A veces, en los archivos hay fotografías que me muestran como era antes, pero estas imágenes solo llegan hasta el siglo XIX. Lo demás está en cuadros y en la literatura
El mundo es un tejido hecho de palabras. Así, los libros son las costuras, las que confeccionan, trenzan y enlazan el corazón, el sol y la palabra.
Olga Tokarczuk
Hoy sí quiero y me parece que puedo, no es tan fácil, es una fuerza que se va apoderando de mí, moviendo mis células haciéndolas vibrar hasta que puedo viajar en el tiempo. Claro que llego mareada, me cuesta respirar al principio, pero ya conozco lo que tengo que hacer para aclimatarme. Sé que cuento apenas con unas horas para poder entrar en ese espacio, necesito agua, siempre llego deshidratada. Así que antes, hago una exhaustiva investigación de la época, sus acontecimientos, sus tradiciones, comida y rituales en libros, y hoy la tecnología me lo facilita muchísimo. Es un arduo trabajo de días, pero me voy perdiendo en lo que encuentro, sobre todo en este caso, puedo ver las calles en tiempo presente, gracias a google maps, cuando no conozco el espacio. Así, con el cursor le pico y me enseña en 360 grados como es hoy, y de ahí me voy imaginando lo demás.
A veces, en los archivos hay fotografías que me muestran como era antes, pero estas imágenes solo llegan hasta el siglo XIX. Lo demás está en cuadros y en la literatura.
Esta vez tengo la ayuda de un libro extraordinario de la Premio Nobel Olga Tokarczuk, llamado “Los libros de Jacob”, que en sus más de mil páginas me ha regalado la posibilidad de sentir con mayor nitidez los espacios.
Voy a trazar en pocas líneas los sucesos a mitades del siglo XVIII en Polonia, de donde es el personaje con el que me voy a encontrar. Una época que atravesaba un período de relativa paz, bajo el reinado de Augusto III. Mientras Europa se veía envuelta en las guerras de Sucesión Austriaca y de los Siete Años.
Durante este tiempo Polonia se transformaba, y fue escenario de importantes acontecimientos.
En las comunidades judías polacas, los rabinos estudiaban las leyes religiosas y el Talmud, desarrollando interpretaciones complejas y abiertas a confrontaciones teológicas. Esto favoreció que se fueran incubando pensamientos que rompían con las creencias oficiales del judaísmo.
Este es el primer escenario donde sale Jacob Franck, el lugar donde comenzó a gestar sus ideas. Más adelante tendré una conversación con él, ya que le he hecho llegar una invitación en papel de trapo, muy valorado por su resistencia y calidad en esa época. Uso la escritura gótica, con sus formas angulosas y elaboradas, y la cierro con un sello de lacre de la casa a la pertenezco:
Muy honorable y estimado señor,
Espero que esta misiva le encuentre en el mejor de los estados, gozando de buena salud y dicha. Me permito dirigirme a usted con el fin de extenderle una cordial invitación, para que se digne a acompañarme con una deleitosa taza de té, en el pequeño café junto al río, si sus ocupaciones y compromisos se lo permiten.
Sería para mí un gran honor y placer el poder disfrutar de su compañía, y de sus siempre agudos y perspicaces comentarios, mientras deleitamos nuestros paladares con tan exquisita y refinada bebida, traída desde lejanas tierras orientales.
Le ruego que considere mi humilde petición y que me haga saber si le es posible honrarme con su presencia a las cinco de la tarde. Aguardo con gran anticipación su respuesta, deseando que pueda aceptar mi invitación.
Que Dios le bendiga y le guarde, mi estimado señor.
Condesa Katel de Isemburg
Aparezco en Offenbach del Meno (Alemania), un año antes de la muerte de Jacob Franck, padre del Frankismo, que por entonces tenía 64 años. Esta era una ciudad pequeña, que formaba parte del Electorado de Hesse, en el Sacro Imperio Romano Germánico.
Una ciudad en crecimiento, menos prominente que otras ciudades alemanas, que experimentaba cambios sociales y económicos, especialmente después de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que devastó gran parte de Europa, y afectó a muchas ciudades alemanas.
Se encontraba en una ubicación estratégica cerca del río Meno, lo que facilitaba el comercio. Una ciudad conocida por su producción de cuero y otros productos artesanales, un cruce de caminos para diferentes grupos religiosos, incluidos judíos, protestantes y católicos. Esta diversidad a menudo llevaba a tensiones, pero también a un intercambio cultural.
