu superior, para acceder al conocimiento del universo mediante su intuición.

¿Donde se hace tangible el mundo profundo; el conocimiento hondo de la realidad del universo, al que podemos acceder?

Helna Petrovna Blavatsky incursora de las artes del espiritismo y quien impulsó las enseñanzas y doctrinas de este movimiento decía : 

“Huye de la ignorancia, huye igualmente de la ilusión. Aparta tu faz de las decepciones mundanales; desconfía de tus sentidos, porque son falsos. Pero en lo interior de tu cuerpo, en el sagrario de tus sensaciones, busca en lo impersonal al hombre eterno.

Vida limpia, mente abierta, corazón puro, intelecto despierto, percepción espiritual sin velos, afecto fraternal para todos, presteza para recibir consejo e instrucción”.

Su búsqueda abrió una necesidad de buscar y dar respuesta a lo que le inquietaba, de mirar más allá de lo que sus ojos le revelaban y así Hilma descubrió que el espacio que habitamos es realmente mucho más amplio de lo que sus sentidos le hacían creer.

Su obra entonces se manchó de matices que buscaban representar ese mundo rasgando la realidad tangible, abriendo espacio a lo que hay por detrás del espejo, provocando los tonos oscuros y pesados, descosiendo lo aprendido en provocación. Es sin duda el primer intento registrado en la historia del expresionismo abstracto.

Con cuatro amigas  armaron un grupo llamado Las Cinco, se reunían todos los viernes a convocar espíritus donde la búsqueda en ella era hablar con su hermana y esta se volvió una obsesión. Realizaban sesiones de pintura y poesía automáticas, un método de producir arte en el cual el artista suprime el control consciente sobre el proceso de producción, permitiendo que el inconsciente tenga gran influencia. Esto lo practicaron los surrealistas años después.

En las sesiones, ella adoptaba la posición de médium: ese que intercede entre el mundo material y el espiritual. Su función era la de mera herramienta: una vez que se dejaba atravesar por ese otro mundo no visible, era éste el que obraba en ella.

La artista plagó sus cuadros de símbolos: el alfa y la omega, la doble hélice acuñada medio siglo antes de que Watson y Crick descubrieran la estructura del ADN, la u para el mundo material y la w para el espiritual, la cruz como conexión del cielo con la tierra. 

Sus series El cisne, Parsifal, Evolución, la monumental Los diez mayores y Retablos, son evocaciones del más allá a modo de templos. 

Lienzos que representan la conexión entre lo espiritual y lo material, el micro y el macrocosmos, la luz y la oscuridad, lo femenino y lo masculino. A brochazos se plasma la dualidad como motor del mundo en una “imagen primigenia”, conciliadora de opuestos y reflejo de la unidad de donde según sus palabras, todo procede.

Temía por su reputación como un “retratista serio” y el ingreso que esto le proveía, así que tomó una decisión; llevaría una doble vida. Dedicó unos días a pintar sus encargos y otros a encerrarse en una casa de campo para desatar una pasión creativa que mantuvo absolutamente en secreto.

Eran dos pintores en una persona. Años después, hizo su testamento; puso a su nieto Erick como único heredero, pidiendo que sus pinturas las pusiera en cajas de madera y que se abrieran veinte años después. 

Es muy probable que considerara que sus pinturas estaban fuera de las reglas académicas, que hacerlas públicas terminaría su exitosa carrera, pues era posible que el mundo no estuviera listo para ver su trabajo. Pero todo es suposición, un diálogo interno de lo que pudo haber pensado, pues ella no dejó explicado nada.

Resulta que el nieto dejó este mundo antes del día marcado para la revelación de las pinturas y estas permanecieron ocultas por muchos años más.

Se dice que en el verano de 1986 cuando el movimiento artístico estaba completamente asimilado llenando los muros de los grandes museos del mundo, un agricultor sueco compró la casa de campo abandonada. En el sótano junto a la casa cubierto del polvo de los años, se avisaron las enormes cajas de madera. Cuando los abrió estaba desconcertado. Había más de un millar de pinturas, algunas muy grandes, con figuras geométricas de colores intensos.

No entendía lo que acababan de descubrir. Asume que las pinturas forman un gran escenario para alguna obra de teatro. Así que llama a un conocido que trabajaba en un museo y le cuenta sobre su hallazgo, fue cuando le dijo quien los firmaba que la curiosidad se avivó.

Unas semanas después, el Museo de Arte de Estocolmo lanzó la noticia; se había encontrado un tesoro  monumental. 

Pasaron más de cuarenta años para que una selección de estas obras se exhibiera por primera vez: en 1986, en la exposición The Spiritual in Art: Abstract Painting 1890-1985, abrió sus puertas en Los Angeles County Museum of Art.

Me quedó embebida en sus cuadros, son los que rompen las líneas los que más me gustan, esos que me hablan de la Microbiota, de este conjunto de microorganismos: bacterias, virus y parásitos que conviven dentro mio; en nuestros cuerpos y que tienen funciones vitales.

Un mundo dentro de otro mundo no allá afuera, sino dentro. Me baño en los colores vivos, me encanta pensar que soy como una nave que alberga muchos tipos de vida y que me invitan a crear mis mundos, esos que rompen el adiestramiento al que he sido sometida.

Quizá un día invite a Hilma a habitar mis sueños, tengo tantas preguntas por hacerle. Por ahora me quedo en sus lienzos, aceptó la invitación que abre mi curiosidad, mi apetito, el tejerme con nuevos hilos, el seguir cuestionando como seguramente lo hizo ella hace más de un siglo.