Hace dos viernes pregunté aquí qué se debería hacer cuando un joven repite que no agredió a una mujer en la calle y, además, pone en la mesa indicios creíbles para demostrar su inocencia. Solo por hacer la pregunta, me llevé descalificaciones e incluso insultos de quienes siguen pensando que la voz de una mujer … Continued
Hace dos viernes pregunté aquí qué se debería hacer cuando un joven repite que no agredió a una mujer en la calle y, además, pone en la mesa indicios creíbles para demostrar su inocencia. Solo por hacer la pregunta, me llevé descalificaciones e incluso insultos de quienes siguen pensando que la voz de una mujer agraviada será siempre certera y justa.
Para ellos, para ellas, si Andrea Noel decía que el hombre que le levantó la falda, bajó los calzones y se fue corriendo en el Parque México de la Condesa era un tal Andoni Echave, habría que darle primero un escarmiento público al tal Andoni Echave y después castigarlo legalmente. Es el “mátenlo y luego averiguamos” de la corrección política.
Andoni, para colmo, conducía un deplorable programa machín de televisión, que teatralizaba agresiones callejeras con esperpénticos recursos de baja comicidad. Era el villano perfecto. Varias veces me respondió que él no había sido, pero que asumía las que tendría que pagar. Le dije que era muy probable que quedara marcado de por vida, que ya era un símbolo de oprobio y más le valdría aprender a vivir con eso.
Lo que no imaginé es que Andoni conseguiría un video para no dejar duda de su inocencia, ni que Andrea se lo daría por bueno y aceptaría sentarse con él en una conferencia de prensa para exonerarlo y limpiarlo de cualquier mancha, sospecha, insinuación.
“Te leí”, me dijo ayer Andoni. “Y no estaba dispuesto a quedar marcado de por vida”. Andrea lo elogió con un: “Andoni con su video hizo en dos horas lo que la Procuraduría de Justicia no ha podido hacer en dos meses, y como incriminado tuvo que demostrar su inocencia”.
Gran historia, les dije a ambos. La mujer atacada que reacciona de inmediato, documenta la agresión, la difunde, provoca una indignación mayúscula, denuncia ante la autoridad y al final reconoce que se equivocó al señalar al agresor equivocado. Y él, el chavo de apariencia frívola que, como personaje de la mejor literatura, se da a la tarea de limpiar su nombre y, con talento investigativo ejemplar, consigue hacerlo en unos días.
¿Qué dirá ahora de Andoni el rebaño que hace dos semanas quería azotarlo y castrarlo? ¿Qué dicen sobre esto los que enfurecen cuando se da voz en la radio o en la prensa a un “desgraciado”?
Fuerte o suave, en el discurso del radicalismo feminista mexicano del siglo XXI también flota un olor a nauseabunda inquisición. Como en todo fundamentalismo.
No todos los sospechosos son culpables. No todos los hombres son unos… (póngase el término que se desee).
MENOS DE 140. Fuerte abrazo a los amigos de Vanguardia. Estamos atentos.