Frente a donde está el Castillo de Isenburg, que perteneció a mis descendientes en la calle de MainstraBe, hay una escalera que lleva al río, el Castillo no existía entonces, pero ahí, en ese espacio tranquilo, voy a poner un pequeño estanquillo, donde sirven infusiones traídas de oriente y el mejor Stollen de esa región, este pan relleno de frutas secas y especias que atrae a sus habitantes, en las tardes asoleadas para contemplar el bello paisaje.
Como soy una mujer de la nobleza, llevo un vestido largo de terciopelo con falda amplia color marrón. El corsé ajustado me aprieta y las mangas amplias decoradas con bordados y encajes me gustan. Me he puesto el collar de rubíes de la abuela. He acomodado sobre mi cuerpo unos años de más, arrugas bajo los ojos, muchas canas en el elaborado peinado, la idea es verme mayor.
Llego en punto de la hora marcada, estoy nerviosa, ya que me está esperando este hombre del que me he formado una idea y lo percibo peligroso, es encontrarse con un alguien que ha pasado a la historia en el escaño de los cercanos al mal.
Lo primero que veo es la barba larga descuidada y un gorro alto, se presenta en vestimentas extrañas, babuchas de seda probablemente traídas de Turquía, ojos profundos y seductores. Tiene un olor extraño, huele a clavo, incienso y canela.
Lo tenía advertido, es un seductor incontenible. Toma mi mano y la besa sin dejar de clavarme la mirada. Me fijo en sus manos, ásperas, arrugadas y me da un poco de asco la mugre bajo sus uñas largas. Me llama la atención su joyería, anillos y collares, un despliegue de poder con piedras preciosas. Debo confesar que me estremecí, es esa sensación que marca mi sentido de peligro erizándome la piel, “Un gusto mi hechizante dama, soy Jacob”.
Que bien que decidí el encuentro en un lugar público. No podría hablar con él a solas, me produce miedo y tendría que salir despavorida.
Soy alta en términos generales, así que mi personaje lo he elevado un poco más, mido 1.80 conozco el efecto que tiene mi tamaño en los otros, me protege.
Después de las cortesías propias de la época, de pedir al mesero los tes y pan, me pregunta curioso porque lo he hecho venir. Hay muchos que nos observan, algunos con desprecio, otros son sus fieles seguidores, están esperando a que terminemos para pedirle alguna palabra de aliento, quizá, un milagro.
Hoy hay muchas moscas, molestas revolotean cerca del pan. Las orillas del río están llenas de materia orgánica en descomposición, excrementos, algas y otros microorganismos que abundan debido a la falta de higiene, esto se irá componiendo con el tiempo cuando se construya el alcantarillado que llega al mar.
He tenido que pensar cual de las mil preguntas que revolotean en mi mente le voy a hacer, tengo poco tiempo. Sé que él piensa que es el mesías; este hombre encontró en esta ciudad, un refugio donde pudo desarrollar sus ideas y atraer quizá, unos dos mil seguidores.
Tengo claro que adoptó las ideas de Sabbatai Zevi quien vivió cien años antes y se proclamó como el Mesías Judio, generando divisiones significativas dentro de su comunidad, provocando reacciones de rechazo y persecución por parte de las autoridades rabínicas tradicionales. El fervor mesiánico entre sus seguidores era sorprendente, creando expectativas de redención y liberación. Su rechazo a las normas religiosas bajo la idea de que eran obsoletas y de que él era el Mesías, justificaba la transgresión a todas las reglas. Esto incluía prácticas que desafiaban las leyes dietéticas y el Shabat, promoviendo un enfoque más liberador y menos restrictivo de la vida judía.
Frente a mí está quien rescató la idea del antinomismo de Zavi, que se refiere a la creencia de qué bajo ciertas circunstancias, las leyes religiosas pueden ser ignoradas o incluso quebrantadas, dejando claro que la salvación espiritual podía lograrse a través de actos que, en otras circunstancias, serían considerados aberrantes y pecaminosos.
La idea de un “Dios verdadero” que está oculto detrás de un “Dios falso”, representando las estructuras religiosas y sociales tradicionales, es una visión dualista, fomentando la idea de que la verdadera espiritualidad requería la destrucción de las normas establecidas. Para mi invitado, esto es fuente de sus creencias.
Zavi y sus seguidores eran conocidos como sabateos y eran despreciados por sus rituales y excentricidad, a menudo incluían elementos de algarabía y descontrol en contraste con la solemnidad típica del judaísmo tradicional.
