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Junio del 2015 en Nueva York, cielos medio nublados, lluvias aisladas y una temperatura máxima promedio de 27 grados centígrados. ¿Dónde están pues las temperaturas congelantes que explicaban la caída en el consumo?

Lo que está helado es el ánimo de los consumidores que no parecen entrar en calor a la par de la recuperación que muestra la economía de Estados Unidos.

Los participantes de los mercados financieros no esconden su sonrisa cuando leen que el consumo al menudeo estadounidense se contrajo 0.3% en junio, que es una cifra comparable con los datos del helado febrero pasado.

El crecimiento de mayo anterior, de 1% en el consumo interno, los había alertado sobre un despegue de las ventas internas, lo que era gasolina pura para la hoguera que busca prender la Reserva Federal y su futuro incremento en las tasas de interés.

Incluso, las ventas llamadas centrales, esas que eliminan la volatilidad de los combustibles, los materiales de construcción y los consumos en restaurantes, presentaron una baja en junio pasado de 0.1% comparado con el aumento de 0.7% de mayo anterior.

Por eso es que entre estos datos y el aumento de las solicitudes de desempleo, los participantes de los mercados creen que la señora Yellen y el resto de los banqueros centrales deberían tomarse más tiempo, antes de recetar el primer aumento en las tasas de interés.

Además, se garantiza una mayor gradualidad de regreso a la neutralidad del costo del dinero, porque tampoco hay inflación que presione un incremento acelerado de las tasas.

Fuera de los mercados financieros, lo que hay son muchas preguntas. El empleo aumenta consistentemente, los créditos están paulatinamente de vuelta, los combustibles se han mantenido con bajos costos durante varios meses y las importaciones han reducido los precios de bienes clave como los automóviles.

Sin embargo, el consumidor se mantiene precavido, como si todavía se sobara del golpe dado por la gran recesión de hace siete años y como si encontraran los estadounidenses en las noticias de Grecia o de China una razón más que válida para guardar sus dólares debajo del colchón antes que gastarlos como sólo ellos saben.

La actividad industrial también muestra un desempeño pobre, influido también por el costo extra que implica la fortaleza de su moneda.

La combinación de la baja en la actividad extractiva, por el derrumbe del precio petrolero, la ralentización de la actividad industrial y la desconcertante actividad de los consumidores hacen que la expectativa del crecimiento económico para este año del Producto Interno Bruto estadounidense se modifique a la baja.

Tan sólo el Fondo Monetario Internacional redujo su pronóstico de 3.1%, que creía en abril, a 2.5%, que estima que crecerá Estados Unidos en su estimación de la semana pasada.

Hay en todo esto un elemento que no se debe perder de vista: los consumidores estadounidenses hoy sí tienen dinero; no lo gastan, pero ahí está.

Esos ahorros liberan deudas y aumentan la masa de ahorro, lo que libera un poder de compra futuro al que sólo le falta el disparo de salida.