Elecciones 2024
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La rubia Hilde Krüger

Me basta mirarte, para saber que contigo me voy a empapelar el alma.
Julio Cortázar

Es temprano; muy temprano, tienes llamado para el set a las cinco de la mañana. Por más hermosa, la fiestas dejan el rostro joven cansado. Le pides a Pita ayuda, trae hielo y agua en una batea de talavera poblana.

Sumerges el rostro y mientras el agua helada va deshinchando poco a poco los tejidos abultados por los excesos, vas repasando la información que obtuviste hace unos días en la glamurosa fiesta donde la música, las risas y la elegancia pintan un escenario perfecto para sacar información valiosa.

Este, como tantos otros guateques, son ofrecidos en la hacienda de Cocoyoc, propiedad de un futuro marido propiciado a modo de nombre Nacho de la Torre, nieto del expresidente Don Porfirio Díaz, que te salvará el pellejo en un tiempo más adelante.
El español ha mejorado, pero donde verdaderamente has adquirido maestría, es en el arte de atrapar la admiración lasciva de un público masculino, que mira una cara de porcelana y curvas pronunciadas, con deseos de posición.

Estás bien entrenada a usar la belleza como herramienta de seducción. Distraer con la sonrisa blanca mientras muerdes los labios rojos, es un arma infalible que lleva directo a tu cama a grandes magnates como Jean Paul Getty y Gert von Gontard, heredero del emporio cervecero Anheuser-Busch. Cada uno ha sucumbido a tus encantos, en esa corta estancia en Estados Unidos, antes de venir a México.

Te has sofisticado, volverse diestro en algo, requiere paciencia y mucha pericia. Más de un funcionario del gobierno mexicano ha puesto sus manos sobre tu cuerpo, y con ello has conseguido la vida que querías, haciéndolos creer que te has rendido, que serás suya, mientras susurras ideas que pueden facilitar la operación y sacas comunicaciones privilegiadas entre besos y respiraciones agitadas, permitiendo entregar puntualmente a la Abwehr información confidencial de primer nivel.

Cambiaste el nombre de Hilde y ahora eres Hilda, para latinizar el origen alemán. Deslizas la bata de seda, te pones el vestido negro quitándote una a una las horquillas que marcan un pelo sedoso y rubio. Pita te acerca el collar de perlas, regalo de Goebbels, lo tocas con las yemas de los dedos y la suave sensación te lleva a abrazar el pensamiento, a viajar, a traer al presente por segundos, las caricias, los besos, las noches cuando eras apretada por sus manos fuertes, antes de que su esposa te mandara al destierro. Lo extrañas, es inevitable, pero ayudar a Alemania es más importante.

Tienes un amor desmedido por tu tierra, cubierto de ese sentido nacionalista que tienes tatuado bajo la piel, buscando ahí las justificaciones suficientes para convencerte: “Esto que haces por el Tercer Reicht, es correcto.” Y lo repites una y otra vez hasta casi convencerte.

Bañada de una doctrina que yergue esta pasión por conquistar el mundo, asumes el papel de soldado, aprendiendo a dejar tus sentimientos, el alma en resguardo, blindada e inaccesible en un cajón antes de salir del cuarto.

El espejo de cuerpo completo refleja una cintura marcada, eres una diva perfecta. Hermosas piernas, cubiertas por medias de seda que los vuelve locos al quitártelas.
Con fingida ligereza amaneces desayunando dudas. El chofer espera afuera, la madrugada es fría, tapada con un abrigo de bison regalo de Manuel, ¿o habrá sido Ramón? Ya no lo recuerdas. Miguel manda su coche lustroso para cuidarte. No deja de ser un amante celoso. “¿Habrá llegado el cargamento? ¿Las coordenadas eran las correctas?” repites en voz baja. Siempre queda el resquemor y ese espacio de angustia que se abre en la boca del estómago, a veces quema.

En el set vas a camerinos, el contacto trae café de olla y un cigarro. Mientras el maquillaje resalta cada atributo, vas narrando la información sobre el contrabando de petróleo, que llegará a en cuatro o cinco días a Panamá.

Quedan un par de minutos antes de salir al escenario. Revisas los periódicos donde narran las crónicas de una guerra que parece tan lejana. A pocos de este lado el mar, realmente les interesa aquellos lugares que se desgajan a balas, sonríes regocijada al saber que las fuerzas de un ejército que sientes tuyo, va el ganado.

