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Alice Kyteler

Se llega a la sala del juicio vestida de hombre. No hay forma de sentarse en las primeras butacas de no serlo. Así que transformo el vestuario al uso de aquella época, me aliño el pelo antes de entrar, sin duda necesito ir con el olfato ajustado. El olor a ser humano sin baño, es insoportable.

El lugar está abarrotado estamos en Irlanda en el siglo XIV. Es sin duda uno de los siglos  más dolorosos de la historia de la humanidad en Europa. A mediados de siglo, entre 1348 y 1355 graves plagas y guerras asolaron a casi toda Europa.

El planeta se enfrenta a la pequeña era de hielo que acabó con miles de cosechas, causando miseria y hambrunas inimaginables.

Sin duda lo más terrible de todo, fue el brote de peste en sus variantes bubónica, neumónica y septicemia, a la que se le dio el nombre de peste negra, acabando con un tercio de la población europea.

La iglesia católica tal vez por miedo al hombre que comenzaba a abrirse a la antesala del renacimiento, remetió como toda su fuerza en los sermones que gritaban el castigo divino, como respuesta a este hombre pecador, indigno y lujurioso que merecía ser flagelado, arrasado por ofender  a Dios y lo que estaba sucediendo era una muestra clara de su ira.

No hay mayor peligro que el de un hombre libre de mente, capaz de decir NO y con ello librarse de un sometimiento que ahora puede parecerle innecesario, que sin duda respondía a la necesidad de no perder el control sobre la población y mantenerla adiestrada y obediente.

Y no hay más peligroso que una mujer inteligente, bonita con solvencia económica que empieza azuzar el gallinero, volviéndose un arquetipo para imitar.

Cruzo el umbral de la puerta del edificio de gobierno. El espacio es obscuro, no hay ventilación y la parafina de las velas gotea en las esquinas, el humo denso mancha las paredes y los actores están en su lugar. Probablemente son las seis de la tarde, las jornadas de trabajo han terminado y comienzan a llegar todos los pobladores.

Hasta adelante esta el escribano con los dientes manchados y rotos. En una gran silla está el obispo de Ossory, Richard de Ledrede con su gran barriga, quien tiene una obsesión por la brujería. A su lado cuatro o cinco monjes que le hablan al oído.

Hoy se celebra según dicen algunos, el primer juicio documentado, en contra de una bruja en todo el planeta. Estamos en tierra Gaélica donde todavía el mundo celta tiene una fuerza enorme en las creencias, usos y costumbres. No quieren pagar diezmo al papado y no hay mejor caldo de cultivo que encontrar una forma de castigar; que el miedo.

Por esa época se promulgaron los Estatutos de Kilkenny que vetaban a los descendientes de ingleses, la posibilidad de aprender irlandés, vestir con atuendos irlandeses o practicar casarse con nativos irlandeses. Un edicto que enseñaba sin duda, el poder de la iglesia como estado y la necesidad de someter a los pueblos de una forma u otra a una forma de pensamiento.

La traen amarrada y muy golpeada, se ven las muestras de la tortura a la que ha sido sometida; será juzgada. Solo lleva una túnica sucia, el abogado acusador arranca la parte superior dejándole el pecho descubierto.

“¡Aquí está la marca del demonio!”, grita con furia al hombre de Dios, señalando un lunar en el hombro. “Esta es la prueba inequívoca de que tuvo relaciones carnales con un demonio de nombre Robin Artisson. La bajeza de una mujer que ha copulado con un ser del averno, merece la muerte.”

El público se enardece, grita “QUE LA QUEMEN” Aparece la palabra “Incubo” y sin duda me genera esa curiosidad que encuentra la imagen de un demonio convertido en un hombre atractivo.

Después se apilan las más de veinte acusaciones que se le imputan.

Alcanzó a ver, pese a las vejaciones a las que ha sido sometida, una belleza inusual. Una piel blanca como porcelana, mancillada a golpes, tiene un rostro angelical. Es hija única de una familia acomodada hiberno-normanda, sofisticada y educada.

