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Entre los gobiernos de izquierda latinoamericanos brilla por su equilibrio el caso uruguayo.

Se trata, dice Javier Tello, en su ensayo “Ruta de riesgos”, que hemos glosado aquí, del “gobierno de izquierda más exitoso y que menos ‘errores’ ha cometido”, en el elenco de la marea rosa del continente.

Se trata de un éxito relativo, pero sostenido. La izquierda uruguaya en el gobierno no convirtió a su país en una potencia económica que revolucionara los niveles de vida, pero mejoró, en vez de empeorar, los tradicionales promedios, muy aceptables, envidiables incluso, de la inclusión y el bienestar social.

Siguiendo el análisis de Cassio Luiselli, muchos años embajador mexicano en aquel país, Javier Tello destaca tres rasgos de la izquierda uruguaya como dignos de reflexión para el nuevo gobierno mexicano.

El primero no es importable aunque puede inducirse con la convocatoria pública adecuada. Se trata de la cultura política propia de ese país, capaz de “forjar consensos en la pluralidad”, gracias al “talento democrático, la civilidad y la madurez política”.

El segundo rasgo es la administración prudente de los ingresos extraordinarios que Uruguay recibió en la primera década del siglo, como todos los gobiernos de izquierda latinoamericanos, por el boom de las materias primas —petróleo, soya, cobre, carne— que pedía el mercado chino.

Uruguay no convirtió esos ingresos extraordinarios en compromisos fijos de gasto social, como hicieron prácticamente todos los otros gobiernos de izquierda.

El tercer rasgo, complementario del anterior, es que la izquierda uruguaya mantuvo manejo equilibrado de la macroeconomía, evitando déficits y no gastando de más.

¿Cuántos de estos rasgos positivos están presentes en el nuevo gobierno mexicano? No, desde luego, el de la cultura política democrática y cívica, una vieja carencia nacional. Tampoco el de un entorno económico favorable por altos ingresos que puedan esperarse de la venta de materias primas como el petróleo.

Sí, en cambio, el de mantener las finanzas públicas equilibradas, sin aumentar impuestos ni crecer la deuda, compromiso sostenido hasta ahora por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Como gobierno de México necesita ver más hacia Uruguay y a Chile, menos hacia Argentina y Brasil, nada hacia Nicaragua y Venezuela.

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