La importancia geoestratégica que tiene esta tierra donde tienes trabajo, es invaluable. El petróleo, níquel, cobre, bronce, mercurio y tungsteno son codiciados por el eje, para hacer frente a sus enemigos los aliados. Los submarinos llegan a la costa de Veracruz burlando a los acorazados de Inglaterra, gracias al cuidado que tienes en cada misión.
Revisas una y otra vez cada detalle, no hay nada que puedas descuidar, el embajador de Argentina debe cumplir con el pago de los minerales y los hilos guiados con maestría, llevan con éxito a la entrega en Dos Bocas en el estado de Tabasco.

Por eso eres invaluable, una estrategia cubierta de vestidos elegantes para desviar la atención, dejándote libre el camino para mandar una y otra vez los cargamentos a Panamá, a Veracruz y de ahí a Alemania mientras las sábanas se abrazan a los cuerpos mojados, le has dicho “Luis” se ha molestado pues se llama Fidel, tu cuerpo ardiente le quita la rabia.

Te has sobrepuesto al asco que implica entregarte a hombres de barrigas grandes, aquellos casados y aburridos. Repliegas las náuseas con tes de tila, baños con flores de azahar y alguna misiva en clave que te recuerda porque estás aquí. La red de espionaje es perfecta y gracias a ti, también cruzan el mar secretos de fabricación de aviones, material para la guerra y sistemas para manufacturar armamento.

Distraes la atención en los salones de la universidad autónoma de México, tomando clases de historia, incluso escribes un ensayo sobre la Malinche y Sor Juana, quienes te han cautivado.

Eres más inteligente de lo que todos imaginan, pero no lo suficiente. Los miembros de la inteligencia naval americana están considerando secuestrarte y tenerte bajo custodia, pero nunca lo llevan acabo.

En un par de meses saldrá a las salas cinematográficas Casa de mujeres (La Historia de siete pecadoras), y mientras grabas Adulterio, tus dotes cautivan el lente, mientras repites esa escena que tanto ha costado.

Pero todo pasa y la guerra a llegado a su fin, te están culpando de espía so pena de cárcel. Un amante en el ministerio del interior te busca marido, que mejor fachada que el nieto de Don Porfirio aquel de las fiestas en la hacienda. Así te eximen y apenas puedes te largas a Nueva York con otro amante, este Venezolano apodado “El Rey del azúcar” Julio Lobo Olavarría. Esta vez hay matrimonio de por medio y compra un hermoso departamento dejándotelo después del rápido divorcio.

Ahora retirada, casi borrada de los tabloides y del escándalo que en algún momento vistió tu nombre, sientes que has librado la soga. Con una botella de champaña y manzanas frescas recuerdas a Matahari y su final a mano de las balas de sus verdugos.
De pronto, quizá esa muerte era más decorosa, cubierta de una restaurada integridad que no sientes. A ti las facturas se te han ido apilando, comenzando por el paso de tus años lozanos, hasta que los tormentos en el otoño de tu existencia, transforman tu mente en un campo de batalla.

No puedes olvidar, el Führer y su Tercer Reich, ha pasado de ser una promesa ilusoria a un Estado criminal, como muchos hombres ordinarios que solo cumplieron órdenes, formaste parte del engranaje que hizo posible la mas duras de las tragedias.
Saber, entender la responsabilidad, la participación en la vorágine que llevo a enterrar a más de sesenta millones de seres humano en aquel tiempo, te ha ido llevando de la mano a la locura. Consumiéndote día a día con sus largas manos, bañadas de culpabilidad.

Completamente desorientada cruzas el mar a Alemania quien te cuida en Nueva York ya no puede más contigo. Un año después, mueres cerca de la poca familia que te queda, cumplidos 79 años.

Así dejaste el mundo y hoy te apareces en mi escrito joven, hermosa, sonriente, una rubia de ojos azules que se presenta en fotos en blanco y negro, recordándote como actriz mediocre en una Alemania que dejó una huella imborrable manchada de sangre, en la historia de la humanidad.

DZ

Hilda Krüger, vida y obra de una espía en México.
Los nazis en México: la operación Partorius.
Los dos libros de
Juan Alberto Cedillo.
https://www.enlacejudio.com/2019/01/02/prisma-tragedia-destino-hilda-kruger/amp/