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Los niños verdes

Cada vez que me encuentro con una historia que parece inverosímil o que está cubierta de un halo de misterio, hay algo en mí que no me deja en paz. Las leyendas, fábulas, mitos, cuentos y eventos extraordinarios, me generan una fascinación que mueve mi curiosidad sin descanso. No paro hasta encontrar evidencia o algo que me haga entrar en calmo sosiego. Y ¿si no?, se quedan rondando en los sinuosos recovecos de mi mente, y algunas veces aparece un nuevo dato, alguna posibilidad y comienza de nuevo el proceso indagatorio, pero otras se quedan ahí flotando, y tantas veces aparecen en mis sueños, se quedan como interrogantes en mi cabeza, entonces las uso en mis cuentos para darles salida de algún modo.

Pues resulta que ví una fotografía con un letrero de metal negro que tenia dos niños verdes que decia Woolpit y de inmediato comencé a averiguar de qué se trataba.

Resulta que hay un pequeño pueblo rodeado de un misterioso episodio, que ha logrado poner su nombre en el mapa de inglaterra. A más de mil años, la famosa leyenda ha dejado incógnitas no resueltas, volviendo creativos a muchos, buscando explicaciones.

Woolpit es un localidad situada en el condado de Suffolk. En 2016 el censo decía que habitaban 1758 habitantes, lo que me hace pensar que no ha crecido demasiado en el último milenio. Visto desde arriba es un pequeño caserío con una carretera que pasa por enmedio, rodeada de pequeñas casas. Hoy los tupidos bosques que lo rodeaban han desaparecido, dejando un paisaje escampado y lleno de pastizales.

Las piedras pesadas de la iglesia de Santa María, enmarcan un lugar histórico y espiritual de origen normando. Sus muros albergan un techo llamado Hammerbeam, un tipo de estructura medieval que se caracteriza por utilizar vigas de madera en forma de martillo que sobresalen del muro, los ángeles crean un efecto visual muy interesante, algo común en la arquitectura religiosa de principios del segundo milenio.

Corrían los años del reinado del rey Esteban (1135-1134), el pueblo al noreste de Londres era conocido por sus productos de madera, con una gran variedad de casas de campo, y edificios característicos de esa región.  En el verano los ataques de los lobos eran frecuentes, por lo que a las orillas del bosque se cavaban trampas en forma de pozos para evitar el ataque de las manadas, había que estar precavidos, pues los lobos siempre estaban al acecho. Quizá por eso los lugareños lo llamaban Wolfpit.

Puedo imaginar la poca higiene, los malos hábitos alimenticios, las hambrunas, las muertes de niños y las  mujeres dando a luz. Las epidemias y los conflictos de otros grupos, las sequías, las inundaciones. Esta época histórica presenta grandes retos para la sobrevivencia, y no estoy tan segura de haber querido vivir ahí, imaginando un dolor de muela, una plaga en los campos minando el alimento, o una invasión de algún otro pueblo, donde la violencia dejaba los campos regados de sangre. Solo pensarlo se me atraganta algo en la garganta.

Dos escritores de ese tiempo dejaron cada uno, una obra que incluía la leyenda de dos niños que aparecieron misteriosamente en Woolpit, en algún momento durante el siglo XII. La historia fue documentada en latín,  ambas cuentan con testimonios de los pobladores sobre éste y otros eventos: Historia rerum Anglicarum (Historia de Inglaterra, del año 1189), de William de Newburgh, y Chronicon Anglicanum (Crónicas de Inglaterra, de 1220), de Ralph de Coggeshall.

La recopilación de los testimonios de Woolpit, narran sobre la aparición de dos hermanos, una niña y un niño que tenían una apariencia extraña, pues el color verde de su piel era algo que nadie había visto hasta entonces. Cuando los encontraron en el fondo de un pozo destinado para atrapar lobos, los dos pequeños estaban desnutridos y desorientados, llevaban ropas de aspecto extraño, hablaban en un idioma desconocido y rechazaban cualquier tipo de alimento. Fueron días difíciles hasta que vieron judías y habas verdes crudas, entonces comenzaron a comer.

Extrañamente estos niños no sufrieron el juicio implacable de su tiempo, pues todo aquello inexplicable entraba en el libro del maligno y su séquito de ángeles malditos, el mundo cristiano tomaba la vida cotidiana con fuerza desde hacía algunos siglos. Las personas con discapacidades eran vistas como “anormales” y eran objeto de rechazo, temor e incluso persecución por parte de las autoridades civiles y religiosas, cuando no se les abandonaba en el bosque a su suerte. Si llegaban a una vida adulta, se les confundía con “locos, herejes, embrujados, delincuentes, vagos o seres prostituidos”.

Muchos eran eliminados, perseguidos o desterrados, así pasaba con aquellos que presentaban alguna extraña anomalia, como ojos rojos o amarillos. Por eso es que llama la atención que en este caso los niños fueran acogidos, y llevados al cuido de Richard de Calne. Pudiera ser que toda la narrativa fuera una leyenda, exagerada, matizada, que solo fuera imaginación, pero han transcurrido casi mil años y todavía el encuentro ha dejado huella.

Los dos pequeños generaron gran revuelo en el pueblo, con los cuidados necesarios poco a poco se fueron adaptando, comiendo otras cosas y aprendiendo a convivir. Se supone que con los días fueron perdiendo su verdor, pero el niño de pronto enfermó y murió poco después de haber sido bautizado con su hermana.

