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Milicianos occidentales se unen a kurdos contra el Estadio Islámico
Foto de AP

Cuando combatientes kurdos se reunieron en torno a un fuego en una ciudad montañosa del noroeste de Irak, exhaustos tras luchar contra insurgentes del Estado Islámico, una sorprendente incorporación equipada con un chaleco táctico con las palabras “Cristo es el Señor” escritas en él, se une a ellos.

El combatiente, con un rifle de francotirador colgando del hombro y una bandana tipo Rambo alrededor de la cabeza es Jordan Matson, de Sturtevant, Wisconsin, un ex soldado del Ejército de Estados Unidos de 28 años que se unió a los kurdos en la lucha contra la milicia radical que ahora controla un tercio de Irak y la vecina Siria.

“No voy a regresar hasta que termine la lucha y el Estado Islámico esté paralizado”, dijo Matson a la Associated Press. “Decidí que si mi gobierno no iba a hacer nada para ayudar a este país, especialmente a la gente kurda que estuvo con nosotros durante 10 años y nos ayudó mientras estuvimos en este país, entonces yo voy a hacer algo”.

Matson y docenas de occidentales más luchan ahora junto a los kurdos, animados por activistas kurdos en redes sociales y por un sentido del deber que muchos sintieron hacia Irak — objetivo de una campaña militar de 10 años encabezada por Estados Unidos — cuando el país colapsó tras una ofensiva insurgente durante el pasado verano. Y mientras aviones estadounidenses y de aliados de su coalición bombardean a sus enemigos desde el aire, los kurdos dicen que esperan que más extranjeros se les unan sobre el campo de batalla.

Combatientes extranjeros luchando guerras que les son ajenas no son algo nuevo, como la Legión Extranjera Francesa a las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española. Los kurdos, sin embargo, recurrieron a internet para reclutar a sus milicianos, creando una página en Facebook llamada “Los leones de Rojava” con la manifiesta intención de enviar “terroristas al infierno y salvar la humanidad”. La página suele publicar imagines de sonrientes, guapas y fuertemente armadas comandantes y combatientes kurdas.

Matson, otros tres estadounidenses y un australiano que hablaron con la AP dijeron que habían organizado su incorporación a las fuerzas curdas a través de una página de Facebook gestionada por las Unidades de Protección del Pueblo, conocidas como YPG, la principal milicia kurda siria presente en el norte de ese país e Irak.

Cruzaron de Turquía a Siria, inmensa en el cuarto año de su guerra civil, antes de unirse a la ofensiva kurda que entró en Irak para desafiar el dominio del Estado Islámico. Ahora tienen su cuartel general en Sinyar, cuyas viviendas de piedra pintadas de verde, rosa y amarillo dañadas por los combates, están rodeadas ahora de sacos de arena y montones de escombros.

Extranjeros como Matson parecen decididos a ayudar a kurdos, yazidíes y otras minorías étnicas atrapadas en la batalla, enfrentándose a una posible muerte a manos de los extremistas, dispuestos a ejecutar asesinatos masivos en sus videos de propaganda.

“¿Cuánta gente es vendida como esclava o asesinada solo por formar parte de un grupo étnico o una religión diferente?”, dijo. “Esto es algo por cuya defensa estaría dispuesto a morir”.

Sin embargo, los otros occidentales que hablaron con la AP lo hicieron bajo condición de anonimato, por temor a la reacción de sus familias, que no saben que se encuentran allí, o a posibles problemas legales a su vuelta a sus países de origen.

Hasta el momento, Estados Unidos no ha prohibido a sus ciudadanos que luchen en milicias enfrentadas al grupo Estado Islámico, aunque considera que el Partido de los Trabajadores de Kurdistán, también conocido como PKK y que tiene su sede en Turquía, es una organización terrorista. El PKK ha combatido junto a las YPG en Sinyar y en la ciudad siria de Kobani.

Según la ley australiana, es ilegal luchar con cualquier cuerpo que no sea su ejército nacional. Australia fue también uno de los primeros países en criminalizar los viajes a la provincia siria de al-Raqa, la capital de facto del califato instaurado por Estado Islámico.

La embajada de Estados Unidos en Bagdad no se pronunció de inmediato sobre una solicitud de AP para comentarios sobre estadounidenses luchando con los kurdos.

Matson y otros extranjeros de YPG llegaron el mes pasado de Siria a Sinyar, de donde miles de yazidíes huyeron a las montañas cercanas el año pasado durante la ofensiva de Estado Islámico. No está claro el número total de foráneos que combaten con YPG y otras milicias kurdas, pero tanto los extranjeros como los kurdos dicen que son “docenas”.

Hay una clara camaradería entre los milicianos foráneos en Sinyar, la mayoría se mueven por parejas alrededor del pueblo.

Algunos kurdos del YPG, muchos de ellos de apenas 17 años, bromean con sus nuevos amigos extranjeros, hablándoles en un dialecto local kurdo.

Uno de los combatientes, Jalil Oysal, un sirio de 21 años, pasa mucho tiempo con las nuevas incorporaciones ya que sabe hablar inglés.

“Nosotros aprendemos de ellos y ellos aprenden de nosotros”, dijo Oysal, a quien estadounidenses y australianos han apodado “Bucky”. “Hablan con nosotros y les gusta bromear. Comparten muchas cosas con nosotros”.

Milicianos occidentales en Sinyar dicen que hay una importante campaña para reclutar tantos extranjeros como sea posible, en especial aquellos que tengan formación militar, ya que la mayoría de jóvenes kurdos tienen poca o ninguna experiencia. Los jóvenes suelen tomar armas y munición de insurgentes de Estado Islámico muertos. Tampoco tienen protecciones para el cuerpo.

Los combates siguen siendo peligrosos también para los occidentales. Dos de ellos dijeron que habían visitado a un estadounidenses que fue herido de gravedad en el campo de batalla. Dijeron que otro, de nacionalidad holandesa, resultó herido de gravedad en Siria la semana pasada.

Con información de AP