Escrito por Claudia García Reyes @Plausi1
Ya les dije que he tomado algunos cursos para ser mejor mamá, ¿no? Uno en línea, otros dos presenciales, leí como tres libros; en fin uno sí busca mejorar, aunque no lo crean. Además estoy en unas 15 páginas de mamás donde “nos apoyamos y damos consejos”. De esas luego platicamos porque qué barbaridad. Pero me estoy desviando.
#miniplausi es una niña con un carácter fuerte, muy. Mi papá dice que salió a mí y tiene razón. Por eso me cuesta tanto, somos igualitas y chocamos demasiado. Total #miniplausi empezó con berrinches desde que tenía un año 3 meses y acaba de cumplir tres. Así que lleva siendo berrinchuda más de la mitad de su vida. ¡Lo domina!
¿Cómo lidiar con los berrinches? ¡Ignóralos! Es lo mejor que puedes hacer. Neta, neta todos los expertos dicen lo mismo. Y en este tiempo he practicado y practicado y quiero que sepan que sí funciona. ¡Y me sale perfecto! Siempre y cuando estemos en mi casa ella y yo solas; pero cuando estamos en un lugar público… ¡Ah cómo cuesta! Y es que si uno ignora a su hij@ cuando grita a todo pulmón GOMITAAAAAAAAAAAAS y se tira en el piso y vuelve a gritar sin control como si alguien le estuviera arrancando un brazo a mordidas, básicamente el 90 por ciento de la gente que está en el lugar tiene algo que opinar. Y lo sé porque yo he formado parte de los que opinan. El otro 10 por ciento no dice nada porque son parte de tu familia y si dicen algo les arranco la cabeza.
Así sucedió hace unos días en una tienda de tortas de la carretera y no, nadie me dijo nada. Pero no tenían que hacerlo. Las caras y murmullos bastan para saber que en sus mentes tú eres una desgraciada con tu hija, además de no tener consideración con la gente que está ahí. De nuevo, yo he sido de esas personas que opinan sobre lo que están haciendo bien o pésimo las mamás. Pero ¿qué puede hacer uno? Si le compraba las gomitas ella ganaba y por nada del mundo puedo permitirlo porque eso querría decir que tendría que ceder a sus próximos mil 800 berrinches.
¿Me dio pena? Toda la del mundo. No saben cómo empecé a sentir que se me subía el color a los cachetes y cómo se me calentaban las orejas del coraje y la impotencia. ¿Me dieron ganas de darle una nalgada? ¡Claro! Y sin calzones para que arda. Pero tampoco lo hice porque capaz que me mandaban al D.I.F. porque los expertos también dicen que pegar no es bueno. Así que respiré mucho y muy hondo y seguí ignorándola lo más que pude. Fuimos al baño, gritó más porque no quería ir. Salimos del baño y se tiró al piso porque siempre sí quería ir. Esperamos nuestras tortas por 10 minutos que parecieron una eternidad y salimos de ahí con la chamaca aún llorando y gritando que quería unas gomitas. No, no se las compré.
Cuando íbamos para el coche su sacrosanto padre, o sea mi adorado marido la iba a dejar abandonada porque ya no podía más, #minispeedy le dijo que lo tenía atarantado y pues yo, yo no tuve de otra que abrazarla cuando me dijo: “Mamá no me puedo “tranquilar” yo solita”. ¿Cómo se iba a poder calmar si llevaba no sé cuánto tiempo gritando y llorando a todo pulmón?
O sea necesitaba a su mamá para calmarse. Y, ¿para qué está una mamá si no es para contener a sus hijos y ayudarlos en todo lo que necesitan? ¿Para qué estamos si no es para darles seguridad? Así que la abracé hasta que estuvo tranquila, a pesar de que quería ponerme a llorar más que ella; la subí al coche y esperé a que pidiera su torta y se la comiera como si no hubiera pasado absolutamente nada.
No, no es fácil tener una hija así, ya me lo dijo mi papá varias veces y lo estoy comprobando día a día. Así que aquí estoy desahogando mi pena del último gran berrinche y esperando por otro igual o peor porque sé, que aunque ya se terminaron los terribles dos, acabamos de iniciar los peores tres.
Y de esos ya les estaré contando.
Gracias por leer.