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Sensible al género
Sensible al género. Foto: Psicología Online.

Siempre me da ilusión verla, es alguien que se anida en mi corazón desde mi adolescencia, ahora somos abuelas de una veintena de nietos entre las dos y poder tener una amistad así de añeja, es un privilegio y un gozo. Con ella se abre el espacio donde habitan las percepciones antagónicas sobre tantas cosas. Pese a eso, el cariño profundo que nos tenemos, se finca en el poder aceptarnos tal cual somos, aunque no coincidamos. Me da la impresión que a mi me cuesta menos entrar en las premisas, ideas y posturas que tiene, quizá porque he surcado las aguas de dos formas tan distintas de abrazar la existencia. En algún momento de mi vida estuve ahí donde ella habita, pero sé que aunque se lo cuente, ella no podrá navegar en el mia.

La mañana está hermosa, a lo lejos se ven las nubes cargadas que barruntan agua para la tarde, sin duda cuando hay aire se pueden contemplar los cielos azules de la ciudad de México que tristemente cada vez se ven menos. Antes de estacionarme, los volcanes nevados se yerguen majestuosos en el sur de la Sierra Nevada  y me arrebatan más de un suspiro; este país es hermoso. Amo el frío así que saber que voy a pasar dos horas, con un escenario así, es algo que embriaga mi alma.

Quesadillas, yogurt, una manzana y un café humeante terminan de enmarcar nuestro encuentro. Hace mucho que no nos veíamos, así que nos enfrascamos en los pormenores de los acontecimientos de la vida de cada una en todo este tiempo, hasta que tocamos un tema sobre el que yo estaba escribiendo para este lunes.

“Yo no soy feminista” me espeto con convencimento de causa, “no soy sumisa pero mi marido es mi marido, en mi casa mi mamá siempre trabajo y eso lo aprendimos todas, pero la guia de mi casa es él”.

Cuando la escucho entiendo a lo que se refiere, he habitado ese espacio, aunque no fue algo que venía en mis genes. Fui abrazando esos conceptos y tuve que  aprenderlos quizá porque en su momento pensé que eran mejores que los que yo tenía. La vida caótica de mi infancia me llevó a convertir mis defensas en rigidez y desde ahí me fue fácil asumir el rol de esposa y madre en un marco muy conservador en el que pude sentirme tranquila.

Yo crecí en el movimiento del feminismo de izquierda, mi madre estaba empapada de la euforia en Europa de la segunda ola del movimiento en las venas. Al llegar a México se agregaron a su narrativa nuevas ideas y se sumaron a las que las representantes que venían del norte del continente tejían. Poco a poco como un barco en alta mar las propuestas de unas y de otras iban creando un oleaje que daba pie a una forma de abrazar el mundo.

Yo atravesé la segunda, la tercera, hasta  la cuarta ola del feminismo, la simbiosis de las anteriores han ido fincando la relación de la mujer contemporánea que se impulsa desde ahí. Me tocó absorber la gran influencia en los movimientos  como el de  Guerrilla Girls a mediados de los ochentas o el de  Riot Grrrl en los noventa. Fueron movimientos que abrazaron algunas bandas de punk rock de mujeres como una reacción a las diversas formas de sexismo. Publicaron su propia música, con letras que hablaban del empoderamiento de la mujer y  claro que yo cantaba a todo pulmón:

That girl thinks she’s the queen of the neighborhood

She’s got the hottest trike in town

That girl, she holds her head up so high…

Esa chica se cree la reina del barrio.

Ella tiene la motoneta más sexy de la ciudad.

Esa chica, tiene la cabeza en alto…

“Rebel Girl” de Bikini Kill.

Debo decir que pese a toda la influencia de mi entorno,  tampoco me considero feminista. Estoy ligada más a la idea de ser una persona sensible al género. Quizá por mi forma de ser, los radicalismos no van conmigo, pero como agradezco a cada una sin importar si eran de derecha o izquierda, pues yo tengo los pies plantados en el mundo desde otro lugar gracias a la lucha de cada una y quisiera agregar de cada uno, pues así como el escritor Dario Fo que apoyo y marcho con las mujeres de su tiempo, hubo tantos otros que hoy se mezclan con los cimientos de un discurso que cobra fuerza desde distintos ámbitos.

