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Tu corazón nunca se rindió

Casilda Cundumi, Negra Casilda

Mujer guerra luchando

Casilda Cundumi, Negra Casilda

Tu Historia sigue inspirando 

De sangre pura Africana

El valle del cauca te crió….

Fragmento de La Negra Casilda 

Autor J. Arteaga 

Son Montuno

Leí en alguna de las novelas de Rosa Montero una frase que revolotea en mi mente, ahora que me acerco a cumplir sesenta y es que como dice ella “Quizá uno empieza a envejecer en el momento en que empieza a dolerle la memoria”.

Como institución jurídica, la esclavitud se remonta a miles de años atrás donde incluso Aristóteles sostuvo que era un “fenómeno natural”. Este 23 de agosto que se acerca, se celebra El día internacional del recuerdo de la trata de esclavos y su abolición.

Sera que pese a su fecha en el calendario y las muchas cosas que han mejorado, esta siga  existiendo arraigada culturalmente en determinados países con mano de obra infantil o algunos tipos de prostitución en todo el mundo y estoy segura que cuando a los niños se les ve trabajando en las calles pidiendo dinero, o cuidando a sus hermanos pequeños, tambien entran en el escaño de tan lacerante vocablo. Incluso cuando el trabajo es remunerado pero no alcanza para vivir. 

Es ahí donde entra el dolor de la memoria, porque este tipo de conductas humanas me han lastimado siempre, pero al paso de los años me duelen más.   

Los héroes nos inspiran, nos motivan y nos ayudan a creer que cualquier cosa es posible. Nos hacen ver formas para enfrentarnos a retos que nos presenta la vida y nos inculcan ideales de fortaleza, amistad y perseverancia. Así, nuestra elección de héroe podría ser vista como lo que Sigmund Freud llamaría el “super-ego”, o el “yo ideal” al que uno quiere llegar.

Quizá el desgarrador sentimiento que me produce la esclavitud en cualquiera de sus manifestaciones, encuentra alivio cuando encuentro algun ser humano falso o real que mitige con su vida, el espacio donde se anida  la parte más oscura del corazón humano.

Estar en Colombia y ver en las calles pieles oscuras me remonta a la llegada de cientos de miles humanos arrastrados con cadenas, cruzando el mar para desembarcar en Cartagena. Entonces como siempre me pasa, aparece la fotografía de una mujer hermosa nacida en Mali en 1823, conocida como la negra Casilda. 

Vendida junto con otros, fue llevada a  trabajar en las plantaciones de caña de azúcar en los ingenios en Palmira, Colombia, a más de 900 km al sur de Cartagena.

En 1840 harta del abuso, de pasar hambre, del esfuerzo de horas incansables de trabajo sin tiempo para reponer el cuerpo y de los castigos innumerables que le procuraban su altivez y la furia con la que se defendía del maltrato; sin agachar la cabeza se fugó junto con otros 45 esclavos a las montañas de Palmira y ahí decidió que el horror a la que eran sometidos tantos seres humanos debería terminar.

Orgullosa de su raza y de sus conocimientos de magia y medicina natural,  encontraba como curar con hierbas y semillas, siendo las picaduras de serpientes y otras alimañas su fuerte. Nunca se convirtió al catolicismo y fue devota de sus dioses africanos, para ella ese hombre en la cruz representaba a sus verdugos y esclavizadores. 

En las montañas dueña de un espíritu libre y guerrero dirigió a un grupo de hombres que ayudaban a que otros esclavos pudieran escaparse.

El eco de su melodiosa voz, se escuchaba en sus cantos nativos. Dirigió la fuga de otros esclavos, pero un día fue capturada. La sentencia implicaba muerte por descuartizamiento, a ver si así era ejemplo para los demás en cautiverio.

Su padre era un “Hougan” o Sacerdote Vudú que también llegó de Malí, en el mismo barco negrero, gracias a lo que enseñó magia y brujería, logró escaparse una vez más.

Esbelta y alta, su belleza no pasó desapercibida y pronto un español criollo quedó cautivado y fue padre de sus primeros cinco hijos. Él le regaló su segunda libertad,  enseñándole a leer y escribir. Un hombre sensible que apoyó  la lucha de su compañera y actuó como intermediario para que los negros de varias haciendas se fugaran. Aprendido, fue fusilado en 1857 en la actual Plaza de Bolívar en Palmira, Valle del Cauca, acusado de traición y conspiración.

Una segunda pareja; curandero, brujo hechicero y rebelde como ella,  después de ser declarado en libertad,  la conoce en Cali donde entró a trabajar como jornalero en el Ingenio Manuelita en Palmira. Con él tuvo 9 hijos, sumando a los cinco tenía, sus genes corrían entonces por las venas de 14 hijos y más adelante aproximadamente más 60 nietos. Una prole cuantiosa que llevaba su sangre y que me encanta pensar que todavía corre por suelo Colombiano, recordándome que quizá después de todo, se pueden cambiar las cosas.

A sus oidos  llegó el nombre líder negro Benkos Biohó que en Cartagena de Indias, acaudilló la primera rebelión de esclavos Cimarrones durante el siglo XVII. Su nombre la ayudó a creer que se podía, que valía la pena la lucha.

