Minuto a Minuto

Internacional Israel colocó explosivos en dispositivos taiwaneses vendidos a Hezbola: NYT
Los explosivos habrían sido implantados por Israel junto a la batería de cada uno de los dispositivos para poderlos detonar de forma remota
Internacional Trump recibió una “llamada muy amable” de Harris tras el intento de asesinato
Kamala Harris reveló que llamó a Trump y recalcó que "no hay lugar para la violencia política" en Estados Unidos
Internacional Familiares de víctimas del colapso del puente de Baltimore demandan a empresa del buque
Los fallecidos, originarios de México, Honduras y El Salvador, estaban arreglando baches del puente de Baltimore cuando la estructura colapsó
Nacional Claudia Sheinbaum rechaza invitación de Zelenski de visitar Ucrania
Claudia Sheinbaum dejó en claro que acatará la política exterior de México, por lo que no visitará Ucrania
Entretenimiento Rapero Sean ‘Diddy’ Combs permanecerá bajo custodia mientras espera juicio por tráfico sexual
La jueza rechazó la propuesta de los abogados de 'Diddy', que pedían arresto domiciliario bajo vigilancia y el pago de una fianza de 50 millones de dólares
Yo quería ser como Nadia
Foto de Instagram.

“Citius, altius, fortius”
(más rápido, más alto, más fuerte)
Lema de las primeras Olimpiadas modernas 1896

Crecí suspirando con ser igual a Nadia Comaneci, la gimnasta que nos robó el aliento, la que ganó cinco medallas de oro, tres medallas de plata y una de bronce, sumando un total de nueve medallas en los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976. Durante esos juegos, obtuvo el primer 10 perfecto en la historia de la gimnasia olímpica, lo que la convirtió en una figura icónica en el deporte.

Yo buscaba en revistas y periódicos todas las imágenes y lo que se escribía sobre ella, no había un solo encabezado que no hablara de su ejecución impecable, de la elegancia de sus movimientos. Se mencionaba como añadía su “toque personal” a las rutinas obligatorias, dando mayor amplitud a los elementos y ejecutándolos de una manera que los hacía destacar. Sin duda fue su desempeño el que revolucionó la gimnasia artística femenina, estableciendo nuevos estándares de excelencia y cambiando la percepción del deporte.

Verla era para mí volar al Olimpo, esa combinación única de fuerza, flexibilidad y control corporal que le permitía ejecutar movimientos complejos con aparente facilidad, era algo que yo calificaba de Dioses.

Tenía colgados afiches de ella en mi locker en el colegio y en el techo de mi cuarto, donde junto a la foto de David Cassidy, un actor que me parecía espectacular, suspiraba. También tenía el póster de Farah Fawcett, todos ellos formaban mi repertorio de “wanna be” como le decimos en México, para referirnos a alguien que intenta imitar a otra persona. Yo creo que en mi caso fungian como una combinación de varias cosas, eran mi inspiración, referentes que provenían de mi escuela y de mi contacto con la cultura americana. Algo que me daba sentido de pertenencia e impulsaba mi búsqueda de quién era y para qué estaba. Ellos eran mis Hermes, Apolo o Atenea. Estoy segura que los adolescentes en la época de los Griegos suspiraban con lo mismo, con idealizaciones pulsantes que los hacían soñar. En vez de posters tenían pequeñas esculturas y en vez de noticias televisivas y escritas, se sentaban a hablar de sus hazañas, y en sus juegos imaginan que se transforman en ellos.

Mientras estos referentes se apilaban en mi mente, una año antes de que apareciera Nadia y arrasara en las premiaciones en las Olimpiadas, yo entré a un lugar llamado Aquarama a tomar clases de gimnasia olímpica.

A mi me expulsaron por ahí de las fechas donde Nadia nos dejó perplejos. Yo tenía tres años menos que ella, con once años y midiendo casi el uno setenta, era imposible que mi cuerpo se acoplara a mis deseos. La descoordinación en crecimiento acelerado, me arrojaba contra el piso como costal en cada intento por subirme a las barras paralelas o querer hacer un mortal en el piso. Mi cerebro dislexico se iba hacia la izquierda cuando el entrenador con mucha claridad decía d.e.r.e.c.h.a.

Mientras, las mamás de mis amigas por detrás de los vidrios donde observaban a sus hijas, ponían una cara horrorizada cada vez que se escuchaba el batacazo y se paraban para ver si me había desnucado.

Llevaba un largo año tratando y por más empeño que puse me obligaron a rendirme. “Señorita creemos que ud. podría destacar mejor en la alberca”.

