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¿Hay alguna alternativa al “fundamentalismo de mercado”?, se pregunta el premio Nobel Joseph Stiglitz, en un ensayo reciente: “La economía que necesitamos”.

Sí, responde Stiglitz: hay lo que él llama el “capitalismo progresista”, vale decir: “un realineamiento pragmático de poder entre los mercados, el gobierno y la sociedad”, para dar paso a una economía “más libre, más justa y más productiva” (https://bit.ly/2YnpEBi).

El capitalismo funcionaba mejor, económica y socialmente, dice Stiglitz, cuando estaba regulado. La era de la desregulación iniciada por Reagan y Thatcher fue también el principio del capitalismo de burbujas y crisis cíclicas de las últimas décadas.

Los efectos de aquellos años fueron una concentración de la riqueza en los más ricos, la erosión de los salarios, del nivel de vida y de la fe en el futuro de las clases medias del mundo desarrollado, en particular las estadunidenses.

“Estados Unidos tiene hoy mayor desigualdad y menos movilidad social que la mayoría de los países desarrollados”, escribe Stiglitz. “Luego de crecer durante un siglo, la esperanza promedio de vida está cayendo. Y para los que están en el 90% inferior del ingreso, los salarios reales (ajustada la inflación) se han estancado: el ingreso de un típico trabajador blanco de hoy es más o menos el mismo que hace 40 años”.

El “capitalismo progresista” debe volver a regular más que seguir desregulando los mercados. Debe hacerlo distinguiendo con claridad entre la creación de riqueza y la extracción de riqueza.

Debe introducir opciones públicas, de financiamiento y servicios, que compitan, en una lógica de bienestar, con la lógica desnuda de las ganancias a cualquier costo que ha pervertido el espíritu de la creación de la riqueza dentro del capitalismo desarrollado. Antes se buscaba que la innovación beneficiara a todos mejorando los bienes y reduciendo sus costos. Ahora se busca que los nuevos bienes les cuesten a todos lo más que puedan pagar.

Solo puede salirse de esa lógica predadora, según Stiglitz, mediante una doble intervención del gobierno: creando opciones públicas competitivas y volviendo a la regulación inteligente de la competencia por los mercados.

“Tenemos que salvar al capitalismo de sí mismo”, advierte Stiglitz. “La mejor opción reformista es la del capitalismo progresista”.

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