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En estos tiempos de política devaluada, seguramente no habrá consecuencias en las relaciones futuras de México y Estados Unidos, pero, para uno y otro gobiernos, los hechos irreversibles de la captura y liberación de un capo de la droga en Culiacán el jueves pasado son:

1.- Que el de México hizo ver a su Ejército como un fuerza coercitiva que claudica ante el cumplimiento de su deber.

2.- Que el de Estados Unidos hizo ver a su Administración para el Control de Drogas (DEA) como una fuerza a la que otros pueden tirar el trabajo.

México detuvo y liberó, por alarma ante la posible respuesta del cártel de Sinaloa, a Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo, a quien detuvo para cumplir una orden de captura y extradición girada por la DEA, por cargos en Estados Unidos de conspiración para traficar drogas.

El gobierno mexicano zanjó el asunto con el argumento de que “de haber actuado distinto, todos los mexicanos no estaríamos ahora con esta tranquilidad espiritual”. La Casa Blanca le dio su apoyo y solidaridad.

Se trata de una displicencia perturbadora hacia 50 años de lucha contra las drogas por ser el mayor flagelo que azota al mundo: En Estados Unidos provoca al año 70 mil muertes por sobredosis, y en México 150 mil por enfrentamientos.

Sin embargo, a ambos les importa más perseguir a los migrantes, contra quienes el presidente estadounidense sugirió dispararles a las piernas, colocar alambradas electrificadas y fosos infestados de caimanes y culebras.

El mismo presidente que felicitó a México en Naciones Unidas: “Estoy usando a México para proteger nuestra frontera. Le agradezco que tenga a 27 mil soldados en ello. Tengo que usar a México porque los Demócratas no quieren arreglar nuestro defectuoso sistema migratorio”.

De enero a agosto de 2019, México rompió el récord de mayor número de guatemaltecos, hondureños, salvadoreños y nicaragüenses deportados desde 2015, al echar del país a 102 mil 314, frente a 62 mil 746 en el mismo periodo de 2018.

A eso dedica México su Ejército, mientras agarra y libera a uno de los delincuentes más buscados. En junio, recorrió el mundo una fotografía de AFP, de dos militares mexicanos armados hasta los dientes correteando a una mujer y dos niñas en Ciudad Juárez, que avanzaban hacia la frontera.

Uno de los soldados cargaba un fusil de asalto AR-15 de 5.56 mm, con cargador de 25 balas, mientras su compañero tenía agarrada con las dos manos a la mujer y la otra niña corría despavorida. Las tres iban llenas de maletas y mochilas.

Ah, pero el jueves entregaron las armas y dejaron libre a un capo.

Esos son los hechos.

Lo demás…

Es pura 4T.