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La crisis griega es sólo una manifestación de los defectos congénitos y errores de diseño de la Unión Monetaria Europea, que se han hecho más evidentes con el paso de los años y la rápida inclusión de nuevos miembros a la eurozona.

La introducción de una moneda común tuvo como consecuencia la centralización de la política monetaria de toda la eurozona, mientras que las decisiones de política fiscal son facultad de cada uno de los estados miembros.

El plan original consistía en que la autonomía de la política fiscal fuera relativa, ya que los estados miembros de la eurozona deberían comprometerse a cumplir con ciertos criterios de déficit público y endeudamiento. La realidad es que varios países, como Grecia, violaron sistemáticamente esos principios básicos de política fiscal con la complicidad parcial de las grandes potencias de la zona.

Para los euroescépticos, la combinación de la centralización de la política monetaria y un marco de política fiscal que sigue siendo facultad de cada uno de los estados miembros es un régimen que simplemente está condenado al fracaso. Aunque por el momento el fuego de la crisis griega se ha calmado con el acuerdo alcanzado hace unos días, el problema de fondo no se ha resuelto y la eurozona debe hacer una introspección profunda. Sus líderes deben decidir si están dispuestos a caminar hacia una mayor integración fiscal para mantener el proyecto del euro como moneda común o vivir en el statu quo, enfrentando crisis como la griega de manera recurrente.

Aunque en el 2012 los líderes de los 25 países miembros de la Unión Europea (UE) lograron un pacto histórico que encamina a la UE a una mayor integración fiscal, el pacto probablemente se quedó corto ante las diferencias tan drásticas de productividad entre los diferentes países de la eurozona.

El pacto obliga a los países a mantener su déficit presupuestal como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) en un máximo de 0.5% -en promedio- a lo largo del ciclo económico; exige que la deuda total del gobierno no exceda 60% del PIB durante dicho ciclo y además otorga poderes a la Corte Europea de Justicia para imponer multas significativas a los países infractores.

Para los euroescépticos, Europa tendrá que escoger uno de dos caminos: una integración fiscal completa -que termine en la creación de los Estados Unidos de Europa- o un desgajamiento de la eurozona con un bloque de países ricos del norte -encabezados por Alemania y Francia- manteniendo al euro como moneda común, y la salida de los países con niveles de productividad inferiores.

La integración fiscal completa implica el establecimiento de un régimen de transferencias fiscales en el que los países miembros fungirían como estados y la política monetaria y fiscal se dictarían centralmente.