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La política de provocar la depreciación de la moneda de un país para incrementar la competitividad de sus exportaciones y estimular el crecimiento es conocida en el mundo económico como la política de mendigar al vecino(beggar – thy – neighbor, en inglés).En muchas ocasiones, dicha política incluye también la implementación de barreras a las importaciones, de tal manera que el país que está ocupando esta política se ve beneficiado a costillas de sus socios comerciales, es decir los vecinos, siguiendo la analogía.

El episodio más conocido de propagación de este tipo de política fue durante la Gran Depresión de 1930, cuando varios países buscaban reactivar sus economías mediante una mayor actividad en el sector exportador y la protección de su mercado doméstico.En aquella ocasión, el primer país en intervenir para debilitar su moneda fue Francia, en 1928. Esto fue seguido por Gran Bretaña, dos años después, al implementar restricciones a las importaciones de bienes.La respuesta por parte de Estados Unidos no se hizo esperar y en 1930 aprobó una serie de tarifas a la importación de bienes con el objetivo de reactivar la industria doméstica.

La decisión de Estados Unidos provocó represalias de parte de todos sus socios comerciales, acelerando el colapso del comercio global.El impacto fue más severo para los países que tenían un superávit en la balanza comercial, como Estados Unidos.

Las medidas no convencionales tomadas por los principales bancos centrales del mundo durante los últimos cinco años han tenido un impacto importante sobre los valores relativos de las divisas de varios países.

La dramática ampliación del balance de la Fed, tanto en términos absolutos como en términos relativos frente a otros bancos centrales, entre el 2009 y el 2013, provocó una fuerte depreciación del dólar frente a casi todas las monedas del mundo, llevando al dólar a su nivel más bajo de los últimos 20 años frente a monedas como el yen, el franco suizo, el dólar canadiense y el dólar australiano.

Esta situación llevó a varios países cuyas economías dependen de manera importante del sector exportador, como Taiwán, Corea del Sur y Japón, a tomar medidas drásticas para evitar una mayor apreciación de sus monedas frente al dólar.Este episodio de la guerra de las divisas comenzó a estabilizarse en el 2013, cuando los ministros de finanzas del G – 20 se comprometieron a no manipular sus monedas con fines competitivos.

Sin embargo, a partir de la segunda mitad del 2014, mientras la Fed dio por concluido su programa de estímulos monetarios y el Banco Central Europeo y el Banco de Japón aceleraron de manera considerable su programa de estímulos cuantitativos mediante una expansión de su balance al estilo de la Fed, el dólar no sólo ha revertido su tendencia a la baja, sino que ha recuperado su posición como moneda hegemónica, apreciándose sustancialmente contra la mayoría de las monedas a nivel global.

En el otro lado de la moneda, la fuerte depreciación de divisas como el euro y el yen, consecuencia de las decisiones de política monetaria de sus bancos centrales, ha provocado un nuevo episodio de la guerra de las divisas.En lo que va del año, los bancos centrales de varios países exportadores como Australia, Canadá, China, Corea del Sur, Polonia y Suecia, entre otros, han decidido relajar su política monetaria para que sus monedas sean competitivas frente a las de otros países exportadores.

El G – 20 y el FMI están conscientes de los riesgos que conlleva la propagación de este tipo de políticas y deben jugar un papel preponderante en el cabildeo para implementar una mayor coordinación de políticas monetarias y fiscales de las principales economías del mundo.

La ausencia de coordinación podría incrementar la incertidumbre y la volatilidad, además de aumentar el riesgo de una ola de proteccionismo comercial.