Días antes de mi lindo encuentro con mi amiga, me tropecé con un texto, y cuando busqué el nombre debo reconocer que no conocía a la autora. ¡Y claro que me sorprendió! Susan Sontag es nada más y nada menos que una de las grandes escritoras norteamericanas de origen judio que se enfocó en el análisis de la cultura de masas, se convirtió entonces en una intelectual líder de opinión comprometida con la realidad circundante.  Si bien no se alineó completamente con el movimiento feminista radical, fue una voz que invitaba a la reflexión sobre el tema de la liberación de la mujer y la política de género.

De ella comencé a escribir cuando me inmiscui en su mundo y empecé a leer algo de su obra, que después compartiré. Cuando se me aparecen estos personajes en distintas formas no puedo soltarlas, me brota una curiosidad que no me deja hasta que los he hecho míos.

No soy militante en ningún partido que toque la lucha por derechos de las mujeres, aunque estoy a favor de encontrar las formas para ir tejiendo sociedades más amorosas. Yo creo que no somos iguales pero sí deberíamos de serlo en derechos. Quizá mi visión está pintada a brochazos, porque en mi niñez como lo mencione antes, estuve sumergida en el mundo de un feminismo que se abría paso a empujones, buscando cómo romper con las estructuras de una américa latina que se encontraba a años luz de los países europeos e incluso de norte américa y me ha tocado ser testigo del vaivén de la lucha en los distintos discursos.

Hoy  estos movimientos se mezclan con la inclusión de otras propuestas. Decía Sontag  en “Contra la Interpretación” con su característico mechón de pelo blanco:

“Las mujeres tienen otra opción. Pueden aspirar a ser sabias, no meramente agradables; a ser capaces, no meramente serviciales; a ser fuertes, no meramente graciosas; a ser ambiciosas por sí mismas, no sólo por sí mismas en relación con hombres y niños.

Pueden dejarse envejecer naturalmente y sin vergüenza, protestando activamente y desobedeciendo las convenciones que surgen del doble estándar de esta sociedad sobre el envejecimiento.

En lugar de ser niñas, niñas el mayor tiempo posible, que luego se convierten en mujeres de mediana edad de manera humillante, pueden convertirse en mujeres mucho antes y seguir siendo adultas activas, disfrutando de la larga y erótica carrera de la que las mujeres son capaces, mucho más tiempo.

Las mujeres deberían permitir que sus rostros muestren la vida que han vivido. Las mujeres deberían decir la verdad.”

Charles Fourier, sostenía que el grado de emancipación de una sociedad podía medirse por el grado de emancipación de la mujer. Estas palabras entintaban la mirada de mi madre y sus congéneres, permeadas por tantas con un pensamiento de izquierda que contribuyeron al movimiento feminista de la “Segunda Ola”.

Pero también estaban las que fueron abandonando con decepción el diálogo de una izquierda que se reproduciría misógina, sorda y patriarcalmente en su tiempo.  En mi casa  el diálogo sobre el Manifiesto comunista daba cuenta de la importancia del tema, así como las ideas de autores Engels y August Bebel quienes escribieron sendos libros para hablar desde su postura sobre la Mujer, su historia y su porvenir.

En una de sus intervenciones, Mao Zedong afirmó que “las mujeres sostienen la mitad del cielo”. Durante la revolución cultural china, sin duda hubo un aumento en la conciencia de género y en la lucha contra la opresión en base al sexo. Las mujeres comenzaron a tomar el poder, las armas o simplemente la palabra, y cada vez más tenían un papel más activo en la sociedad. Sin embargo, el progreso en la igualdad de género en China ha sido lento y la situación actual es compleja.

A veces me parece ser testigo del uso político de algunos hitos que en algún momento reactivaron esta  evaluación del encuentro y desencuentro entre esas izquierdas y esos feminismos cada vez más plurales. Recuerdo en Venezuela, cuando el líder de la llamada Revolución Bolivariana Hugo Chávez, se calificó en varias ocaciones como un convencido feminista. Su discurso de un socialismo del nuevo siglo, tocaba el movimiento feminista sin dilación y en algunos actos usaria esta corriente como una herramienta de confrontación.