Tras convertirse al islam bajo presión del Sultán, muchos de sus seguidores también se convirtieron, formando el grupo de los Dönmeh que se fue diluyendo con el tiempo, pero la semilla de sus creencias alcanzó a este hombre que tengo frente a mi, sí, el piensa que es la reencarnacion de Zevi.
Nuevamente pongo mi atención en sus manos largas, las mueve con un ritmo pausado al hablar, pareciera que va tejiendo un embrujo. Claro que se da cuenta de su efecto en mí. Me retiro un poco hacia atrás. Me siento incómoda.
Jacob ha dejado una huella indeleble en el tiempo, dejando tras de sí un movimiento conocido como frankismo en Polonia, Ucrania y Galitzia, objeto de odio, persecución y de excomunión por parte de los rabinos ortodoxos.
En 1756 el tribunal rabínico de Brody lo excomulgó. Como su predecesor, Franck al llegar a Turquía, buscando asilo y protección en un entorno que era más tolerante hacia las creencias no ortodoxas, se convirtió al islam, lo que le permitió establecer una nueva base para su movimiento y atraer a seguidores. Afirmó haber recibido revelaciones divinas que le indicaban que debía adoptar el islam como parte de su misión mesiánica.
Esto que le dictó Dios, incluía la idea de que la conversión era un paso necesario para la redención de su comunidad. Se convirtió más tarde públicamente al catolicismo, llevándose a toda su grey.
A Jacob le faltan algunos dientes, pese a que en mi época sería considerado un hombre maduro, aquí ya es un hombre viejo, pero su figura carismática y enigmática sigue ejerciendo una considerable fascinación. He leído sobre su personalidad fuerte y su retórica persuasiva, fuente de atracción para muchos a su causa, creó así un séquito leal que lo apoyaba en sus enseñanzas y prácticas. Me parece que tengo una predisposición a verlo como figura que abraza lo opuesto a la belleza.
El sol va descendiendo en el horizonte, una mosca es alcanzada por la servilleta de mi invitado, impulsada hacia el suelo dejando las alas pegadas en el trapo. El zumbido de las otras me distrae, saco mi abanico para espantarlas.
“Gracias por aceptar mi invitación, me dedico al trabajo comunitario, y sabiendo que muchas de sus enseñanzas están enraizadas en la Kabbaláh, tengo una pregunta sobre el concepto del “pan de vergüenza”. ¿Por qué no puede uno sentirse solo agradecido, si recibe algo sin haberlo ganado?”
Inhala profundamente, no contesta a la primera, se toma el tiempo para reflexionar, cierra los ojos, está entrando en las profundidades de esta disciplina esotérica y mística que tanto ha estudiado dentro del judaísmo, busca entender la relación entre Dios, el universo y el ser humano.
“¿Sabes? Kabbaláh, significa “tradición”, “recipiente” o “recepción”, un conocimiento transmitido de maestro a discípulo. Se centra en la interpretación mística de la Torá y otros textos sagrados, buscando desvelar significados ocultos y profundos. Este gran conocimiento se desarrolló en la Provenza y Cataluña, a partir de la segunda mitad del siglo XII.
Cuando hablamos del “pan de la vergüenza”, tocamos algo que simboliza la incomodidad y la falta de satisfacción que siente una persona al recibir un regalo gratuito, lo que puede generar sentimientos de vacío, falta de realización, vergüenza o deshonor. Se crea una energía de deuda, impidiendo alcanzar una verdadera satisfacción y plenitud. El propósito de la existencia es eliminar este “pan de vergüenza” al convertirnos en creadores, reflejando así la imagen de Dios. Esto implica que cualquier cosa que se reciba debe ser “pagada” a través de esfuerzos y contribuciones significativas, para obtener recompensas que sean verdaderamente satisfactorias. Es decir, que proviene de lo que se ha ganado, a través del trabajo personal y el sacrificio.
Creo en la recolección de “chispas” de luz divina dispersas en el mundo, que es concepto central en la Kabbaláh Luriana. Hay que restaurar la luz divina a través de nuestras acciones, pero primero hay que transgredir las normas religiosas como un medio para alcanzar la redención, la experiencia mística personal sobre cualquier otra ley, es indispensable”.