La disciplina de un gimnasta es férrea, se necesitan cientos de horas para poder lograr amaestrar el cuerpo cayendo una y otra vez hasta lograrlo, lastimándose en tantas ocasiones. Se tienen que someter a dietas estrictas, revisando el peso en una báscula todos los días. Se deja de lado eso que se llama diversión, NO a pasarla con los amigos y NO a pasar fiestas con la familia, porque los duros entrenamientos comienzan a las 5:00 AM para después asistir a la escuela, salir a entrenar nuevamente y regresar a hacer la tarea. En la mente solo hay lugar para la pasión por su deporte, buscando como desarrollar habilidades técnicas y tácticas mejores. Competir después de tanto entrenamiento abre la posibilidad de ganar medallas, trofeos y otros premios como incentivo. De ahí, buscar abrir puertas nuevas donde haya oportunidades para sus carreras deportivas y ganar dinero. Sin duda, hay quienes compiten con la esperanza de inspirar a otros, convertirse en modelos a seguir y contribuir al crecimiento de su deporte. Pero estoy segura que el destacar, el reconocimiento, ganar mucho dinero y el salirse de la media, también forma parte de los impulsores.

En los setenta la salud mental realmente no tenía ninguna importancia para los deportes.

Nadia no tuvo apoyo emocional, por el contrario sus entrenadores, Bela y Marta Karolyi, la sometían a ella y sus compañeras a abusos psicológicos constantes, incluyendo insultos, humillaciones y maltrato físico. Vivían bajo una presión constante para rendir al máximo nivel. Cuando quiso dejar el deporte debido a la presión, no se le permitió hacerlo. Su vida estaba bajo vigilancia constante por parte de la Securitate (policía secreta rumana), lo que añadía estrés adicional a su situación.

Y aun así, sin ningún tipo de apoyo emocional, una niña en pleno desarrollo físico y psicológico, logró ganar la cantidad de medallas que ganó. ¿Valió la pena? Podríamos entrar en un debate largo. Lo que sí sé, es que definitivamente esa vida no era para mí, no sólo porque no daba el ancho, sino porque no tengo la madera para aguantar ese nivel de exigencia.

En enero de 2018, se desató un escándalo en el mundo del deporte, donde muchísimas mujeres denunciaron haber sido víctimas de abuso sexual por parte de Larry Nassar, el ex médico del equipo de gimnasia de Estados Unidos. Simon Biles reveló públicamente que ella también había sido abusada sexualmente por Nassar.

Ella dejó atónito al mundo durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, cuando se retiró de varias competencias en gimnasia olímpica, incluida la final por equipos, debido a problemas de salud mental y a lo que ella describió como “torceduras”, un bloqueo mental que afectó su rendimiento.

Su decisión fue ampliamente criticada, los medios la acecharon, el público quedó decepcionado.
Además del extenuante entrenamiento, un evento traumático de esta índole afecta emocionalmente a cualquiera. Esto implica que no es suficiente con buscar salir adelante, hay que trabajarlo y eso requiere ayuda psicoterapéutica. En el caso de ella, la familia jugó un papel importante como red de contención que le permitió tener la valentía de decir “no puedo”. Según un documental de ella que vi hace poco, refiere tener la capacidad de poder parar antes de lastimarse físicamente, como ha sucedido en cientos de casos.

Hoy se reconoce la importancia del bienestar emocional de los atletas. Se entiende que la “gimnasia emocional”, o el entrenamiento en habilidades emocionales es crucial para el desarrollo integral de los deportistas.

Durante años busqué ser deportista, nadé, jugué voleibol, me inscribí en el equipo de atletismo y natación de mi escuela, no destaqué en ninguno, y desde luego fue un golpe duro para mi ego. Mi madre quería que fuera pianista y me sometió a largas horas de trabajo con escalas y arpegios sin poder ir a jugar con mis amigas. Pero no, yo no soñaba con ser Martha Argerich, que en mi época ser considerada una de las mejores pianistas del mundo. Tomé clases de pintura, tampoco las disfrutaba tanto porque no tenía talento. Gracias a todos mis fracasos, descubríqueteníaotrashabilidades,descubrímipasiónporloslibros, por escribir y aprender. Encontré que ser madre era una carrera que disfrutaba porque implicaba retos inimaginables, descubrí que podía ser una buena psicoterapeuta y hoy me dedico a ello.

El deporte me ha acompañado todos estos años, sin buscar competir. He corrido varios maratones, me fascina caminar cruzando miles de kilómetros en distintas ocasiones y escalar montañas. Sin duda el anhelo nunca murió, mi cuerpo vibra algo cuando veo a una atleta como Biles liderando al equipo de Estados Unidos hacia la victoria en la competencia por equipos, reconquistando el oro olímpico.

Los minutos que dura la actuación son momentos invaluables en mi día, sin duda en el Monte Olimpo Zeus y los demás dioses se volcarán en aplausos para los atletas, para aquellos que destacan y hacen glorioso el recuerdo de los primeros juegos en 776 a.C. en la Antigua Grecia.

DZ