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El gobierno parece dispuesto a provocar.

Podría sonar a chiste que el pueblo venezolano con hambre que se manifiesta lo hace como parte de un complot orquestado desde Washington para tumbar del poder a Nicolás Maduro.

La paranoia del gobierno bolivariano de Venezuela le quita el tono de broma con la resolución oficial número 8,610 firmada por el secretario de la defensa, Vladimir Padrino López, y publicada en el diario oficial de ese país, que autoriza expresamente a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana a usar armas de fuego contra la población si se cree que es necesario controlar manifestaciones o reuniones públicas.

El discurso persecutorio se alinea con la mira de los rifles del ejército y hacen de la crisis económica de Venezuela una amenaza en el terreno de la represión social. Todo en el propio vecindario latinoamericano.

Lo que resulta más preocupante es que el gobierno venezolano no parece querer solamente quedarse en la actitud de defenderse de los embates del imperialismo a través del manipulable pueblo de su país, sino que parece dispuesto a provocar.

Este pasado fin de semana envió a su ejército a vigilar la Embajada de Estados Unidos en Caracas porque Maduro está absolutamente seguro de que saldrán agentes desestabilizadores para azuzar un golpe de Estado en su contra.

El gobierno bolivariano de Venezuela parece, pues, más preocupado en desarticular un complot que nadie más ve, que en implementar planes emergentes de recuperación de la economía devastada de un país tan rico pero tan mal llevado.

En Europa los países miembros y no miembros de la moneda única europea abogan por una solución negociada a las posiciones encontradas del gobierno de Alexis Tsipras y el mandato alemán de Angela Merkel, principal impulsora de la disciplina a ultranza.

Tienen claro que una crisis mayor en Grecia desangraría más a todo el continente y por lo tanto hay que tratar de acercar las posiciones lo más que se pueda.

Los radiales del gobierno de Syriza, ya desde el poder, se han dado cuenta de que impulsar posiciones radicales puede ser contraproducente para su objetivo final de traer bienestar para la población, por lo tanto ya tienen más intenciones de negociar.

América Latina debería procurar más a Venezuela. Va a ser difícil curar al gobierno de Maduro de esos delirios de persecución, pero si existen instancias como la Organización de Estados Americanos o como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, hay que echar mano de esos organismos ahora que sólo hay crisis y no hay violencia.

Nadie ve a Nicolás Maduro entrando en razón, pero la presión internacional puede al menos inhibir una salida violenta ante la inconformidad social.

Venezuela tiene todo el derecho soberano de encontrar solución a sus problemas económicos por la vía que mejor consideren al interior. Es como Cuba, que optó por un sistema que trajo pobreza y limitación de las libertades individuales que lleva más de medio siglo.

Pero poner en la cabeza de la población civil las armas del ejército y dar luz verde a disparar porque los venezolanos de a pie forman parte de un complot planetario para acabar con el chavismo es algo que hay que detener antes de que caiga la primera víctima.