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Enheduanna

Tu imagen, brotó de la tierra en Gipar en Ur, durante las excavaciones a mediados del siglo veinte, en forma de disco de alabastro y llevaba inscrito tu nombre.

Llevabas la sangre de tu padre del rey Sargón I de Acad, aquel que fue el primer gobernante que unió el norte y el sur de Mesopotamia, cuando el tiempo marcaba en términos contemporáneos del calendario Romano, unos 2300 años antes de Cristo.

Los que dicen que saben, han colocado de manifiesto que fue él, el primero en crear un verdadero imperio. Esto mientras no aparezca alguna otra cosa que cambie lo que hasta ahora se sabe.

Dicen que tu nombre no era en verdad un nombre, si no más bien un título, transliterado como Enheduanna y al que se le han dado varias interpretaciones entre las que está “Adorno del cielo. ” en directa referencia a la Luna.

Cómo poder imaginarte, cuando nos separan más de cuatro mil años en el tiempo, cuando mis prioridades están ancladas en cosas tan distintas a la tuyas, cuando mi mundo parece de pronto tan confuso, más lleno de preguntas que de certezas, cómo las que imagino tendrías tú.

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Me embriaga la curiosidad, tan solo con imaginar como abrazarías esa época, te veo llena de conocimientos donde la matemática y la lógica se iban engrandeciendo a base de saber sorprenderse. Tus sueños llenos de esa cosmogonía llena de mitos maravillosos, que seguramente acompañaban rituales espléndidos para alabar a Enki, dios de la beneficencia, aquel que controlaba del agua dulce de las profundidades debajo de la tierra, o a An Dios del cielo, entre tantos otros.

Percibo un tiempo qué pasaba lento, pausado pues resuelto el techo y el alimento cuando no había guerras que franquear, dejaban esos otros espacios para el cultivo de las ciencias y el arte creyendo que estas y los oficios, habían sido revelados por los dioses y por eso los considerabas inmutables.

¿En verdad, cada cosa debía de tener su nombre, con el objeto de asegurarse un lugar en el universo?

Qué acertijos nos legaron, tú y los tuyos, dejándonos cada vez más sorprendidos y boquiabiertos a cada hallazgo arqueológico.  Hoy a más de cuatro mil y pico de años de distancia, no terminamos de entender del todo, cómo era tu época.

Nos seguimos quedando con ganas de saber la forma de resolver las problemáticas del día a día, de responderse a las preguntas que se presentaban en su cotidiano. Tenemos más preguntas que respuestas  sin duda y un cumulo de distintas formas de transcribir con nuestros ojos de contemporaneidad, lo que nos deja con un halo en la penumbra, sin terminar de ponernos de acuerdo.

Porque firmaste cada estela con tu título de Suma sacerdotisa en el templo del Dios Nannar, eres considerada la autora más antigua que existe, escribiste los primeros textos que se pueden atribuir a un autor.

Fuiste músico y  la primera que escribió jamás una crónica y en ella plasmaste el derrocamiento de tu  familia y su destierro.

Además de escribir y componer, tenías un papel de gran importancia política que a menudo llevaron las hijas de la familia real y tú cómo princesa, tenías un poder aún más grande.

Imagino lo que eso generaba por más que las mujeres tuvieran puestos de influencia en tu época, y en ello te jugaste un papel político durante el reinado de Rimush tu hermano y te involúcrate en una agitación, que te costó ser expulsada del reino.

Hay testimonio de que eventualmente fuiste reinstaurada nuevamente como suma sacerdotisa. Lo que muestra la influencia que tenías.

Fascinante poder usar la imaginación para cruzar el tiempo y mirarte en algún edificio de ladrillo cocido sin argamasa frente a las tablillas en cuneiforme, donde imprimías tus himnos, dejando para la historia esa forma de mirar te mundo. Quizá eras alta, membruda, de nariz curvada, con largos cabellos o usabas alguna peluca porque habías rapado tu cabeza llevando tu pelo a la Diosa Madre como ofertorio.

¿Cubrías tu calvicie con un tocado ritual? ¿Tendrías la cabeza cónica y la piel azul? Muchos creen que eras extraterrestre.

Quedaron vestigios sobre tu época y hoy pueden mirarse sobre las piedras calizas, una historia que sigue intrigándonos pues hay más incertidumbres que certezas sobre tu raza, ni siquiera hemos podido descifrar el lugar de donde vinieron.

Sobre lo que algunos creen al interpretar cada hallazgo, hay tal controversia que sigue sorprendiendo a arqueólogos, lingüistas e historiadores sin poder ponerse de acuerdo tampoco sobre el rastro de tu lengua -monosilábica- pues no se puede relacionar con la de otros grupos lingüísticos existentes.

¿Habrán sido los Anunnaki esos Dioses extraterrestres de los que algunos hablan, quienes se encargaron de crearlos?

¿Acaso llegaron de un planeta confuso llamado Nibiru? Qué significado habrá por detrás de esos cráneos cónicos  que nos ponen a usar la imaginación y algunos dan opiniones heterodoxas que nos hablan de seres que crearon al homo sapiens para que fuera  sus esclavos.

También está otra opción que pertenecieras a la estirpe de los cabezas negras como se hacía llamar tu pueblo.

Que fascinación me causa cada interpretación sobre el paso de tu pueblo sobre este planeta.

El espacio seco sin piedras ni madera, los ríos Eufrates y Tigris permitiendo la agricultura cuando desbordados dejaban el limo para volverlo trigo y cebada. Fueron los primeros en transportarse de un lugar a otro en aquellos carros que dejaron de manifiesto el invento de la rueda. Fueron Ustedes, los inventores del sistema sexagesimal, de los inicios de la medicina, y de las construcciones con ladrillos de adobe y los arcos arquitectónicos. Y cada vez que usamos las leyes para gobernarnos se escucha el eco de entonces, porque ustedes también fueron quienes nos dejaron las primeras leyes escritas.

Hoy, pensar que apenas estuviste por aquí unos treinta y cinco años me hace pensar que te faltó tanto más, para seguir nutriendo tu espacio con tus bellos poemas.

“Rey mío, algo se ha creado que nadie ha creado antes.” Así labraste en uno de los cuarenta y dos “Himnos del templo sumerio”, dirigidos a tantos templos de importantes ciudades donde destacaban Acad, Eridu, Sippar y Esnunna.

Los restos de tu obra nos muestran que aún después de tu muerte en tantos lugares se te tenía en alta estima, pues continuaron pronunciándose tus versos por largo tiempo.

Para algunos doctos en la materia estos son uno de los primeros intentos de una teología sistemática, donde formulabas una ordenada forma de manifestar coherentemente, las creencias de tu época mirando tu historia, plasmando la filosofía, la ciencia y la ética.

Regreso a mi tiempo, este que parece tan convulso, con tantos matices de globalización, donde poco a poco nos vamos  deshilando como humanidad.

Es sin duda el paso de tu estirpe sobre el planeta que comenzó el desarrollo del mundo junto con algunos otros pueblos y  gracias a la grandeza de tu civilización que hoy contamos con tantas herramientas para seguir evolucionando. Esperemos honrar ese legado pese a nuestras fracturas.

Enheduanna, más allá de mi fascinación por ti, la intriga que me produce tu tiempo y la admiración por tu pueblo, hoy te honro con mi intento de acercarme, aunque sea a mi forma, hecha letras.

DZ