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La inflación en México encontró la combinación virtuosa hace un par de años de los efectos positivos en los precios de las telecomunicaciones de la reforma estructural en esa materia y la tendencia mundial de precios bajos que incluso atacó a algunas regiones con un fenómeno deflacionario.

Durante muchas quincenas, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) marcó registros por debajo de 3% anualizado y con una baja constante, incluso llegó a tocar un increíble 2% de inflación anual, un nivel digno del primer mundo.

Había razones estructurales, como las reformas, que permitieron esta baja en la inflación. Pero también fue la coyuntura mundial la que dio paso a estos registros que todavía no pertenecen a la realidad nacional.

El promedio histórico de la inflación en México en lo que va del siglo es 4 por ciento. No el 3% de los meses pasados, no el 2% de principios de este año.

El Banco de México mantiene desde hace años una meta inflacionaria de 3 por ciento. Durante muchos años, insistieron en mencionar el nombre y apellido completos de su expectativa: 3% más menos un punto porcentual.

Hoy estamos de vuelta en esa fijación del banco central, mantener la inflación en torno de 3%, pero con la flexibilidad de subir hasta 4% y de nunca descender de 2 por ciento.

La última lectura disponible es la de la quincena pasada que anualiza una inflación general de 3.29%, lo cual está muy bien si mantenemos la mirada fija en el INPC y no volteamos a ver la inflación al productor o los subíndices de mercancías importadas o si no pretendemos ver cuál es la inflación que enfrentan las clases medias y altas urbanas.

La curva inflacionaria es ascendente básicamente por los impactos de la depreciación cambiaria. Y digo impactos porque no es simplemente el traspaso directo de los precios en divisas a la moneda local. Es también el impacto psicológico que genera en la formación de precios ver el dólar arriba de los 21.

Pero si tomamos en cuenta que en este cierre de año la inflación general, con todo y los dólares tan caros, está dentro de la meta del banco central mexicano, no habría razón para esperar una acción monetaria diferente.

Lo que priva es la incertidumbre sobre el futuro económico y financiero del país. Como nunca antes, hay dudas razonables de lo mal que nos puede ir en los tiempos de Donald Trump.

Los consumidores mexicanos mantienen sus gastos, siguen pidiendo crédito, reciben remesas que gastan de inmediato, aunque no están muy confiados en su economía y la de su país. Pero gastan.

Por eso es que un aumento mayor al precio del dinero puede frenar eso poco bueno que hoy tiene la economía mexicana en el mercado interno. Aunque también es cierto que puede destaparse la inflación con facilidad.

Por eso es que el trabajo de la autoridad monetaria es de cirujanos dentro de una sala de terapia intensiva.