Se cuenta que la niña tomó el nombre de Agnes, trabajó como empleada en la casa de Richard, y se adaptó a su nueva vida, se referían a ella como bastante relajada y al mismo tiempo desenfrenada. Después de aprender a hablar inglés, les contó que ellos dos  procedían de St Martin’s Land, un mundo por debajo de la tierra, lleno de cavernas y pasajes subterráneos, donde el sol nunca brillaba y un río los separaba de otro mundo más iluminado. Afirmó que habían llegado a la superficie a través de túneles que recorrieron durante dos días.

Agnes se casó con un funcionario real llamado Richard Barre  y  al parecer tuvo al menos un hijo. Hay quien la coloca viviendo en otro lugar llamado King’s Lyn casada con un lugareño. Cada relato tiene matices distintos como nos pasa a nosotros cuando volvemos a contar una historia.

Para muchos la historia de los niños verdes forma parte de la cultura popular, un típico cuento que describia el encuentro imaginario con los habitantes de otro mundo.

¿Que podría ocasionar que la piel se viera de ese color? Las respuestas pueden ser muchas, podría ser la ingestión o exposición excesiva al cobre, pues esta puede causar una condición llamada “cuperosis”, donde la piel adquiere un tono verdoso-azulado.

Otra opción, es el envenenamiento por arsénico, que puede provocar una pigmentación verdosa en la piel, conocida como “melanosis arsenical”. O padecían de Clorisi una enfermedad anémica que se caracterizaba por el tono verde de la piel, falta de energía y desgano a comer. ¿Alguna de éstas? No lo sabremos nunca.

Respecto al idioma desconocido que hablaban, algunos historiadores plantearon que podría tratarse de flamenco, pero esta teoría no es muy convincente ya que los aldeanos deberían haber reconocido esa lengua.

¿Extraterrestres? En 1621 en La Anatomía de la Melancolía Robert Burton, clérigo erudito y profesor de la universidad de Oxford, sugirió que los niños habían caído del cielo.  Duncan Luna en un artículo de 1996 de Oxford, publicado en la revista Analog lo sugiere, menciona que el color verde es debido a las plantas alienígenas que consumían.

Otra hipótesis marca una presunta civilización subterránea, una idea que se remonta al siglo XVII cuando Edmund Halley descubridor del cometa, escribió sobre una teoría de una cavidad hueca de 10 km de diámetro en el interior de la corteza terrestre, a 1000 kilómetros de profundidad.

Los debates se han generado a lo largo del tiempo, dejando un impasse entre realidad y ficción. Sin duda, se trata de un relato confuso, de algún tipo de acontecimiento. Quizás, pudo haber estado relacionado con la persecución de los inmigrantes flamencos que vivían en la zona en aquel momento, y que el rey en una encarnizada persecución, quiso exterminarlos creando una alarma con esta leyenda.

En 1978 Bob Roberts autor y cantante de folk local, declaró en su libro de A Slice of Suffolk, que le habían contado, que todavía hay personas en Woolpit que ‘descienden de los niños verdes’, ¡pero que nadie le había dicho quiénes eran!”. ¿Será? o pudiera ser que los rumores avivan la historia permitiendo que no se borre.

Lo que es un hecho es que los niños verdes de Woolpit, siguen siendo un misterio del siglo XII que aún desconcierta a los historiadores.  Hay muchas historias medievales llenas de misterio, como la de Alexandria Augustin, una niña supuestamente nacida en Londres en 1329, con ojos que cambiaron de azul a violeta, pero como no hay evidencia documental comprobada, entra en el escaño de las  leyendas.

¿Y los  licántropos?, es decir, la supuesta capacidad de algunos hombres de transformarse en lobos, que se extendieron durante la Edad Media, también surcaban los cantos de los juglares de las cortes. Vampiros, hadas, duendes. El medioevo dejó una impronta en una narrativa que hoy, todavía permea en muchas de nuestras creencias, seguimos encontrando cómo conciliar la fe y la razón, buscamos explicación a todo aquello que no entendemos, y cómo entonces seguimos encontrando en la imaginación, respuestas plausibles a eventos como el de los niños verdes.

“Continuamos averiguando cómo conciliar la fe con la razón,  averiguamos incesantemente buscando explicación a todo aquello que no entendemos, y cómo entonces continuamos descubriendo en la imaginación, respuestas.”

Yo seguiré soñando con ellos y los he puesto en el lugar de los unicornios, hadas, duendes, goblins y demás personajes, hasta que aparezca algo que me haga sentido. Cualquiera de las respuestas que he encontrado, me generan más interrogantes. Quiero imaginar qué hubiera hecho yo al encontrármelos. Si dejo volar mi imaginación, quizá hubiera pensado que eran portadores de secretos milenarios, y que con ellos, nuestra  vida en este planeta encontraría cómo mitigar el hambre y la enfermedad, cómo restaurar el daño que hemos hecho, cómo dejar un planeta mejor que el que vamos a heredar.

Quizá en su sabiduría, pudieran mostrarme mundos paralelos, entender a profundidad la epigenética que marca como somos rastreando nuestro ADN. Huy si me doy vuelo, podría imaginar sin restricciones.

En la literatura Celta los espíritus verdes son seres espiritualmente puros, sin pecado ni culpa. Será que en verdad existen, será que se han colado en la historia para hacernos pensar.

DZ

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