Elecciones 2024
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Con el ánimo de manifestar mi opinión sobre el periodo de gobierno que está por concluir, utilizando para su definición una alteración del primer apellido de quien lo encabezó mezclado con una frase hecha del lenguaje cotidiano, caí en cuenta de que tenía yo dos opciones para hacer mi pretendido juego de palabras: Una era el enunciado que elegí y que le da título a lo que usted lee; la otra hubiera podido ser: “un sexenio sin peña ni gloria”.

En México usamos el sustantivo pena como sinónimo de vergüenza, así lo consigna el Diccionario de la Lengua Española que a su vez le da a vergüenza diferentes acepciones, entre éstas las siguientes: turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida o de alguna acción deshonrosa o humillante; estimación de la propia honra o dignidad; cosa o persona que causa vergüenza o deshonra. La pena ajena es un sentimiento de vergüenza por lo que otra persona o un grupo de ellas hace sin percatarse del ridículo y la deshonra con los que se tropieza o el daño que provoca.

Según cifras y proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, México creció a un promedio anual del 2.31% que es menos de la mitad de lo que el mexiquense prometió como candidato. La cifra proporcionada por la Cepal coincide con la del Fondo Monetario Internacional (FMI) 2.36% y con la del Banco Mundial 2.45%. En opinión del economista colombiano, el senador Guillermo Perry Rubio, que fuera jefe para América Latina y el Caribe, entre 1996 y 2007, del Banco Mundial, las reformas estructurales propuestas por el actual presidente de México que logró fueran aprobadas por el Congreso durante el primer año de su gestión, “no dieron finalmente los frutos esperados” debido a que “el auge del narcotráfico y la violencia deterioraron el clima de inversión”. Para el doctor en Economía por la Universidad de Yale, José Antonio Ocampo Gaviria, que fuera director ejecutivo de la Cepal y, hoy en día, profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York, el crecimiento económico que dejará Peña “está lejos de la tasa anual del 5% de crecimiento que es lo que México necesita para satisfacer las necesidades básicas de su población más pobre. Sin crecimiento económico no hay posibilidades de desarrollo y éste es un problema que Peña Nieto no pudo resolver”, señaló.

Si con el conocimiento de la información proporcionada en el largo pero aburrido párrafo anterior, más lo que sabemos de la corrupción gubernamental —tráfico de influencias e impunidad— que ha derivado en la pérdida de la confianza ciudadana en el gobierno actual, usted escucha decir a nuestro Primer Mandatario, próximo a dejar el poder, que durante su sexenio se construyó “una nueva plataforma de desarrollo no sólo para estos seis años, sino para las siguientes décadas”, lo menos que usted puede sentir ante tamaña desmesura es pena ajena.

Si decir que “hoy México es un país mejor que el que éramos hace seis años” es una aseveración temeraria, en boca del Jefe del Ejecutivo, alcanza niveles de cinismo o de incredulidad. Lo anterior fue expresado durante el discurso de lo que se ha dado en llamar informe de gobierno y que no es otra cosa que la versión peñista de lo que antiguamente, en los tiempos del viejo PRI, se llamaba el Día del Presidente y que devino en una ceremonia “casera” de autocomplacencia aunque ésta se lleve a cabo en Palacio Nacional y a ella se invite, en calidad de inocuos, a opositores a quienes no les queda más remedio que aceptar la invitación so pena (so peña) de ser considerados contrarios a las instituciones.

¿En verdad, Peña Nieto se creerá que le creemos cuando manifiesta, sin rubor alguno, que al final de su periodo presidencial habrá cumplido el 99% de los 266 compromisos adquiridos durante su campaña electoral en el 2012? En diciembre del año pasado por medio de un comunicado, la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) dio a conocer que el Primer Copete del país, al momento de llegar a su quinto año de gobierno, sólo había cumplido 106 de los 266 compromisos que asumió y firmó ante notario público. “Esto significa que sólo se ha cumplido el 40% de dichos compromisos y que 6 de cada 10 promesas de gestión no han sido honradas con los hechos”, informó la organización patronal. ¿Qué ha hecho el gobierno de Peña Nieto para cumplir con el 59% de lo pactado en menos de un año?

De la humedad —Ayotzinapa, la Casa Blanca, la Estafa Maestra, los goberladrones, el socavón en el Paso Exprés de Cuernavaca, el caso Odebrecht—, luego hablamos.

El registro de aprobación más bajo que mandatario alguno haya tenido desde que, en la década de los ochenta, se comenzó a medir en nuestro país el índice de popularidad y aceptación de los presidentes pone en evidencia el fracaso de Enrique Peña Nieto y de su equipo de gobierno en la conducción del país durante los últimos seis años; esto, contrastado con la publicidad desmedida con la que nos quieren hacer creer logros que no existen, causa pena ajena. Además, encabrona.

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