Hoy hay  una puja por los alcances de un término más propio como es el del género. Con frecuencia, tanto en la política como en los medios y en algunos ámbitos académicos, feminismo y género se utilizan como una suerte de sinónimo del término mujer. Incluso las identidades trans e intersex han ido generando nuevas premisas que han permitido trazar nuevos contornos en el lenguaje, sobrepasando la clásica definición de mujer.

En la actualidad, se van mezclando las ideas de los  diversos tipos de feminismos que han surgido a lo largo de la historia y se han diversificado en diferentes corrientes, asi aparecen el radical, el abolicionista, el Transfeminismo, el de igualdad, el de la diferencia, el Ecofeminismo, el marxista, el liberal, el filosófico, el lésbico, el negro, el separatista el Ciberfeminismo el Anarcofeminismo, el cultura el comunitario, el factual o científico y tantos más.

No puedo evitar inmiscuir mi parte emocional cuando a consulta llega algún paciente narrando los golpes que su padre le procuraba a su madre y la incapacidad de ella de poder poner un alto. O cuando en la historia familiar aparece la tía que le dejaron a los hijos y le tocó sacarlos adelante limpiando casas porque su papá no la dejó estudiar. Pero también hay los que crecen con madres brutalmente violentas, mujeres que infligieron en sus hijos un abuso doloroso, y las que permitieron tanto daño. Yo lo llamo injusticia y me hace sentir lo mismo cuando toca los espacios de la raza, religión o las guerras sin importar el género.

“Mariana es una mujer ejemplar” me dice mientras muerdo un pedazo de manzana y a mi se me sale una sonrisa inevitable pues soy yo la que entra en esta tesitura de saber que el “ejemplar” toca muchas aristas. Y cuando soy yo la que hace un comentario como “¿No ha salido después de su separación?” A ella le pasa lo mismo y una sonrisa enmarca su rostro. Sí, la vida se nos presenta en pinceladas que abrazan ideas distintas.

Lo que me recuerda la obra  de Amos Oz “Entre Amigos”, que aborda temas de convivencia y relaciones entre judíos y árabes en la región de Acre en Israel. Esta es una antigua ciudad de la costa mediterránea que ha sido habitada por diferentes comunidades a lo largo del tiempo, donde han convivido judíos, árabes, cristianos, musulmanes, drusos y otros.

La historia nos ha dado pequeñas luces donde se abren espacios de convivencia donde el respeto a las creencias pondera sobre las ganas de convencer al otro. Si no lo han leído vale la pena pues abona al conflicto que hoy estamos viviendo como humanidad en forma de guerra que ha dejado según algunos informes desde el 7 de octubre de este año, más de 10,000 muertos  en Gaza, incluidos más de 4,100 niños, y que han resultado heridas cerca de 26,000 personas. En Cisjordania, se informa que un total de 122 palestinos han muerto de forma violenta desde que estalló el conflicto y los datos específicos sobre el número de muertos en Israel varían según las fuentes y el momento de los informes.

Quizá nuestros encuentros distan de esto, sin acaloradas discusiones, no puedo decir que sin juicios porque aunque cada una siente que respeta a la otra, está velado en el fondo el que cada una piensa que tiene la razón.

Se terminaron las dos horas de nuestro rico encuentro, el tiempo pasa tan rápido cuando uno tiene el torrente sanguíneo lleno de serotonina. ¿Llegamos a alguna conclusión en nuestras diferencias? Yo digo que si, reafirmamos que seguimos queriéndonos hasta el alma, aunque no coincidamos en muchas cosas.  Lo que significa que no cambió nada, pero siempre es un gozo compartir nuestras ideas pese a la distancia en sus diferencias. Las dos tuvimos dos formas distintas de ser educadas, nacimos en países diferentes, nuestras experiencias nos permitieron afianzar nuestras  premisas, esas que nos sostienen, pero aun así, podemos vernos con tanto cariño.