Sus ideas confunden, por un lado, vienen de un hombre que cree en lo que dice, es culto, ha leído, tiene un lenguaje hechizante, y dice cosas que son interesantes, por otro sus ideas no me hacen sentido, no puedo ver como alguien puede seguirlas. Como si pudiera leer mi mente, responde, “entiendo que no me creas y es que perteneces al grupo de los tontos que están dormidos. He profesado las tres religiones Abrahámicas, he caminado miles de kilómetros y he viajado a otros territorios, creo que para que seamos salvados, necesitamos corrompernos primero.”
Sus palabras me dejan en blanco, escucho la provocación y no estoy lista para entrar en un debate y encontrar cómo rebatir sus ideas. La tengo difícil, estoy frente a un hombre brillante. Tendré que regresar a mi tiempo, darle duro al estudio y buscar a quien sabe, para regresar de nuevo.
Necesito un lenguaje que traiga un ejército ágil, capaz, para dar mi opinión y qué ante sus embates, pueda sostenerme. Dentro mío hay algo que me dice que no es suficiente con sentir, que las ideas de su secta me generan suspicacia, y algunas, repulsión.
No, no estoy de acuerdo con él, me da la impresión qué quizá pueda uno cuestionar lo que ha aprendido, revisar si esas ideas lo sostienen a uno, entender el contexto donde fueron gestadas, pero creo que aquello que hago afecta a otros, si transgredo sin duda lastimo, si no trato amorosamente mi cuerpo, si no cuido mi alma, no estoy segura de que saciar mis instintos sin medida me genere algo bello, bueno y bondadoso.
Una mosca se posa en mi frente, recuerdo como en algunas creencias, se considera que las moscas son atraídas por malas energías y pueden ser utilizadas en prácticas de brujería y para escuchar conversaciones. ¿Será que su presencia indique la necesidad de realizar una limpieza espiritual?
Las prácticas que promovía, orgías sexuales, para encontrar la salvación, no las entiendo, me cuesta creer que alguien pudiera pensar que eso lleva a la salvación, pero se que a muchos les hizo sentido y lo siguieron. Si es verdad qué como líder de los frankistas, decide qué hombres deben acostarse con qué mujeres, sin pedir el consentimiento de estas me parece aberrante. Si era bisexual, eso era asunto suyo, pero si estaba de acuerdo con la pederastia, me genera aversión. ¿Será todo esto verdad? algo me dice que seguramente.
En la novela, Tokarczuk sugiere que él tiene relaciones sexuales con su propia hija, quien queda embarazada, y se ve obligada a abortar a su hijo.
Me pregunto si mucho de lo que estamos viendo hoy públicamente en desfiles, en leyes que abrazan que un niño pueda ser agredido con hormonas sin el consentimiento de sus padres, si quitar sus órganos para cambiarles de género, se alimentaron de ahí.
La tarde va abriendo paso a la noche, comienza a hacer fresco, el zumbido de las moscas se vuelve más intenso. Le digo a mi invitado que es momento de marcharme. Saco una moneda de groschen, una moneda de plata que se utilizaba en aquella época, para pagar, él no hace ningún intento por detenerme. No dejo que tome mi mano para despedirme, me aferro a mi bastón y me pongo los guantes. Agradezco la respuesta a mi pregunta, me despido y le digo “me llama la atención que en ningún momento Ud. me preguntó qué pensaba yo”. Siento su mirada en la espalda, me estremezco. Las moscas se han quedado ahí junto a él, en la mesa, en el suelo y en mi taza de té.
DZ
Nota al margen:
En algunas culturas, como la egipcia, las moscas han sido vistas como símbolos de valor y tenacidad, siendo incluso un galardón militar en ciertas ceremonias.
No hay evidencia de que haya seguidores activos del movimiento religioso de Jacob Frank en la actualidad. Después de su muerte en 1791, su hija Eva Frank se convirtió en la nueva líder del movimiento. Se la consideraba la encarnación de la Shejiná, el aspecto femenino de Dios, y fue objeto de un culto en su propia comunidad. Sin embargo, a medida que disminuyeron sus fondos, cayó en deudas y murió en 1816.
Los frankistas dispersos en Polonia y Bohemia se asimilaron gradualmente con la población católica circundante. El movimiento se desvaneció y sus seguidores se integraron en la sociedad.
El nombre verdadero de Jacob Frank, era Yakov ben Judah Leib Frankovich, y al convertirse al Islam toma el nombre de Jakob Franck, nació en 1726 en Korolivka, actual Ucrania, dentro de una familia judía polaca, un territorio que entonces formaba parte del Reino de Polonia. Su padre era rabino, y esto le permitió desde joven, un acercamiento a los textos sagrados hebreos.