Casilda se infiltró en alguna ocasión como jornalera en las plantaciones de caña. Se cuenta que les dio a los esclavos un polvo tóxico y narcótico para que cuando terminaran su día de trabajo, se lo echaran en la bebida a los blancos y así poder huir y unirse al Ejército Negro, lo mismo sucedió con las esclavas de la cocina.

Muchos lograron escapar y unirse a la causa libertaria. El 14 de febrero de 1862, Casilda con más de 100 negros, mulatos, e indígenas, vencieron al Ejército Criollo de Palmira los cuáles los sobrepasaban en número, pero aun así ganaron.

Al morir  en octubre de 1945 en Palmira, Valle del Cauca,  no fue  enterrada en un cementerio. Las costumbres y creencias religiosas de los blancos, decían que ella no era digna de enterrarse en un panteón cristiano por que era “negra”, rebelde y enemiga de las autoridades civiles, eclesiásticas, y militares que en el siglo XX. 

“Repite una mentira con suficiente frecuencia y se convierte en verdad”, es una ley de propaganda con frecuencia atribuida al nazi Joseph Goebbels. Entre los que nos dedicamos a la psicoterapia, le llamamos el efecto de la “ilusión de verdad”.

Pues resulta que esta historia tan bien detallada, llena de fechas y lugares puntuales, entra en los anales de las miles de mentiras que corren de voz en voz. El historiador Felipe Arias Escobar publicó no hace mucho que desmentía la historia de Casilda; “La famosa heroína es inexistente en internet antes de 2016. Es un cuento que solo existe en Facebook”. Expresó con contundencia. 

“Una historia vaga y con una foto falsa que, por el heroísmo que narra, ha hecho carrera en apenas seis años”.

Derby Arboleda, director de cine, ayudó a que esta historia en la que usó todos los datos biográficos mencionados en este escrito, se convirtiera en un ser de carne y hueso, lanzando en marzo de 2019 el docudrama “Casilda: Grito de la Libertad” Propuesta que ganó un estímulo del Fondo para el Desarrollo de la Televisión Colombiano en 2018. Apareció, por primera vez entonces, una puesta en escena audiovisual de la historia de esta heroína negra y la dio a conocer a un público masivo.

La canción La Negra Casilda  del Autor J. Arteaga  cantada por el grupo Tomboranga, pone con gran ritmo la leyenda en sus estrofas de son Montuno. 

Hay incluso una escuela afro del norte del Cauca que fue bautizada en honor de la falsa ídola. 

¿Qué es lo hace inconsistente su historia? Aquí algunos datos dentro de muchos otros que no aparecen en este texto.

Las fechas de nacimiento y muerte la hacen un mujer que vivió 122 años por lo que la francesa Jeanne Calment (1875-1997), quien ostenta el récord validado científicamente por ser la persona más longeva de la que se tiene documentación, sería falsa.

La foto es de 1870 aproximadamente su autor es el fotógrafo Aleman  Albert Henschel que vivió en Brasil. La original  en formato de tarjeta de visita, es propiedad del Museo Etnológico de Berlín, que la conserva bajo el título de ‘Retrato de una afrobrasileña (esclava)’. Por lo que no es ninguna heroína afrocolombiana.

Si llegó por contrabando o por el restablecimiento de la práctica en 1843, no pudo ser ‘de Malí’, lugar que no existía en el siglo XIX .

Otra más, La abolición del comercio esclavista en Colombia se dio en 1825, solo dos años después de la fecha de nacimiento de la mujer imaginaria.

Los textos virales dicen que Cundumí huyó a las montañas con 17 años, después de ser esclavizada en las plantaciones de caña de la hacienda Manuelita. Pero George Henry Isaacs compró esas tierras apenas ese año, justamente en 1840, y fue él quien luego las bautizó con su nombre actual por su esposa, Manuela Ferrer. 

Aunque los afros de la zona recurrieron a algunas acciones violentas como un levantamiento armado en Caloto y el asesinatos de sus amos esclavistas. Su lucha se decantaría por las vías pacíficas e institucionales a partir de 1844 y volvería a combinarse con la violencia desde 1848 hasta la guerra de 1851 por la abolición. No hay mención ninguna  de una Casilda Cundumí como protagonista en alguno de esos periodos.

La ejecución del padre de sus hijos, tampoco encaja en el espacio. No pudo tener lugar en el parque Bolívar de Palmira, donde la narración la ubica, porque el sitio no existía. Esta se inauguró en 1917, o sea 60 años después.

La nacionalidad del español fusilado y los dueños de las haciendas tampoco se acomodan a la realidad de esa época, posterior a la Independencia.

Y aunque su existencia está puesta en duda CASILDA CUNDUMÍ DEMBELE (Malí, 1823 – Palmira, Colombia, 1945) Más conocida como “La Negra Casilda”. Representa una posibilidad para aliviar mi sentir en la desolación  de aquello  que sigue anidada en mil alma, cuando contemplo que todavia existe la esclavitud, cuando me doy cuenta que nos falta tanto para evolucionar. Así que elijo creer en ella como símbolo, como consuelo, como sosiego.

“Cuando apareció el hombre, el universo se amplió con invenciones maravillosas e invenciones malvadas. En ninguna de ambas ocupaciones nos hemos concedido reposo.” 

Por DZ

Claudia Gómez

Twitter: @claudia56044195