Acaso el dinero y tener una mente abierta, tejieron para ella el binomio perfecto para domesticarla, castigándola y usarla para poner  un ejemplo. Esto es lo que le pasa a una mujer libre, independiente y mientras, se van incautando sus bienes. Quizá estos ayuden  a sostener unas instituciones que tienen fuertes gastos.

Pero que es lo que realmente hay de fondo, pregunto al único personaje en la sala que está en silencio. Así que me cuenta:

Sir John Le Poer su cuarto marido tuvo la sospecha de que estaba siendo envenenado. Después de su muerte, los hijos de Le Poer de su primer matrimonio y los habidos de sus dos maridos anteriores la acusaron de usar hechicería para matarlo y quedarse con sus bienes. Cabe mencionar que ella lo ayudo a amasar la inmensa fortuna, prestando dinero trabajando a su lado de sol a sol para conseguirla. Por ello, también está siendo acusada de usura.”

De pronto escucho la voz encolerizada del abogado, le grita negar la fe en Cristo y a la Iglesia, arremete acusándola del sacrificio de animales en encrucijadas para los demonios y blasfemia. Misas negras en los atrios de las iglesias, pócimas maléficas para adormecer a sus víctimas.

En días pasados Petronila de Meath una chica que estaba a su servicio, bajo tortura confesó brujería, implicando a Kyteler. Quemada en la hoguera en la hoguera. Días después arrestaron a Alice.

El juicio cesa por el día, la gente enardecida cruza el umbral de la puerta. Se llevan a la mujer de nuevo a su celda. Busco en las calles pantanosas una posada donde quedarme pero no encuentro nada. Así que me escabullo en un corral y me acuesto en la paja.

Al día siguiente regreso al lugar, ahora está más lleno, no encuentro donde sentarme. Huelo a chivo y me percato de mi suciedad. Veo al resto y quedó tranquila pues están igual.

Se sientan los hombres de ley, piden que traigan a la acusada. Tardan, comienza el desasosiego a tomar espacio.  Se escuchan murmullos. El obispo se levanta enfurecido cuando aparece el soldado diciendo que Alice, ha escapado.

Cobijada por su influencia, logra escapar en la madrugada, presuntamente a Inglaterra. Se ha llevado a Basilia la hija de Petronila que ha quedado huérfana y han desaparecido para siempre, en los anales de la historia.

El hijo de Alice, William Outlaw quien ocupaba un cargo importante en el gobierno, sufrió también la ira del obispo al no poder concluir con su cometido de matar a semejante bruja y acusa a William  entre otras cosas de clericidio, herejía y usura.

Nuevamente pasa que la influencia de esta familia es es muy grande y solo fue castigado con escuchar tres misas diarias, por un año.

Elegido el Papa Juan XXII añadió a la lista de las herejías la de brujería marcando el juicio de Alice la antesala para la persecución más desenfrenada de la historia a aquell@s que tuvieran una relación con el demonio.

Aunque el de ella no fue el primer juicio que hubo, ya que mencioné antes que a Petronila la quemaron, es interesante ver que una era pobre, por lo que no cuenta y a veces la historia teje solo a quien tiene medios, pero sobre todo, lo que me da la impresión es que no la pudieron condenar.

Se vacía la sala, camino un poco por las calles, mi imaginación tiene ese poder. Percibo con cada sentido, recreo el escenario y en verdad siento que estoy ahí.

Es momento de regresar. Me encuentro sentada frente a mi computadora. Escribo el final del relato, cierro los ojos buscando las palabras para hacerlo y al abrirlos sonrió, tengo los pies llenos de lodo y percibo un olor a rancio, tengo el pelo lleno de paja. Me hace falta un baño.

DZ

Aunque el juicio fue en 1326 y faltaban unos cuantos años para la peor época de muertes por la peste, ya comenzaban los primeros vestigios de hambre  y enfermedad en todo Europa. Se tejía sin duda una época profundamente dolorosa donde la guerra de los cien años, además cobró cientos de miles de muertos y de la mano a cientos a la tortura y a la hoguera. Entre ellos a los templarios muy a principios del siglo con acusaciones iguales fueron desposeídos de todos sus bienes y vaya que los tenían.