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Domingo de Ramos, una convivencia entre vivos y muertos en Juchitán
Indígenas zapotecas adornan con flores las tumbas de sus difuntos en el Panteón "Domingo de Ramos", hoy en el municipio de Juchitán, estado de Oaxaca (México). EFE/Luis Villalobos

El inicio de la Semana Santa representa para los indígenas zapotecas del municipio de Juchitán en el estado de Oaxaca, sur de México, el primer encuentro del año con las almas de sus seres queridos que se les han adelantado y que reposan en el panteón municipal llamado “Domingo de Ramos“.

En este lugar, este día que marca el Domingo de Ramos en la religión católica, es donde se congregan cientos de personas para visitar las sepulturas de sus familiares, limpiarlas, llenarlas de flores, música, comida y bebida.

Pero a diferencia de la tradición católica que se celebra en México visitando las iglesias para la bendición de las palmas, en Juchitán el recuerdo del pasaje bíblico de la entrada del Cristo a Jerusalén, se vive todo el día en las sepulturas de este camposanto.

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Indígenas zapotecas adornan con flores las tumbas de sus difuntos en el Panteón “Domingo de Ramos”, hoy en el municipio de Juchitán, estado de Oaxaca (México). EFE/Luis Villalobos

La historia del lugar señala que los sepulcros fueron construidos exprofeso como pequeñas viviendas para que este día los vivos puedan entrar en estas para comer, beber y recordar a sus familiares.

“Tenemos la creencia de que ellos este día, conviven con nosotros espiritualmente, esas son nuestras creencias”, contó a EFE la profesora Obdulia Nieto después de colocar flores y velas en la tumba de su sobrino Vicente, quien murió a causa de la pandemia de COVID-19.

En este día en el panteón de Juchitán se encuentra uno con cientos de personas que cumplen al pie de la letra esta tradición.

Mientras que a los lados, en decenas de puestos mujeres juchitecas venden flores, cruces, tamales de iguana, garnachas, dulces tradicionales, aguas frescas y cervezas, que los visitantes pueden comprar para compartir con sus difuntos que también en vida degustaban de la gastronomía del Istmo de Tehuantepec.

Karina López, de 25 años, forma parte de las nuevas generaciones que mantienen esta costumbre de vivos y muertos; desde muy temprano acudió con su madre y sus hermanas a recordar a su abuelo.

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Indígenas zapotecas adornan con flores las tumbas de sus difuntos en el Panteón “Domingo de Ramos”, hoy en el municipio de Juchitán, estado de Oaxaca (México). EFE/Luis Villalobos

“Mi abuelo es el profesor Vicente Aquino y mi abuela Na’María, así la conocían por María Asunción y bueno les trajimos flores de rosas de 12 diferentes tipos que son las flores que a ellos les gustaban, porque cuando veníamos nosotros veíamos que eso les gustaba comprar en vida”, contó la joven.

Los juchitecos se consideran afortunados con estas tradiciones que suponen un encuentro espiritual con las almas con quienes volverán a convivir en las celebraciones de Días de Muertos, que también a diferencia de todo México, se llevan a cabo los días 30 y 31 de octubre en lo que ellos llaman Biguie‘, voz zapoteca que quiere decir altar de los muertos.

Con la mezcla de estos elementos, gastronomía, espiritualidad y fe, la tradición se cumple una vez más en Juchitán al sentir que los muertos vuelven en esencia para consolar a quienes se quedaron en el mundo de los vivos.

“Aquí estamos con mucha alegría, qué diéramos para que a la hora que viniéramos ellos nos recibieran con los brazos abiertos y nos dijeran aquí estamos, pero pues no, aunque espiritualmente sentimos que aquí están”, dijo a EFE María Magdalena Pérez, dentro de la sepultura familiar donde están enterrados su padres y abuelos.

Con información de EFE