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Patrimonio de la Humanidad
Captura de pantalla.

El Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta, símbolo cónico de Australia, se yergue con la majestuosidad de la belleza de un pasaje desértico único.

Uluru es un símbolo distintivo del paisaje, uno de los mayores monolitos de todo el mundo, es una roca de arenisca que al atardecer adquiere un intenso color rojizo, similar a las llamas del fuego.

En el resto del paisaje, durante las distintas horas del día, los colores altaneros se imponen sobre el cielo y la tierra. Van cambiando las sombras aquí y allá al punto de confundirnos pensando que se está en otro espacio, dando una sensación de mágica confusión.

El sol va pintando el escenario de rosado cambiándolo de pronto a púrpura y de ahí saltando a un rojo oscuro; una fiesta ostentosa de deleite para la mirada.

Pero también el espacio se cubre de sombras dolorosas con garras de “desarrollo” que hoy nos avergüenzan. El lugar se viste de turistas, se ha vuelto una especie de espectáculo circense donde a quien visita se le ofrece una gama de fotos de los “aborígenes”, palabra que suena despectiva cuando se trata de un grupo de seres humanos, tan humanos como todos. Quienes llegan ahí, con ganas de llevarse los recuerdos de un viaje de ecoturismo, obtienen una pieza de arte original para llevar a casa como recuerdo. Un trofeo que marca la vulgarización del respeto que deberíamos tener por quienes habitan estas tierras y poseen un conocimiento que habría que honrar.

Se marchan, dejan su basura cargada de plásticos que tardan cientos de años en desaparecer y se van, dejando su presencia contaminante, volviendo a quienes habitan en estas tierras, adictos del consumo, donde el agua se embotella llenándola de azúcares que dañan la salud, donde el alcohol se vuelven un símbolo de muerte para la población.

Hacemos a un lado la guadaña del mundo desarrollado y ponemos atención. Se trasmina la fuerza de una forma de interpretar el mundo, pese al daño infligido por el “mundo civilizado”. La tradición oral que transmiten los ancianos aborígenes, que cuentan sobre las creencias que marcan el principio de la creación, tienen todavía un embrujo que permea en el espacio, pues no tienen un lenguaje escrito.

Anangu, se definen a sí mismos, un término que significa ser humano. Creen que antes de que Uluru fuera creado, el mundo era un lugar sin rasgos característicos, sin plantas, animales o accidentes geográficos.

Uluru es sagrado y un lugar de gran conocimiento para la gente Anangu. Creen que los seres ancestrales viajaron a través de las tierras en un proceso de formación y destrucción, que dio lugar a los paisajes existentes.

Los seres ancestrales están encarnados en forma de personas, plantas y animales. Afirman que los paisajes donde habitan todavía están ocupados por los espíritus de esos seres. Los llaman Tjukuritja o Waparitja.

Para ellos existe un concepto primordial; el origen se está gestando en un proceso continuo, y se aplica en un universo multidimensional. Este universo está anclado en principios sagrados, leyes mediante las cuales permanecemos conectados a todo.

Mientras haya existencia, esto seguirá sucediendo todo el tiempo en todo el cosmos. Se repetirá siempre, mientras cambiamos de forma.

Tjukurpa es la ley que marca el contenido de todo lo que se relaciona con el mundo visible e invisible. Este mundo detrás de lo que vemos y conocemos como el universo creado.

De esto deviene la comprensión, la forma correcta de vivir dirigidos por estas leyes y principios universales, una conjunción de estos mundos que mantienen el equilibrio, mientras respetemos las normas.

Tjukurpa se refiere al periodo de creación, cuando los seres ancestrales crearon el mundo tal como lo conocemos ahora. Está inserto en el pasado y en el futuro. En el mundo visible e invisible.

Abarca la religión, la ley y los sistemas morales, define la relación entre las personas, las plantas, los animales y las características físicas de la tierra. Contiene el conocimiento de cómo estas relaciones llegaron a tejerse, lo que significan y cómo deben mantenerse.

Los aborígenes tradicionales del Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta han cuidado y a su vez, han sido cuidados por la Tierra durante más de mil generaciones.

El conocimiento cultural íntimo del entorno en el que viven y sus tradiciones se vuelcan en prácticas relacionadas con el paisaje, están guiadas por Tjukurpa, la ley.

Entonces se enumeran los preceptos, se aprenden de memoria y se rayan en la piel, generación tras generación.

La práctica viviente dice así:

1.-Transmitir los conocimientos a hombres y mujeres jóvenes

2.- Aprender a encontrar agua y comida

3.- Viajar por el campo

4.- Aprender acerca de las medicinas silvestres

5.- Visitar sitios sensibles para recargar la energía sagrada de la Tierra

6.- Criar niños fuertes y cuidarlos

7.- Hacer que el país cobre vida con historias, ceremonias y canciones

8.- Limpiar y proteger los pozos de agua

9.- Recolectar alimentos y semillas para todos

10.-Cuidar el país

Un conocimiento ancestral que valdría la pena que escucháramos, quizá si fuéramos integrando lo que los pueblos nativos tienen que decir, se nos abriría una oportunidad para revisar, reflexionar, redireccionar y desde ahí contemplar la necesidad de recuperar la unidad, en medio de la disociación moderna entre sujeto y naturaleza.

De pronto parece que después de escribir un rato, se va pudiendo desintegrar la materia para llegar hasta ahí. Parece que en el fondo del paisaje, Uluru emana una nota que vibra y se adelgaza hasta que enmudece, brota entonces el silencio y nos suspende mientras el cosmos se presenta prendado de luceros. El hombre, tan vulnerable a su destino, encuentra sosiego en los símbolos, amuletos y montañas que considera sagrados; es una forma de saberse vulnerable.

Se percibe la tibieza de la noche sobre la piel, se va cobijando el entorno ahí, donde aparecen las historias, los recuerdos, y esperanzas de estos pueblos que parecen tan lejanos y que enseñan tanto a lo lejos. Brota de pronto esta sensación de agradecimiento por haber tocado con el alma el espacio, aunque los huesos están a miles de kilómetros de distancia.

DZ