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El pasado lunes el periódico estadounidense The New York Times publicó un reportaje sobre el software israelí llamado Pegasus que fuera adquirido por el gobierno mexicano y que permite monitorear llamadas, mensajes de texto, correos electrónicos, contactos y calendarios. Inclusive el spyware, vendido por la empresa israelita NSO Group, puede hacer que el espía pueda escuchar y ver por medio del micrófono y la cámara de un teléfono celular al sujeto objeto de la pesquisa, aunque el aparato esté apagado. (¿El sistema funcionará, aun cuando al contactar el celular se escuche la amabilísima voz de la operadora: “Lo sentimos pero el número que usted marcó se encuentra fuera del área de servicio. Favor de marcar más tarde”?).

Según la publicación neoyorquina, desde el 2011 el gobierno mexicano ha comprado a la empresa mencionada 80 millones de dólares en programas de espionaje. La compañía vendedora de esta herramienta para investigar afirma que exclusivamente vende su producto a los gobiernos con la condición de que sólo sea utilizado para combatir terroristas o grupos criminales y cárteles de la droga. Sin embargo, el diario estadounidense recurrió a la ayuda de analistas forenses independientes que investigaron y concluyeron que, en nuestro país, Pegasus ha sido utilizado para vigilar a críticos del gobierno y a sus familias.

El precitado software, que hace posible el espionaje a través de un celular, funciona así: Para instalar el virus Pegasus en el teléfono móvil del candidato a ser espiado se recurre a un SMS (siglas en inglés de servicio de mensajes cortos), lo suficientemente interesante para llamar la atención y despertar la curiosidad de quien lo recibe. El mensaje viene con un vínculo al que hay que darle clic para enterarse de todo el texto. Precisamente al hacer clic en el vínculo o link externo éste se abre y se instala el programa Pegasus, entonces el celular del espiado se convierte en el instrumento que permite acceder a los registros de llamadas, mensajes y archivos de fotos, grabando conversaciones y obteniendo datos personales; sin dejar rastros del hacker que hizo posible la operación.

Por supuesto que el mensaje enviado a la posible víctima de espionaje debe de tener el suficiente gancho para interesarlo a seguir leyendo. Algunos periodistas fueron tentados con el anuncio de que tenían problemas con su visa estadounidense, para lo cual tenían que dar clic. Otros con cuestiones personales: Oye, ¿qué trae contigo el periodista fulanito que publicó de ti lo que al hacer clic verás? Afuera de su casa anda una camioneta con dos vatos armados, les tomé fotos, véalos y cuídese. Se dio el caso de un mensaje que decía: Ve el video donde un conocido conductor de televisión mantiene relaciones sexuales con una conocida conductora. Otros tienen la crueldad de mandar un texto provocador y grosero: No tienes los huevos para ver cómo me fajo a tu pareja. Mira nada más cómo hacemos el amor (dicho con otras palabras) en tu cama. Uno que se me ocurre a mí que despertaría la inmediata curiosidad de quien lo leyera: Ya viste a Bejarano recoger ligas, ahora mira a Dolores Padierna en liguero.

Pero en realidad que el gobierno espíe a ciudadanos y a periodistas no es novedad. Siempre lo ha hecho. Conozco a un periodista radiofónico que tiene más rating (audiencia) en su teléfono que en el cuadrante.

Me ha sucedido que cuando llevo un buen rato platicando con algún amigo, por lo general las pláticas largas incluyen la política y el hablar mal del gobierno, la llamada se corta abruptamente. Enseguida la reanudo y le digo a mi interlocutor: es el pinche gobierno que me está grabando, le voy a mandar un mensaje: “Esta llamada se está grabando para fines de calidad en el servicio. La Colonia del Valle está llena de baches”.

También, lo confieso, cuando las llamadas largas se me cortan he llegado a pensar que debido a mi incontinencia verbal en realidad mi interlocutor corta la llamada para ver si así me callo.

A raíz de lo que se supo sobre los honorables periodistas a los que el gobierno quiere espiar o está espiando, un querido sobrino me preguntó si a mí me habían hecho caer en la trampa para instalarme la aplicación Pegasus. Con cierta pena -ser espiado por el gobierno lo considero motivo de orgullo- le dije que no, aunque me justifiqué, me han estado enviando un mensaje corto al que jamás he dado clic, es uno que dice: Pase todas las deudas de sus tarjetas de crédito a una sola.

La verdad es que una vez que la Secretaría de Hacienda se entera cada mes de lo que gano y en qué lo gasto me quedan muy pocas cosas que ocultar. Por eso me gustaría estar en la lista de los distinguidos periodistas espiados por el gobierno. De eso pido mi limosna.

De última hora, leí una información según la cual cada celular espiado tiene un costo aproximado de un millón de pesos. Ahora caigo por qué no me espían, no valgo esa lana. Pero les propongo una cosa: denme la mitad y me comprometo a ir cada vez que me llamen a contarles lo que sé y lo que sospecho.

Oí por ahí

Roncar fuerte puede despertar sospechas.