Elecciones 2024
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La transición tersa del gobierno de Enrique Peña Nieto al equipo que acompañará al próximo presidente Andrés Manuel López Obrador, se vuelve menos aterciopelada. Diríamos que empiezan a congelarse las sonrisas en el equipo del actual presidente.

Dos asuntos se debaten ya en el ámbito político y social del país

Uno son las movilizaciones estudiantiles. En otra época -50 años atrás- fueron caldo de cultivo para que se gestara un movimiento estudiantil nacional que exigía cambios sociales y educativos, pero creció a tal grado que, el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, decidió sofocar este levantamiento social con el Ejército y grupos paramilitares que dejaron cientos de muertos.

Se sofocó al detener a algunos líderes estudiantiles pero el movimiento en el fondo, vino a cambiar el letargo social del país.

Hoy en día, los estudiantes demandan mejoras en las instalaciones y condiciones propicias para el estudio, mismas que el rector Enrique Graue se comprometió a cumplir.

Sin embargo, estos movimientos caen como anillo al dedo a quienes se especializan en utilizar grupos de choque –porros- cuyo objetivo es la desestabilización social.

En este caso se trata de romper la tranquilidad universitaria mezclándose con verdaderos estudiantes para luego incorporar más y más elementos que descompongan por completo la estructura universitaria.

No es casualidad que ahora “broten” las inconformidades estudiantiles.

Ya era demasiada belleza tanta tranquilidad.

¿Quién mece la cuna?

Otro asunto que ocupa la atención de élites económico-financieras, de grupos pro ecológicos de líderes campesinos y de equipos de técnicos especialistas en aeronáutica, es la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Este tema no es menor puesto que toca algunas aristas de distinta índole.

La edificación del nuevo aeropuerto hubiera pasado solo como un asunto pendiente de concluir en este sexenio como el Tren México-Toluca, pero la realidad salió a flote en medio de la “transición aterciopelada” que tanto se presumió en los corrillos políticos.

Resulta que hay problemas de enorme enjundia que deben considerarse: en el ámbito meramente técnico aeronáutico se han encontrado en el camino los especialistas holandeses y los especialistas chilenos. Ambos con amplia experiencia en estos campos de alta especificación.

Los holandeses aseguran que no hay problema alguno con la realización del proyecto; por su parte, los chilenos, especialistas en mecánica de suelos y construcción de aeropuertos, aseguran que se correría el riesgo de hundimientos en las pistas por las condiciones de suelo lacustre sobre el cual se proyectó la obra.

Se liga a este asunto el aspecto ecológico que aún no ocupa mucho espacio en los medios pero que sí cuenta en el escenario socio-político.

Esta zona -la del aeropuerto- es una área que siempre se inunda y se considera un ecosistema muy importante además de que al acumular enormes cantidades de agua, podría convertirse en una bomba que inunde el Valle de México.

Los grupos ambientalistas se oponen a la realización de la obra

El aspecto social es otra fase que conforma el esquema a considerar respecto de la construcción o no del nuevo aeropuerto.

El área que ocupa el proyecto colinda con 300 hectáreas que han sido adquiridas por empresarios visionarios que proyectan desarrollos inmobiliarios con edificios habitacionales, otros de oficinas, plazas comerciales, incluso le llaman “Ciudad Slim”.

Otra área vecinal es San Mateo Atenco, cuyos habitantes se han manifestado en contra desde hace 18 años. Se oponen a que los despojen de sus tierras a cambio de un precio irrisorio, lo que constituye un problema de tenencia de la tierra sin resolver .

¿Y el impacto que tendrá esta obra en las zonas de Iztacalco , Tlahuac y Texcoco?

La zona que circunda al proyecto en cuestión, cuenta con 1,500 escuelas públicas. ¿Acaso se ha considerado este hecho en el esquema de una moderna ciudad del siglo XXI?

En el apartado técnico-financiero hay que tomar en cuenta que la obra lleva un atraso de 4 años y solo se ha construido el 30% de la infraestructura, amén de haberse triplicado el presupuesto original.

A precios de hoy, costaría más de 300 mil millones de pesos y tardaría casi 9 años en entrar en operación.

En el caso de que se suspendan las obras alegando una posible catástrofe ecológica y la incapacidad financiera que navega en un mar de incertidumbre con un costo ya dos veces mayor a lo presupuestado, es una opción.

La otra opción es transferir el costo a la iniciativa privada -Slim al rescate-, quedándos el gobierno con una participación mínima .

Antes habrá que cooptar a los atencos y a los ambientalistas que insisten en que el atraso de la obra se debe a las complicaciones que implica construir en terreno fangoso que no va a resistir .

Mientras tanto, el equipo de transición se ocupa también de revisar los términos y condiciones de los contratos ya autorizados y otros comprometidos, para ver si no hay ahí una red de corrupción que pudiera llevar al actual secretario de Comunicaciones y Transportes tras las rejas.

Así, limpio el panorama, la iniciativa privada se podría hacer cargo del NAICM y trataría de concluirlo en el sexenio de AMLO.

A cambio de esta concesión, Slim apoyaría el proyecto del sur-sureste. Pero a todo esto, Carlos Slim ha dicho que no le entra.

Los problemas del nuevo aeropuerto podrían resumirse en: el financiero que costará 300 mil millones más y tardaría casi 9 años en operar; otro es que se ubica en una zona conurbada caracterizada por los problemas de tenencia de la tierra y por una precariedad de los servicios públicos y zonas pobres; otro es que no se ha resuelto plenamente la viabilidad del ecosistema y la corrupción del Grupo Atlacomulco que se ha empeñado desde hace tres sexenios en que se construya el aeropuerto en el Estado de México.

Lo cierto es que hasta que se concluya la entrega-recepción, se tomarán las decisiones.

En la encuesta nacional para que los mexicanos opinen si se realiza o no, el nuevo aeropuerto tendrá un peso específico en los opinantes que colindan con el terreno del citado puerto aéreo.

Será una decisión compleja de por sí y con la participación ciudadana en un tema que para muchos no les interesa, el asunto se tornará más complejo.

Un NO al aeropuerto, costaría 100 mil millones de pesos que ya se han invertido.

Y así las cosas, mejor siempre ¡digamos la verdad!